- Review of International
Political Economy,
vol. 12, nº 5,
diciembre de 2005,
Londres (Reino Unido)
Cuando los académicos se ponen a escribir sobre deportes son capaces de lograr lo imposible: despojar al espectáculo de todo placer y diversión. Vean, por ejemplo, la siguiente frase aguafiestas del artículo 'Globalización y goles: ¿el fútbol muestra el camino?', publicado en el número de diciembre de Review of International Political Economy: "El coeficiente Gini de desigualdad en la calidad de las habilidades (o en goles) calculada para todos los países llegará en ese caso al 38,9". Aquí, en pocas palabras, está el problema de intelectualizar el deporte. Al aplicar las herramientas de las ciencias sociales a los juegos, nos trasladamos del reino de la diversión al ámbito del trabajo tedioso.
En varios tramos, éste es un texto muy técnico y arduo de leer. Pero el autor, Branko Milanovic, economista del Banco Mundial y de Carnegie Endowment for International Peace (editora de FP en Estados Unidos), ofrece una conclusión muy interesante. Aporta una base empírica para desacreditar el tópico convencional de que la comercialización y la globalización del deporte suponen un desastre sin paliativos para los clubes más pobres y los países menos desarrollados.
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![]() | ![]() | ![]() | Al autor le preocupa que los países pobres estén sufriendo la emigración de jugadores africanos y latinoamericanos a los ricos Estados europeos, donde ganan altísimos salarios | ![]() | ![]() | ![]() |
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Hace dos años escribí un libro sobre el mismo tema. Comencé asumiendo que este bonito juego es el último ejemplo de la globalización en este planeta. Esto lo convierte, por tanto, en el laboratorio ideal para estudiar cómo evolucionarán la política, la economía y la cultura en este mundo nuestro cada vez más integrado. Ese es también el punto de partida para el ensayo de Milanovic. Su objetivo es estudiar lo que el deporte rey, con su mercado de trabajo cada vez más internacional, puede enseñarnos sobre la desigualdad.
Hace poco que este deporte es un emblema de la globalización. Antes, el mercado laboral del fútbol internacional estaba muy protegido. Las ligas nacionales, como la española o la Serie A italiana, imponían cupos a sus clubes, permitiéndoles importar sólo un número limitado de jugadores. Un equipo como el Juventus de Turín sólo podía tener tres extranjeros en el campo. Según Milanovic, este arreglo empezó a desmoronarse en 1995. Ése fue el año en el que un jugador belga llamado Jean-Marc Bosman llevó a juicio a su equipo y, más adelante, a la UEFA (Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol) por el derecho a jugar en Francia. Sostenía que las regulaciones de la Liga violaban la libre circulación de trabajadores establecida por el Tratado de Roma. "El Tribunal de Luxemburgo sentenció entonces que la diferencia en el trato de los jugadores nacionales con respecto a los de la Unión Europea era ...
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