El rey saudí, Salman bin Abdulaziz. Mandel Ngan/AFP/Getty Images
El rey saudí, Salman bin Abdulaziz. Mandel Ngan/AFP/Getty Images

La escalada de tensiones entre Riad y Teherán, intensificadas tras la reciente ejecución de un clérigo chií en Arabia Saudí, podría formar parte de la agenda política del país árabe.

La crisis en las relaciones entre el Reino de Arabia Saudí y la República Islámica de Irán es un episodio más en una especie de guerra fría que vienen librando ambos países, particularmente desde la toma del poder por los ayatolás en Teherán tras la Revolución de 1979.

El clérigo chií ejecutado el pasado enero, Nimr Baqr al Nimr, estaba acusado de disidencia contra la familia real saudí y, por ende, el Gobierno y el Estado por ella encabezados. La airada reacción iraní, en la que el propio ayatolá Jameneí prometió que los saudíes sufrirían una “venganza divina”, incluyó el asalto e incendio de la Embajada saudí en Teherán y su consulado en Mashad por parte de sendas turbas de manifestantes. Inmediatamente tras los incidentes, Riad suspendió sus relaciones diplomáticas con Irán.

Las renovadas tensiones entre Teherán y Riad que desencadenó la ejecución podrían obedecer a objetivos tanto de política interior como exterior del régimen saudí.

Arabia Saudí se encuentra actualmente en una situación de potencial declive, tanto en su poderío económico como en su posición diplomática como potencia regional.

Los bajos precios del crudo están ocasionando consecuencias negativas para su economía, dependiente en un 90% de sus exportaciones petrolíferas. Su política de aguantar y mantener los niveles de producción, en un intento de reducir la rentabilidad de las explotaciones estadounidenses mediante la técnica del fracking, y de paso, dañar las exportaciones iraníes, podría volverse en su contra.

La gran disponibilidad de oro negro en el mercado debida, por una parte, a la reducción del consumo provocado por la crisis de las economías más industrializadas, además del momentáneo parón en el crecimiento chino, y por otra al aumento de la producción consecuencia de la introducción de nuevas técnicas de extracción, ha hecho bajar su precio hasta niveles calificados de irracionales por las autoridades saudíes.

La reducción en los beneficios generados por el  petróleo ya ha provocado un descenso considerable en las reservas de divisas saudíes. En vista de que la paz social en el reino se mantiene en buena medida mediante una política de ayudas sociales e inversión pública, la reducción en la entrada de divisas resulta preocupante.

En cuanto a su posición política, se está viendo amenazada desde varios frentes.

La activa política exterior adoptada por el nuevo rey, Salman bin Abdulaziz, con su intervención militar directa en Yemen y el apoyo a milicias afines en el conflicto sirio no está dando los resultados esperados. En Yemen, el poderío militar saudí está quedando en entredicho, y ambos conflictos suponen una creciente carga para las arcas de la monarquía.

Los saudíes están, además, intensamente preocupados por un posible éxito del acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán. Como no podía ser menos, Riad ve el retorno de Teherán a la comunidad internacional y su relación con Washington como una amenaza directa a su posición regional. Un Irán libre de sanciones cuenta con un potencial de desarrollo económico muy superior al saudí, lo que le permitiría escalar considerablemente su política exterior en la esfera de influencia del país árabe.

La calurosa acogida dispensada en Europa a los líderes iraníes y la creciente percepción en Occidente de que Arabia Saudí es un centro de generación de radicalismo islámico hacen peligrar el status quo mantenido hasta el momento en el Golfo Pérsico.

Mientras tanto, Riad se ha esforzado considerablemente en posicionarse como el líder del sunismo mundial. La coalición de naciones árabes formada por Riad para lanzar la guerra de Yemen ha sido presentada como un modelo de acción colectiva árabe. La iniciativa de crear una coalición antiterrorista en la que los saudíes incluyeron, en muchos casos sin previo aviso, a la mayoría de naciones musulmanas de filiación suní, también pretendía afianzar su liderazgo.

