La degradación medioambiental es una amenaza global, pero sus riesgos no están distribuidos de manera equitativa. He aquí cinco ejemplos de comunidades o países muy vulnerables a sus efectos: desde Estados Fallidos, que despiertan las peores pesadillas de la comunidad internacional, hasta poblaciones indígenas o pequeñas islas que pueden servir de inspiración al mundo. No están todos los que son, pero sí son todos los que están.

 

Minorías del Ártico, entre el medio ambiente y la geopolítica

AFP/Getty Images

En la Amazonia, en las montañas del Hindu Kush, en el lago Turkana en Kenia… Las comunidades indígenas son extremadamente vulnerables a los efectos del cambio climático, debido a la estrecha relación entre sus estilos de vida y la naturaleza, pero también por su escasa voz en las decisiones políticas a escala nacional e internacional. Los habitantes del Ártico, considerado el barómetro del calentamiento global, representan una curiosa ecuación de vulnerabilidad, activismo e incertidumbre en una de las partes del mundo donde confluyen preocupaciones medioambientales e intereses geopolíticos.

La población indígena Inuit o la comunidad Sami, entre otras minorías, que habitan las tierras altas de los países nórdicos, Canadá, Alaska (EE UU) y Rusia, son testigos de cómo el incremento de las temperaturas –aumentan a un ritmo más rápido que en el resto del planeta– y cambios en las precipitaciones están afectando a sus principales actividades socioeconómicas, la pesca y el pastoreo de renos. A pesar del estrés medioambiental que sufre la zona, estás comunidades no se han quedado sentadas esperando a que sus pueblos desaparezcan como el hielo del Ártico. Su conocimiento milenario de este remoto entorno les está ayudando a buscar nuevos métodos de adaptación y alzar su voz en foros internacionales, defendiendo sus derechos y aportando soluciones. El resultado es que seis organizaciones, que representan los 500.000 indígenas de los 4 millones de habitantes del Ártico, tienen status de participantes permanentes en el Consejo del Ártico, junto con los 8 Estados miembros que conforman este foro intergubernamental. Pero también hay un lado amargo: probablemente estas comunidades vayan a contar muy poco en los cálculos geopolíticos. La futura explotación de los vastos recursos energéticos del área, debido al creciente deshielo, está despertando las ansias de las potencias árticas, no solo de Rusia sino también de los amables países nórdicos. Algunos expertos ya hablan de una futura guerra fría en el Ártico, donde las comunidades indígenas tienen casi seguro todas las de perder.

 

Mujeres: víctimas con soluciones

AFP/Getty Images

Las mujeres tienen hasta 14 veces más probabilidades que los hombres de morir a causa de catástrofes naturales, según estudios sobre género y desastres. Detrás de esta siniestra estadística se esconden constricciones sociales que van desde vestimentas que dificultan la supervivencia en caso de inundaciones hasta no poder abandonar sus casas sin un miembro varón de su familia, entre otros condicionantes. El contexto de vulnerabilidad no acaba aquí, los efectos del cambio climático exacerban las desigualdades y las relaciones de poder en los países en desarrollo, donde se estima que la población femenina representa el 43% de la fuerza laboral en la agricultura -en África y el Sureste Asiático es del 50%- y tiene la responsabilidad de proveer de alimentos, agua y energía a los hogares. La degradación medioambiental y la escasez de recursos hídricos se  traducen en más kilómetros que las mujeres deben andar a diario; las crisis alimentarias en migraciones forzosas donde son extremadamente vulnerables al tráfico de personas, y los desastres naturales en campos de refugiados donde la violencia sexual está a la orden del día.

Dejando a un lado la etiqueta de víctima, a menudo también perjudicial, las ONG abogan por dar a las mujeres más poder y recursos para que canalicen sus conocimientos y experiencias en agricultura en soluciones. De hecho, diversos estudios señalan que las mujeres están jugando ya un papel esencial en la mitigación y adaptación al cambio climático: desde prácticas para el cuidado de sus familias que resultan al mismo tiempo positivas para la conservación medioambiental hasta estrategias creadas para superar situaciones de crisis alimentaria. Sin embargo, el gran reto sigue siendo el fin de las prácticas de exclusión que impiden que las mujeres participen por igual en la toma de decisiones y ocupen posiciones de liderazgo, ya que continúan estando infrarrepresentadas en los organismos e instituciones sobre el cambio climático. En definitiva, el desafío está en transformar a las víctimas en agentes del cambio hacia un desarrollo sostenible.

 

Paraísos en extinción, a la vanguardia del cambio

AFP/Getty Images

¿Puede mantenerse la soberanía nacional de un Estado si es devorado por las aguas? Esta cuestión pueden parecer rocambolesca, pero ya está presente  en el debate jurídico-político sobre los dramáticos efectos del cambio climático sobre pequeñas islas Estado en el Pacífico, Índico y Caribe. Maldivas, Tuvalu o Kiribati son los ejemplos más conocidos de paraísos en extinción. Su creciente escasez de agua potable, la degradación de sus arrecifes de coral –fuente de biodiversidad y alimentos–, el incremento de ciclones o el declive de actividades económicas como la pesca y la agricultura están poniendo en peligro su supervivencia. Aunque es la subida del nivel del mar lo que supone la mayor amenaza, ya que podría hacer inhabitables estas islas para el 2100.

