Por qué pronto se convertirá en una importante potencia.

 

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Mientras la eurozona experimenta la peor crisis de su historia, hay al menos un país  –Turquía– que contempla feliz desde fuera la situación. Su economía se ha triplicado desde que el primer ministro Recep Tayyip llegó al cago, y su Gobierno ha articulado una visión para convertirse en la décima mayor economía del mundo para 2023 –el año del centenario de la república turca. La piedra angular del éxito del país es el fuerte liderazgo del Ejecutivo, que, en marcado contraste con los líderes europeos, está comprometido a llevar a cabo reformas y muy centrado en aprovechar las oportunidades asociadas a la actual crisis.

Existen tres factores que hacen muy probable que Ankara sepa gestionar  los riesgos del actual periodo y continúe respondiendo a su potencial. En primer lugar, ha resuelto en gran medida su crisis de identidad. En vez de formular la cuestión de la identidad en términos de oposición entre lo que es europeo y lo que es de Oriente Medio, de lo religioso o lo secular, de lo oriental o lo occidental, Turquía está ahora planteando sus ventajas en términos de cooperación: musulmán y secular, oriental y occidental, regional y global. En el proceso, ha diseñado una narrativa que utiliza todas las facetas de su rica cultura, historia y situación geográfica con el propósito de hacer realidad su visión de convertirse en un actor global. La seguridad humana y el imperio de la ley se han vuelto asuntos centrales de esta narrativa.

En segundo lugar, el Gobierno turco ha adquirido la confianza necesaria para tomar decisiones políticas difíciles. La Administración de Erdogan se ha embarcado en reformas tanto fiscales como monetarias a la vez que lleva a cabo una difícil revisión de la Constitución mediante un exhaustivo proceso público.

Gran parte de la responsabilidad por esta sensación de confianza proviene del equipo de Gobierno que ha logrado reunir Erdogan, que ha logrado sobreponerse al clásico problema del líder fuerte rodeado de seguidores débiles, y en el que recae parte del mérito por este nuevo sentimiento: Alí  Babacan, viceprimer ministro; Egmen Bagis, ministro de asuntos de la UE y principal negociador; Ahmet Davutoglu, ministro de Asuntos Exteriores; y Mehmet Simsek, ministro de Finanzas, articulan una visión compartida de los desafíos de Turquía y se adhieren a un planteamiento común de las políticas que es necesario implementar.

El Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan también se enorgullece de contar con una fuerte conexión con muchos ciudadanos turcos. Proporciona el vehículo para una narrativa compartida, el aparato para movilizar al electorado y un canal para el ascenso social de la generación más joven.

En tercer lugar, el Gobierno ha iniciado una asociación orgánica con el sector privado, abriendo paso a un profundo cambio en la formación y el funcionamiento de la esfera económica. En el pasado, la élite empresarial turca dependía del clientelismo y la protección del Ejecutivo. La cerrada economía del país conformaba un sistema propenso a la crisis, en el que la inflación periódicamente se llevaba por delante los ahorros e infligía graves daños a los pobres.

Contar con legitimidad en el interior del país es la base de una política exterior activista, y Turquía está desempeñando un papel cada vez más significativo en la escena global

Las nuevas compañías y líderes empresariales turcos, en contraste, son producto de la dura escuela de la competencia global y están incansablemente concentrados en establecer una reputación en un variado conjunto de países. La nueva flexibilidad de Turquía se ha hecho evidente en sus prácticas empresariales: el país ha reorientado su economía para competir a escala global. La industria turca de la construcción se ha erigido como un protagonista importante, operando desde Rusia hasta el Kurdistán iraquí. Con una diversificación que va de los textiles a la electrónica o la industria de defensa, las firmas turcas se están volcando en los mercados emergentes a lo largo de todo el mundo.

Hay una doble transformación en marcha: el Gobierno no critica a las empresas, sino que apoya su autonomía y trabaja con ellas para ampliar las oportunidades del mercado global. A su vez, el sector privado acepta la necesidad de un marco normativo, predecible pero firme, por parte del Ejecutivo y exige mayores inversiones del Estado para generar las capacidades humanas que son el pilar de la competitividad nacional. Turquía está gastando en educación el mayor porcentaje del presupuesto de su historia para poder proporcionar a la juventud otros caminos para el ascenso social.

Contar con legitimidad en el interior del país es la base de una política exterior activista, y Turquía está desempeñando un papel cada vez más significativo en la escena global. Ahora se manifiesta con una voz propia en temas de política internacional que van desde Afganistán a la Primavera Árabe, pasando por la crisis financiera, Palestina o Somalia. Su cooperación con la Liga Árabe para desarrollar una respuesta a la actual crisis en Siria es una manifestación y un reconocimiento de la temprana adopción de Ankara del papel de líder del cambio en Oriente Medio.

El potencial de Turquía podría verse socavado, no obstante, por sus viejos demonios. Las tensiones entre el gobierno y sus ciudadanos kurdos, el legado de las divisoras tensiones entre los líderes civiles y los militares, los conflictos congelados de Chipre y Armenia, el estancamiento de Europa y las incertidumbres de la economía global tienen el potencial de amenazar lo logrado y de renovar desencantos pasados. Pero por el momento Turquía parece haber dejado estos obstáculos atrás.

Al convertirse en un caso excepcional en el mundo musulmán, Turquía ofrece un ejemplo de las ganancias que se pueden cosechar poniendo en práctica la voluntad política y el compromiso democrático. No habrá por tanto una más apropiada celebración del centenario de la república turca que el que el país se convierta en una rotonda global, un lugar en el que las ideas, las personas y los bienes fluyan de y hacia todo el mundo.

 

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