El país es un banco de pruebas para la cooperación internacional. ¿Qué retos hay que conseguir?
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YOSRA BEN HASSINE/AFP/Getty Images |
En 2013 Túnez ha sido noticia por el aumento de la tensión política, con incidentes graves como el asesinato del líder izquierdista Chokri Belaid en febrero o la violencia desatada en mayo tras la prohibición de que el grupo salafista Ansar al Sharia celebrara un congreso en la ciudad de Kairuán. No obstante, la segunda mitad del año podría traernos noticias más positivas si se consigue aprobar la nueva Constitución y las siguientes elecciones parlamentarias se desarrollan con normalidad y transparencia.
De la misma forma que Túnez marcó tendencias al iniciar una protesta popular masiva que puso fin a décadas de autoritarismo, los progresos en su transición democrática podrían tener un efecto balsámico y ejemplarizador para el resto del mundo árabe. En un momento en que el escepticismo sobre los resultados de la primavera árabe se está sobreponiendo al optimismo entre políticos y creadores de opinión este podría ser el modelo a seguir. El horizonte de la transición democrática, de la recuperación de la dignidad y de una mayor justicia social sigue vigente. Tanto el clima de polarización política e inseguridad como unas perspectivas económicas poco halagüeñas han puesto sobre la mesa que el proceso iba a ser más lento y más lleno de obstáculos de lo que la sociedad tunecina y los observadores internacionales habían querido pensar.
El desembarco de la cooperación internacional
La comunidad internacional ha visto en Túnez un banco de pruebas, no solo para la extensión de la democracia en el mundo árabe sino también para repensar sus políticas de cooperación. ¿Por qué Túnez? Por tres motivos. Primero, porque tenía un papel simbólico como iniciador de la primavera árabe. Segundo, porque al haberse producido una ruptura clara con el régimen de Ben Alí, Túnez se presentaba como una página en blanco en la que redibujar los términos de una relación más equilibrada y justa. Y, tercero, porque Túnez es relativamente pequeño (comparado con Egipto, por ejemplo) y tiene una administración pública operativa y una sociedad dinámica, lo que aumenta la viabilidad y la eficacia de los proyectos de cooperación.
Precisamente, porque la inmensa mayoría de los donantes internacionales coincidieron en el diagnóstico de que Túnez era un buen lugar donde invertir en nuevos proyectos de cooperación, en especial en el ámbito democrático y del buen gobierno, se produjo desde los primeros meses de 2011 un masivo desembarco de cooperantes, políticos y actores de la sociedad civil. Todos buscaban interlocutores en el tejido asociativo y la complicidad de las nuevas autoridades. Para las elecciones constituyentes de 2011 hubo tres misiones distintas de asistencia electoral y una infinidad de visitas y de ofertas de colaboración que recibieron los miembros de la Asamblea Constituyente. La avalancha fue tal que se hicieron más ...
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