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Atentado terrorista en Somalia, febrero 2021. Sadak Mohamed/Anadolu Agency via Getty Images

Un repaso a las claves del repunte de la violencia y la inestabilidad que está experimentando el continente africano.

En 2020 la Unión Africana consideró que el mayor reto del continente era “terminar todas las guerras, los conflictos civiles, la violencia de género, los conflictos violentos y prevenir el genocidio”. Un año después, y tras la pandemia de la COVID-19, África afronta nuevos conflictos que, junto con los ya existentes, hacen que la violencia esté presente en todo el continente.

En este sentido, no sólo el Gran Magreb (Norte de África, Sahel y África Occidental), que viene registrando una espiral de violencia creciente desde las denominadas "Primaveras árabes" y la insurgencia en el Norte de Malí, sino que también otros países distantes registran altos índices de violencia. Así, además de los atentados de etiología yihadista, existe violencia de otra índole, como la pastoril, la interétnica o la lucha por recursos.

 

No sólo terrorismo: Estados ‘frágiles’

La violencia se esparce por un continente que adolece de muchos otros problemas estructurales como la pobreza endémica, la corrupción, los espacios subgobernados, la ausencia de instituciones fuertes, lo que supone, en definitiva, grandes áreas territoriales sin control estatal donde los grupos terroristas, así como los conglomerados del crimen organizado trasnacional, se mueven entre unas fronteras porosas y con apenas control. De este modo, el terrorismo, el crimen organizado y la violencia intracomunitaria son amenazas interconectadas y, en las zonas periféricas con escasa presencia estatal los actores no estatales son los principales proveedores de seguridad y servicios a las poblaciones autóctonas. Adicionalmente, la existencia de grupos de crimen organizado, en ocasiones en simbiosis con los diversos grupos terroristas, hacen que éstos obtengan un alto rédito de actividades ilícitas, principalmente del tráfico de drogas que vienen desde América Latina hacia Europa Occidental. Concretamente, la cocaína proveniente de Colombia, Perú y Bolivia, traficada y controlada por cárteles brasileños, penetra en el Sahel vía el Golfo de Guinea, donde la multitud de islas, escasos controles fronterizos y la corrupción generalizada hacen del Gran Magreb la vía de entrada a la droga cuyo destino final es Europa.

En el largo plazo, cuestiones como el cambio climático, el boom demográfico, la rápida urbanización o la pelea por los recursos (agua) convierten a África en un auténtico polvorín de inestabilidad, que es percibido como un riesgo a las puertas de Europa. En cuanto a la inmigración, cabe destacar que los movimientos migratorios intraafricanos son muy superiores respecto a los flujos que llegan a Europa.

Actualmente, existe violencia persistente en los países del Sahel central y en la triple frontera de Malí, Níger y Burkina Faso; en Nigeria, en la región del lago Chad y en el Cuerno de África. Adicionalmente, Estados como Costa de Marfil han experimentado atentados terroristas, y se ha registrado violencia en lugares tan dispares como la República Democrática del Congo, Camerún o el norte de Mozambique. Cabe destacar que esta espiral violenta viene espoleada por los propios grupos terroristas que encuentran en las tensiones étnicas e históricas irresolutas un caldo de cultivo que aprovechan, principalmente, en las zonas más periféricas de los Estados, donde la presencia estatal es imperceptible. Otro factor a tener en cuenta es el crecimiento de la población en la mayoría de los países, especialmente en el Sahel, con una media muy superior a la del resto del mundo y con unas previsiones de crecimiento exponencial.

 

Violencia a lo largo y ancho del continente: situación por regiones

La violencia en África se retroalimenta de causas endémicas, así como de inestabilidad y de pobreza extrema. Esta inestabilidad viene avivada por cuestiones históricas no resueltas. A pesar del esfuerzo en materia económica con la creación de diferentes iniciativas de integración, así como de la proactividad de la Unión Africana en determinados temas, la inestabilidad y la violencia son una constante en todo el continente.

Se ha creado, por tanto, un complejo regional de seguridad que agrupa las regiones del Magreb, el Sahel y África Occidental, donde la amenaza terrorista y los grupos del crimen organizado se mueven libremente, aprovechando la idiosincrasia de estos países que, tal y como se ha señalado, se aprovechan del descontrol fronterizo y de la inestabilidad. Este mapa muestra la violencia registrada en el último año en todo el continente, con casi 40.000 muertos, reflejando los eventos violentos acaecidos en todos los territorios.

Violencia en África (1)Por regiones, el Magreb (Marruecos, Argelia, Libia, Túnez y Egipto) han registrado mejores datos de atentados terroristas que el resto de las regiones africanas, si bien Libia sigue siendo un principal foco de violencia, puesto que se ha convertido en una guerra por delegación, donde las potencias regionales miden sus fuerzas. Tropas extranjeras, combatientes, mercenarios y la comunidad internacional no logran alcanzar ningún acuerdo para salir del país, mientras que éste permanece a la espera de la celebración de elecciones, previstas para el próximo diciembre.

El Sahel es una de las zonas que registra más violencia continuada del mundo, donde la presencia de tropas militares extranjeras no consigue pacificar los países. Las causas son muy variadas, pero destaca una población enfrentada históricamente, que actualmente lucha por unos recursos escasos como las tierras de pastoreo y el agua, generando así esa violencia interétnica que es aprovechada por los grupos terroristas para desestabilizar la región. De este modo, se producen altos niveles de violencia, siendo Malí y Burkina Faso los Estados con mayores ataques registrados. Malí es el país con mayor violencia del continente y sigue siendo un indicador de la presencia y la fuerza de la Yihad en África.

