Ankara y los kurdos iraquíes comparten más de lo que parece: el deseo de estabilidad y, sobre todo, intereses económicos. Algunos gestos de acercamiento ya se han producido a ambos lados de la frontera, pero quizá todavía es demasiado pronto para decir que el pragmatismo le ha ganado la partida al ultranacionalismo.

 

¿Se pueden prohibir en pleno siglo XXI las letras de un alfabeto? Algunos signos gráficos de la lengua kurda siguen vetados en Turquía, así como media docena de periódicos a favor del mayor pueblo sin Estado del mundo. Sin embargo, una tímida brisa de cambio recorre el país,encarnada, por ejemplo, en el inicio de emisiones en kurdo en la radiotelevisión estatal turca, que supuestamente dedicará uno de sus canales a este idioma a partir de enero.

La identidad kurda ya es aceptada de forma general en Turquía. Esto constituye, sin duda, un avance en el campo de las libertades respecto al pasado, en el que el falso dilema entre “seguridad o libertad” reprimía las aspiraciones de esta minoría. Desde que la organización armada Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) se levantara contra el Estado turco en 1984, más de 40.000 personas han perdido la vida. Esta guerra le ha costado a Turquía más de 380.000 millones de dólares (unos 270.000 millones de euros), y gran parte de este dinero ha ido a parar a los bolsillos del complejo militar-industrial estadounidense, según el investigador del Centro de Estudios Internacionales del Massachusetts Institute of Technology (MIT), John Tirman.

Ahora bien, en el periodo de reformas emprendido por el Ejecutivo turco entre 2002 y 2005, la importancia del PKK decayó gracias a una mayor concesión de libertades para esta minoría. A este hecho ha contribuido, en gran medida, el partido de raíces islamistas en el Gobierno, Justicia y Desarrollo (AKP), aunque el cambio definitivo debería llegar con una nueva Constitución que garantice los derechos culturales y lingüísticos de los kurdos.

De todas formas, la situación ha cambiado bastante desde que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan reconociera en agosto de 2005 la “cuestión kurda” en el sureste del país, la región denominada Kurdistán turco, algo impensable hasta entonces. Ahora mismo, su formación, el AKP, se perfila como el gran rival del prokurdo Partido de la Sociedad Democrática (DTP) -presente en el hemiciclo turco con 20 parlamentarios- gracias a su pragmatismo y a la defensa de una mejora económica también para la población kurda. Sin embargo, unas reformas proeuropeas congeladas hasta al menos después de las elecciones locales de marzo y los disturbios acaecidos en octubre con la llegada de Erdogan al sureste de Turquía evidencian la fragilidad de este proceso. “Nuestro país continuará sin marcha atrás posible la senda de la democracia, los derechos humanos y las libertades” había dicho el primer ministro semanas antes, pero una vez allí, rodeado de numerosos altercados violentos, adoptó la cantinela “una nación, una bandera, una patria y un Estado” en un país en el ...