¿Cuál debe ser la estrategia de Taipéi a la hora de hacer frente a las presiones diplomáticas de China?

El pasado marzo China tomó la medida preventiva de restablecer las relaciones diplomáticas con Gambia, antiguo aliado de Taiwán, y ello ha obligado a la presidenta electa, Tsai Ing-wen, a ser más prudente que nunca en sus declaraciones sobre la República Popular.
Ahora debe centrarse en cómo y cuánto distanciarse del presidente saliente, Ma Ying-jeou’s, y su política de apaciguamiento respecto al vecino continental, que al electorado le pareció excesiva y apresurada, como demuestra el resultado de las elecciones de enero.
La repentina decisión de China está tal vez encaminada a iniciar otra batalla de la guerra diplomática para reducir el número de aliados de Taipéi y estrechar aún más el margen internacional del país. Las demoledoras presiones políticas de Pekín han hecho que no haya más que 22 pequeñas potencias y microestados que reconocen de iure la condición de Estado de la República de China (RdC).
Esta situación impide que pueda participar como miembro de pleno derecho en las organizaciones internacionales, especialmente la ONU. Por lo demás, Taiwán cumple todos los requisitos para ser reconocido como Estado, por territorio, por población y por gobierno.
Por desgracia, el aislamiento diplomático de Taiwán va a continuar e incluso es posible que empeore, porque el Partido Comunista Chino, para legitimarse y sobrevivir, necesita cada vez más utilizar llamamientos nacionalistas a recobrar la antigua grandeza, que incluye la unificación con Taiwán.
La población china tiene una profunda cicatriz en su orgullo nacional, consecuencia de un siglo de humillación a manos de las potencias imperialistas, a la que se suma el descontento creciente por el agravamiento de las disparidades socioeconómicas y los desequilibrios en el desarrollo.
Si no fuera por eso, el mundo acogería a Taiwán como una nación independiente que reforzaría la presencia, el poder y la influencia de los chinos en la política internacional, del mismo modo que lo hacen los cinco grandes países anglosajones: Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Para Taiwán, después del reconocimiento en la ONU, era fundamental conservar todos los aliados diplomáticos posibles con el fin de mantener la legitimidad nacional e internacional del régimen del Partido Nacionalista Chino (KMT), que en aquel entonces imponía la ley marcial y que tantas atrocidades cometió durante la era del Terror Blanco.
Sin embargo, desde el levantamiento de la ley marcial en 1987, el país ha experimentado una liberalización y una democratización importantes. Durante los últimos 20 años ha vivido dos cambios de gobierno pacíficos, en 2000 y 2008 −a los que se une un tercero en la próximas semanas−, ha consolidado el control civil del Ejército y se ha convertido en una democracia de pleno derecho con importantes lazos en todo el mundo.
Por consiguiente, Taiwán tiene un prestigio mundial establecido, aunque carezca de relaciones intergubernamentales, y recibe un trato acorde de la ...
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