Por otro lado, África Occidental está empezando a registrar niveles de violencia inusitados hace unos años. En este sentido, la inestabilidad del Sahel se ha traspasado a los países de esta región, con la aparición de grupos terroristas autóctonos, como es el caso de Boko Haram en Nigeria o su escisión, el Estado Islámico del Oeste de África (Islamic State in West Africa Province, ISWAP). Principalmente, con el crecimiento del narcotráfico vía América Latina, África Occidental se ha convertido en la principal puerta de entrada de la droga que, posteriormente, utiliza las líneas de distribución y movimiento de los yihadistas y de las rutas de la inmigración ilegal. Cabe destacar que, en los últimos meses, estos grupos violentos se mueven en las reservas naturales fronterizas de Burkina Faso, Togo, Benín y Costa de Marfil, al tiempo que se financian a través de la comercialización de bienes ilegales como el oro burkinés, donde controlan las minas y el tráfico de marfil. Concretamente, se han producido nuevos ataques en Costa de Marfil, en la localidad de Kafolo. Por otro lado, Nigeria ha registrado ataques, destacando la rivalidad entre Boko Haram e ISWAP a la hora de reclamar la autoría de los diversos atentados en el estado de Borno, en el de Yobe o en Adamawa. Es necesario también destacar el caso de Camerún, donde los enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y grupos separatistas desde 2017 han llevado a una crisis de refugiados y a retroalimentar la inestabilidad, junto con una mayor actividad de ISWAP en el país. Por último, destacar la relevancia que ha tenido el asesinato de los dos periodistas españoles David Beriain y Roberto Fraile y del irlandés Rory Young en la zona de parques naturales de Burkina Faso, donde preparaban un documental sobre la caza furtiva. Este ataque aún no ha sido reivindicado de forma fehaciente por los grupos terroristas presentes en la zona, el Grupo para el Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y el Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS).

El Cuerno de África registra una inestabilidad asociada a sus procesos de construcción nacional y a las controversias relacionadas con el territorio. En Etiopía la lucha por los recursos se ha materializado en cuestiones territoriales y étnicas mal resueltas que se han reavivado a nivel tribal, territorial y político. Junto a esto, se unen las tensiones con sus vecinos como consecuencia de la gestión de recursos, concretamente del Nilo y la construcción de la Presa del Renacimiento. Cabe destacar, además, que Etiopía es uno de los Estados más importantes del continente tanto a escala demográfica como histórica y, por ende, la inestabilidad interna puede repercutir tanto en la propia región como en otros países del continente. Por otro lado, Sudán oscila entre el liderazgo regional de Egipto y Etiopía en relación a los recursos hídricos. Por el contrario, Sudán del Sur se ha visto sumido en la violencia de origen étnico desde su independencia en 2011, dando lugar a una crisis de desplazados. Por último, en Somalia, Al Shabab sigue siendo uno de los grupos terroristas más persistentes, percibido como una de las filiales más exitosas de Al Qaeda, con capacidad de acción tanto en Kenia como en Uganda. Desgraciadamente, una crisis nacional de liderazgo en 2021, con el enfrentamiento de las cámaras del Parlamento y el presidente Mohamed Farmaajo, posponiendo las elecciones dos años, ha proporcionado nuevas oportunidades para el grupo. En medio del estancamiento político, los analistas han dado la alarma de que Al Shabab y otros militantes están tratando de aprovechar los disturbios.

África Subsahariana está experimentando oleadas de terrorismo yihadista. Por un lado, República Centro Africana sufre un recrudecimiento de la violencia desde mayo de 2017; en República Democrática del Congo ha resurgido la violencia desde 2018, a lo que se suma la reaparición del ébola. Por otro lado, en Mozambique (país de mayoría católica), el grupo Ansar al Sunna ha perpetrado numerosos ataques en el norte, concretamente en una región estratégica por cuestión de recursos y donde se asientan multinacionales extranjeras y proyectos de extracción. Con la situación en Mozambique la presencia yihadista se traslada hasta el sur del continente, ampliando su presencia a todas las regiones africanas.

 

Futuro incierto: más inestabilidad y ‘nation building’

Este recorrido por el continente africano muestra que la violencia es una constante y que, a pesar de los diversos esfuerzos tanto de la Unión Africana como de la comunidad internacional, más que estabilizar las regiones, se ha producido un repunte de la violencia y de la inestabilidad. Los grupos insurgentes se reproducen por doquier y África parece ser el teatro de operaciones de la nueva Yihad, en detrimento de su presencia en Siria y en Irak. Esto, unido a su financiación a través de las diversas actividades del crimen organizado, hace que estas organizaciones cada vez sean más fuertes y tengan unas capacidades superiores.

La imbricación de causas es uno de los principales problemas del continente, así como la dificultad de implementar las bases de Estados fuertes y potentes. En definitiva, además de pacificar, los procesos del nation building (construcción nacional) son cruciales para el futuro de África. Es, por tanto, necesario abordar la situación de forma holística y reconducir y unificar los ingentes esfuerzos que la comunidad internacional lleva a cabo en el continente.