En un mundo cada vez más volátil y complejo, las relaciones entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe atraviesan por un periodo de grandes retos. Además, en un momento en el que la relación entre ambas geografías parece estar estancada, el avance de las diferencias regionales no hace más que añadir complejidades ala situación.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, gesticula mientras habla en una conferencia de prensa durante la Cumbre UE-CELAC 2015. John Thys/AFP/Getty Images
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, gesticula mientras habla en una conferencia de prensa durante la Cumbre UE-CELAC 2015. John Thys/AFP/Getty Images

La Cumbre UE-CELAC celebrada en Bruselas el pasado junio dio muestras de esta realidad. El protagonismo europeo,acaparado por el primer ministro británico, David Camerón, y su homólogo griego, Alexis Tsipras, fue bastante notable, por razones, obviamente, distintas y no necesariamente relacionadas con América Latina. Por su parte, se produjerondestacadas ausencias latinoamericanas: la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, el presidente venezolano, Nicolás Maduro y el líder cubano, Raúl Castro.

Esta situación es, entre otras razones, el resultado de la incapacidad material de la Unión  Europea de llegar a acuerdos uniformes con toda la región latinoamericana. La prueba es que, en el momento presente, las relaciones de la UE-CELAC son más relaciones independientes de la Unión con países de América Latina, uno a uno.

La UE se presenta como un bloque institucional único, la CELAC comprende un conjunto de Estados que participan en otra amplia y desordenada gama de mecanismos regionales y subregionales. A pesar de los mensajes que parecen indicar que esto no va a ocurrir, surge una duda inevitable: ¿sería la institucionalización del CELAC una vía de solución?

En este sentido, es importante entender que, debido a la heterogeneidad de la región, ningún actor que quiera vincularse con América Latina puede hacer políticas únicas e iguales para todos.

Por ello, es necesario que se avance en el proceso de integración latinoamericana. Pero esta integración no debe presentarse simplemente como un proceso para la construcción de una única identidad sino que, por el contrario, debe girar en torno a la convergencia de los diversos intereses nacionales. Ser capaces de cohabitar en los mismos organismos de integración es el reto del momento para Latinoamérica.

En línea con esta reflexión y teniendo en cuenta que para algunos autores la UE se perfila como un modelo de integración para América Latina, un aspecto que genera inquietud en estos momentos es si tendrá efectos colaterales en el proceso de integración de la región latinoamericana la actual situación de crisis que se está viviendo en Europa a raíz de lo que ocurre en Grecia.

Por otro lado, China es una realidad que ha venido para quedarse y que, inevitablemente, desequilibra y condiciona la relación euro-latinoamericana. Conscientes de esta realidad, ¿no cabría esperar un renovado interés europeo por América Latina, para compensar la influencia china?

En cualquier caso, conseguir avanzar en las relaciones euro-latinoamericanas es posible ylos líderes políticos de ambos lados cuentan con las herramientas necesarias para hacerlo.No debemos olvidar que, a pesar de la distanciay la existencia de un gran océano entre los dos, la UE y América Latina están mucho más próximos que otros a los que une la tierra.

*Con la colaboración de Carlota Jiménez de Andrade, Asistente de Consultor en Desarrollando Ideas de LLORENTE & CUENCA.