Un desplazamiento incontrolado de ciudadanos chinos hace temer a Rusia el control de la región.

 

A lo largo de su milenaria historia, es fácilmente constatable que Rusia siempre se ha sentido en una posición de inferioridad con respecto al resto de Europa, sentimiento que se tornaba en orgullo e incluso menosprecio al tratar con los pueblos asiáticos. Sin embargo, en la actualidad y en términos de desarrollo económico, la Federación Rusa ha pasado a estar entre dos Europas: la Unión Europea, que en 2004 alcanzó su frontera occidental y China, que ya es la segunda economía mundial, en su frontera oriental. Si a ello sumamos la situación de desventaja socioeconómica del distrito ruso del lejano oriente con respecto al resto del país, el problema del futuro de la región queda planteado en toda su crudeza.

 

MISHA JAPARIDZE/AFP/Gettyimages

 

El llamado Distrito Federal del Lejano Oriente es el mayor y a la vez el menos poblado de los ocho en que se divide la Federación, con una extensión de 6.215.900 km2 y 6.440.000 habitantes, resultando una densidad de población de tan sólo 1,1 habitantes por km2. Comprende nueve sujetos federales, de los cuales cuatro tienen frontera con China (Amur, Jewish, Jabarovsk y Primorski), y su ciudad más poblada y capital oficiosa es Vladivostok, con 600.000 ciudadanos.

En el plano económico, la región no se ha beneficiado del crecimiento general del país en la última década, y ha sufrido con intensidad la reciente crisis financiera. Como consecuencia, las exportaciones de manufacturas pesadas, que representaban en los 90 un 34% del total, han caído hasta un 3%, en parte debido al cierre de hasta 160 astilleros y empresas de reparaciones auxiliares navales, que suponían un tercio de la industria local. Hoy un 20% de la población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza.

Por contraste, las tres regiones chinas del nordeste (Liaoning, Jilin y Heilongjiang), fronterizas con el Distrito, tienen una población de 110 millones de personas y, además de beneficiarse del enorme crecimiento que ha llevado al país vecino a ser la segunda economía del planeta, han dispuesto desde 2003 de un plan específico de revitalización de su tejido productivo, basado en industrias pesadas de extracción de minerales. Ese diferencial de población hace temer a Moscú un desplazamiento incontrolado de chinos al otro lado de la frontera, similar al realizado en el siglo XIX por los colonos estadounidenses para acabar arrebatando Texas a los mexicanos.

Conscientes de la compleja situación de su extremo oriental, los dirigentes rusos han adoptado diversas medidas para mejorarla. La llamada Estrategia para el desarrollo social y económico del lejano oriente y el área del Baikal ha sido prorrogada hasta 2025, con tres líneas principales de actuación: aumentar la cooperación económica del Distrito con los países del Asía Pacífico, con especial énfasis en los acuerdos de libre comercio; aprovechar la especialización de sus ciudadanos en los mercados de alta tecnología, como el aeroespacial, logístico y de infraestructura energética; y fortalecer el papel del Kremlin en las organizaciones regionales, como el foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).

La Federación sigue contemplando a China como una potencial amenaza para su seguridad

Otras actuaciones gubernamentales en la zona incluyen la construcción de la autopista Chita Jabárovsk, abierta al tráfico en septiembre de 2010 y que con sus 2.000 km ha completado el recorrido entre Moscú y Vladivostok (cubierto desde 1904 por el célebre ferrocarril transiberiano), y el tendido del oleoducto Siberia Oriental Océano Pacífico, ya en servicio hasta la localidad de Skovorodino, desde donde se traslada el crudo en trenes hasta la terminal portuaria de Kozmino, de la que sale un petrolero cada 2 ó 3 días con destino al mercado asiático.

Por último, existe un plan de inversiones específico para la ciudad de Vladivostok, impulsado por el primer ministro ruso, Vladímir Putin, y dotado con 426.000 millones de rublos (unos 10.500 millones de euros), lo que representa una cantidad desorbitada para una ciudad cuyo PIB en 2009 fue de 7.500 millones de rublos. Sin embargo, la endémica ineficacia de la Administración, salpicada de las correspondientes dosis de corrupción, hace que sólo un porcentaje de la inversión redunde en el beneficio de la población.

 

China… ¿amiga o rival?

Aunque oficialmente se afirme, como lo hacía el presidente Dmitri Medvédev a los medios de comunicación chinos en las vísperas de su visita oficial del pasado otoño, que nunca antes las relaciones entre Moscú y Pekín habían tenido un componente más fuerte de confianza mutua. En la práctica, se percibe que la Federación sigue contemplando a ese país como una potencial amenaza para su seguridad, ante lo que se ha adoptado una doble postura: el fortalecimiento de la cooperación y las demostraciones de fuerza.

En el ámbito de la cooperación, el Kremlin ha potenciado la organización internacional en la que comparte liderazgo con China, esto es, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Aunque el principal foco de la institución es económico y humanitario, no se ha descuidado una dimensión militar que tiene como objetivo luchar contra las llamadas tres grandes plagas de la región: el terrorismo y separatismo, el crimen transnacional y el tráfico de drogas. El 13 de septiembre se creó en Kazajistán el ejercicio antiterrorista Peace Mission 2010, que ha servido para aumentar la interoperabilidad y la confianza mutua entre militares de ambos Estados.

Sin embargo, mientras se realizaban los ejercicios estratégicos Vostok 2010 Medvédev afirmaba: “si tenemos que trabajar aquí, desarrollar nuestra economía y construir nuestro lejano oriente, también necesitamos ser capaces de garantizar la seguridad de nuestro país en esta parte del mundo”. En los ejercicios, desarrollados del 29 de junio al 8 de julio del pasado año, participaron decenas de miles de soldados, 70 aeronaves y 30 buques, en una demostración de la capacidad militar rusa para desplegar gran número de efectivos en sus regiones orientales.

En lo relativo al desarrollo de la zona, la efectividad de las medidas adoptadas por las autoridades federales, en relación al importantísimo esfuerzo económico que suponen, se ve lastrada por la ineficacia de la administración periférica y por la corrupción endémica. Por tanto, las mayores oportunidades deben venir del exterior, ya que las naciones que rodean el Distrito han sido las primeras en salir de la crisis, con un 7% de crecimiento medio en 2010, y esto hará aumentar su demanda de materias primas y bienes de consumo, algo de lo que se puede beneficiar la región.

En caunto a las cuestiones de seguridad, el cierre definitivo en 2008 de los litigios fronterizos entre Rusia y China, así como su entente cordial en diversas organizaciones internacionales, han hecho desaparecer casi por completo la posibilidad de un conflicto abierto entre ambas potencias. Sin embargo, sí que se percibe que Moscú, por decirlo un modo gráfico, no se siente del todo cómoda con la presencia del gigante asiático en sus puertas, y ha orientado su reforma militar a aumentar su capacidad de reacción en zonas remotas como el lejano oriente.

No se puede descartar que el enorme desequilibrio demográfico entre el extremo oriental ruso y el nordeste chino plantee un problema de seguridad a medio plazo, lo que aumentaría la tensión en la zona y plantearía un grave problema de soberanía a la Federación Rusa, que pudiera ser resuelto a semejanza de lo realizado por el zar Pedro I el Grande en 1689, cuando suscribió el tratado de Nerchinsk con China, renunciando a los territorios al norte del río Amur, a cambio de una paz duradera con la dinastía Qing.