El atentado en Ankara, que se ha cobrado la vida de casi 100 personas, marca un macabro hito en la historia turca. El país euroasiático se encuentra sumergido en una escalada de violencia y lleva meses de impasse político a la espera de que se celebren nuevas elecciones el 1 noviembre, mientras su economía sufre las consecuencias de la inestabilidad interna y regional. He aquí cinco razones por las que Turquía es una olla a presión.

Un familiar de una de las víctimas del atentado en Ankara durante el funeral, 11 de octubre de 2015. Adem Altan/AFP/Getty Images.
Una familiar de una de las víctimas del atentado en Ankara durante el funeral, 11 de octubre de 2015. Adem Altan/AFP/Getty Images.

La polarización de la política. Un país sumido en múltiples dicotomías: secularismo versus islamismo, turcos vs kurdos, suníes vs alevíes, derecha vs izquierda, la elite kemalista de ayer vs la burguesía con raíces en Anatolia de hoy... Las divisiones que alberga la sociedad turca no son nuevas, pero desde las protestas de Gezi Park en 2013, el Gobierno turco inició una clara deriva autoritaria y la polarización ha ido en aumento. Turquía se encuentra hoy en una auténtica crisis política. Los partidos han sido incapaces de formar gobierno tras la elecciones del pasado junio, condenando al país a un limbo político durante meses, mientras que la economía se deteriora y el vecindario se hunde en el caos. El juego de culpas y las retoricas excluyentes y radicales parecen haberse instalado en el escenario político y, especialmente, en la oratoria del Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cuyo discurso se ha ido impregnando de tintes nacionalistas y, en ocasiones, anti occidentales. Desde el pasado julio no solo la violencia entre el PKK y las fuerzas turcas se ha avivado, sino también los  altercados entre  grupos nacionalistas turcos y poblaciones kurdas en algunos puntos del país, con el grave peligro que entrañaría un escalada de tensiones étnicas fuera de control. Algunos analistas señalan cómo el Gobierno del AKP, que ha perdido la mayoría absoluta que ostentaba desde 2003 en los comicios de junio, estaría utilizando la carta nacionalista con el fin de lograr votos de cara a las próximas elecciones en noviembre.

¿Adiós al milagro económico? Lejos queda ya el 7% de crecimiento anual que registró la economía de Turquía, la decimo octava del mundo, entre 2002 y 2006, cuando se hablaba del milagro turco. El año pasado el país creció solo un 2,9% y los pronósticos para 2015 no son nada halagüeños: se prevé que rondará el 3%. Y es que la economía turca padece de males que van más allá de un débil y estancado crecimiento −muy por debajo de su potencial− , ya que los analistas hablan de Turquía como una de las economías emergentes más frágiles. ¿Cuáles son los signos de alarma? Un peligroso aumento de la inflación (alrededor del 8% en septiembre), el déficit por cuenta corriente más alto de los países de la OCDE (casi el 6% del PIB), un mercado financiero y una moneda volátiles, así como el deterioro de factores como la independencia judicial, el Estado ...