Sin embargo, la influencia saudí en el mundo suní tiene sus límites. Qatar y, sobre todo, Turquía, continúan manteniendo políticas propias y, frecuentemente, opuestas a las de Riad en la región, particularmente con respecto al conflicto de Siria. El Consejo de Cooperación del Golfo, organismo en el que Arabia Saudí ostenta un papel dominante y que incluye además a Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Bahréin y Omán, acordó una declaración conjunta en la que urgía a Irán a respetar el principio de buena vecindad y a evitar cualquier acción que pudiera causar inestabilidad en la zona. Sin embargo, la ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen de los ayatolás por parte de Arabia Saudí solo ha sido seguida por tres países: Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Sudán.

La Liga Árabe, por su parte, también apoyó de forma rutinaria a Riad en su conflicto con Teherán, emitiendo una declaración de condena contra Irán por no proteger las instalaciones diplomáticas saudíes en su territorio.

La provocación contra Irán que supuso la ejecución de Nimr, y su previsible respuesta, pretenderían apoyar varios objetivos de la política saudí. Una respuesta desmedida por parte de Teherán pondría en evidencia ante el mundo el radicalismo del régimen de los ayatolás. Un aumento de la inestabilidad y una percepción de inseguridad en Irán provocada por acciones como la quema de embajadas podrían alejar a los inversores internacionales, ansiosos por entrar en el mercado iraní en el momento que las sanciones se levanten por completo.

Curiosamente, la quema de la Embajada saudí en Teherán tiene todos los visos de tratarse de una acción orquestada por los opositores más conservadores al Gobierno iraní, fundamentalmente los Guardianes de la Revolución Islámica, con el mismo objetivo que los saudíes: repudiar el acuerdo nuclear con EE UU minando la credibilidad internacional del Gobierno reformista de Hasán Rohaní.

En cualquiera de esos casos, los posibles objetivos saudíes no se han cumplido. La reciente visita del Presidente iraní a varios países europeos ha demostrado tanto el ansia de Teherán por dejar atrás su posición de paria internacional como el afán europeo por acogerle en el seno de la comunidad internacional, con las expectativas de lucrativos negocios que esto conlleva.

La postura estadounidense ha sido absolutamente circunspecta, expresando únicamente su preocupación por la situación y su deseo de que la tensión en el Golfo se reduzca. Por lo tanto, muy lejos del apoyo incondicional que Arabia Saudí desea de un aliado cada vez menos firme.

En cuanto a la posición de Riad con respecto a las naciones suníes no se ha visto particularmente reforzada. Como se ha mencionado, han sido pocos los Estados que han roto relaciones con Irán, siguiendo la línea marcada por los saudíes. Por otra parte, países que podrán inclinar la balanza del lado saudí, como Pakistán, han dejado claro que, aunque apoyan formalmente a Riad, quieren una solución negociada y no tienen intención alguna de ser participes de una escalada del conflicto.

Es poco probable que la actual situación entre Arabia Saudí e Irán desencadene una escalada bélica en la región. Si bien es plausible que se incremente la tensión sectaria, particularmente por parte de organizaciones no estatales presentes en áreas en conflicto (Siria, Irak, Yemen) y entre las propias poblaciones de todo el Oriente Medio.

El cuanto a la estabilidad interna de Arabia Saudí, el enfrentamiento con Irán, así como la mano dura mostrada contra el chiísmo internamente, podría reducir la  tensión entre los sectores clericales wahabíes más radicales y la monarquía saudí.

Las posibilidades de una renovada hostilidad internacional hacia Irán que llevase a un mantenimiento de las sanciones o a la no aplicación del acuerdo nuclear con Estados Unidos son escasas y, en cualquier caso, dependen más de la actuación de presente o futuros gobiernos iraníes que de la comunidad internacional, muy dispuesta a dar la bienvenida a Irán en su seno.