
Meses después del intento de golpe de Estado en Turquía, el Gobierno de Ankara ha optado por perseguir a los elementos opositores y competir en el marco del liderazgo político regional.
“Es el triunfo de la democracia de Alá”. Con estas palabras Mehmet expresaba su euforia, un estado de plenitud y alegría que se perpetuaría durante semanas en las plazas de la capital, Ankara. Cuatro meses han pasado desde que fracasara la intentona golpista en el país anatolio y son los islamistas, los piadosos y oprimidos durante años por el estricto kemalismo, los seguidores del presidente Receyp Tayyip Erdoğan, quienes desde entonces abrazan la victoria.
Sin embargo, la jornada más negra para la historia del Gobierno de Erdogan dejó 240 muertos, miles de heridos y una estela de miedo que aún subsiste. Nazli Dursun −nombre ficticio por cuestiones de seguridad− es profesora de periodismo en la Universidad de Ankara. Tras su regreso de Estados Unidos, donde ha desarrollado parte de su carrera profesional, confiesa haber encontrado un país muy diferente: “No recuerdo jamás haber visto esta Turquía. Tener que tapar mis hombros por las críticas de los islamistas en el transporte público”. La académica y periodista además, expresa sus temores: “Tengo miedo a hablar, a dar mi opinión. La situación es muy compleja en el país, nos están despidiendo y deteniendo a todos”, confiesa.
Ya no existe una oposición en Turquía, nadie alza la voz contra el sultán de Europa. Más de 100.000 personas han sido despedidas de sus puestos de trabajo desde que tuviera lugar la asonada. Además, más de 51.000 personas han sido detenidas y 27.000, entre ellas 120 periodistas, continúan arrestadas. La falta de espacio en las cárceles ha obligado a crear prisiones improvisadas en pabellones deportivos. Por este motivo, el Ejecutivo turco empezó a liberar a unos 38.000 delincuentes comunes para dejar paso a los supuestos “golpistas”. Según el experto en sociología en la universidad de Hacettepe, Barish Tugrul, “es el miedo a otro intento de golpe lo que circula en los medios controlados por el Gobierno. Esto se utiliza como un mecanismo de poder absoluto para aprobar los decretos que en condiciones ordinarias, se encontrarían con una oposición fuerte por parte de los kemalistas, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), los ultranacionalistas, el Partido de Acción Nacionalista (MHP) y, sobre todo, por los prokurdos, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP)”. Además, desde el pasado 19 de octubre, el estado de emergencia ha sido oficialmente prolongado por tres meses más, es decir, que hasta principios de año el Gobierno de Erdogan podrá legislar sin encontrar en la oposición a nadie que le frene.
Por su parte, el experto en Relaciones Internacionales en la Universidad de Gazi, David Hernández, matiza: “la nueva Turquía está en un proceso de reforma estatal, económica y social. La depuración ha dejado instituciones inservibles, como la Educación y la Justicia, que son la base de cualquier sociedad. Cuando ...
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