Es difícil que el 2012 repita los niveles de contestación popular registrados en el conjunto del mundo árabe.

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Será difícil que el recién iniciado 2012 repita los niveles de contestación popular registrados en el conjunto del mundo árabe y el asombroso éxito de la caída de tres autócratas en unos pocos meses: Ben Ali, Mubarak y Gaddafi. Sin embargo, todo apunta a que los próximos meses seguirán siendo convulsos en ciertos puntos de la región porque los problemas de la población siguen siendo los mismos. La primavera árabe ha llegado para quedarse. El poder de alcance de los nuevos medios de comunicación sociales hace extremadamente complicado para los regímenes dictatoriales de la región ocultar sus cotidianas manifestaciones de despotismo. La sociedad ha perdido el miedo y está cada vez menos dispuesta a aceptar el fatalismo de la injusticia y la opresión. Todos, en esta comunidad global, estamos obligados a apoyar a los árabes, sin tutelas ni intervencionismos, en su batalla por la libertad y agradecer su valentía.

Con todo, en el Magreb occidental –Marruecos, Argelia y el territorio saharaui— el año arrancará con una situación relativamente tranquila. La monarquía alauita ha optado por adelantarse a un posible recrudecimiento de la oposición en la calle, minoritaria aún, con el desarrollo de un proceso reformista y de transparencia. Sin embargo, el cóctel explosivo de la pobreza, la corrupción y el analfabetismo permanece. El régimen, con un Gobierno presidido por islamistas moderados por vez primera, tiene ante sí un reto ingente.

Antonio Navarro Amuedo, periodista afincado en Marruecos.