Estos pequeños Estados ya han asumido que el tiempo se agota. No solo han alzado la voz en foros y medios de comunicación pidiendo compromiso y ayudas financieras internacionales, argumentando que están pagando un alto precio por un deterioro medioambiental global al que poco contribuyen –su huella ecológica es ridícula comparada con la de países como Estados Unidos o China–, sino que han decido ponerse a la vanguardia del cambio. Maldivas y Tuvalu, entre otros, ya parecen decididos a convertirse en países libres de emisiones para 2020 y transformar un modelo energético de combustibles fósiles a uno basado en energía limpia. La pequeña isla de Kiribati, en el Pacífico, se plantea opciones más peculiares: la construcción de plataformas o islas flotantes que darían cobijo a sus ciudadanos de ser amenazados por las aguas.

La pregunta que permanece en el aire es ¿la migración forzosa es la única alternativa? Cada vez más expertos defienden que debería ser la últim a opción y es necesario que los países industrializados apuesten por reducir las emisiones y apoyar económicamente estrategias de adaptación. Por si la comunidad internacional defraudara, que no sería raro, el Gobierno de Kiribati ya ha lanzado un programa de educación para hacer de sus ciudadanos unos potenciales inmigrantes más cualificados.

 

Estados Fallidos y guerras del clima

AFP/Getty Images

“Ha llegado la hora de entender lo que es el medioambiente: el asunto de seguridad nacional de comienzos del siglo XXI”, afirmaba el periodista y experto en seguridad Robert Kaplan, hace casi 20 años. Hoy solo necesitamos echar un vistazo a la lista de Estados fallidos de 2012: del top 10 de países más débiles, seis se encuentran en África, uno de los continentes más vulnerables al cambio climático. Las razones no se hayan solo en la exposición de algunos países africanos a amenazas como el aumento de temperaturas y la sequía, sino a unas instituciones frágiles incapaces de abordar estos desafíos y unas sociedades con pocas capacidades para adaptarse. Estos son los ejemplos de Somalia, República Democrática del Congo y Sudán, donde se teme que los problemas ecológicos puedan intensificar las tensiones y conflictos internos. Algunos informes advierten también de una disminución de la cantidad de nieve en los glaciares que abastecen de agua Afganistán o la tensa Cachemira, dos polvorines en Asia.

¿Puede el cambio climático generar conflictos? Análisis afirman que podría ser simplista establecer una relación causa-efecto entre ambos, ya que es improbable que los problemas medioambientales sean el único factor, pero puede sumarse a otros, así como moldear o intensificar conflictos ya existentes. Para el sociólogo alemán Ulrich Beck, la amenaza ecológica es uno de los principales eje de conflicto en la “sociedad del riesgo” en la que vivimos. Aunque se trata de un problema global, no está distribuido por igual: los países débiles son especialmente vulnerables, como lo son también a peligros como el terrorismo. ¿Cómo hacer frente a este desafío en un mundo de fronteras porosas, donde los límites entre fuera y dentro, global y local se nublan? Beck lo tiene claro: más cooperación transnacional, más cosmopolitismo.

 

Haití: cóctel de vulnerabilidad y corrupción

AFP/Getty Images

La isla caribeña tiene el dudoso honor de ser considerado el país más vulnerable al cambio climático, según el índice de la compañía británica de análisis de riesgo Maplecroft. El terremoto de 2010 fue solo la guinda del pastel para un país sumido en la pobreza y la degradación medioambiental. Haití representa la dramática combinación entre una gran exposición geográfica a los efectos del cambio climático –aumento de huracanes, tormentas, cambios en los patrones de precipitaciones, etcétera– y factores socioeconómicos, debilidad institucional y escasos recursos económicos para llevar acabo respuestas eficaces.

Diferentes iniciativas internacionales han lanzado proyectos para repoblar la isla, que sufre de una severa deforestación y solo conserva el 2% de sus bosques originales, así como instalar sistemas de alarma ante tormentas o controlar la salubridad del agua. Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo ha concedido 15 millones de dólares para reformar la agricultura del país, que ha sufrido un declive en los últimos 20 años. Aunque Haití es un ejemplo de la necesidad de invertir en prevención y adaptación, también muestra los peligros que supone la corrupción para la respuesta al desafío medioambiental. Transparencia Internacional (TI) advierte que la lucha contra el cambio climático va a precisar de la inyección de grandes sumas de dinero a escala global y el riesgo de corrupción es altísimo, poniendo en peligro el éxito de las respuestas. La transparencia brilla por su ausencia en Haití, que ocupa el puesto 175 en el Índice de TI, por la que la corrupción podría convertirse en la tormenta silenciosa que deje a la isla sin futuro.