Cada semana, un millón de personas se traslada a las ciudades de todo el mundo. Es una migración callada y constante que equivale a añadir toda la población de Dublín al paisaje urbano del planeta cada pocos días. Es fácil suponer que el aumento de los desperdicios, la contaminación y la población de esta rápida urbanización las convierte en ciudades sucias. Los ríos llenos de porquería de Nueva Delhi y el aire irrespirable de Moscú son prueba de ello. Una vida más rica significa más desperdicio, y más gente significa ciudades más sucias, ¿verdad?

No necesariamente. Utilizando la clasificación de 2007 de Mercer Consulting sobre el estado de la sanidad y los servicios sanitarios en todo el mundo, nos encontramos con que las ciudades más globalizadas no son las más sucias. Es más, algunas de las más grandes y más integradas son de las más limpias del planeta. Washington (11), Estocolmo (24), Zúrich (26) y Boston (29) están entre las 20 ciudades más limpias entre 215 examinadas, por ejemplo. El problema para gigantes como Lagos (53), Ciudad Ho Chi Minh (55) y Bangalore (58), es una cuestión de escala. Sus poblaciones son tan enormes y sus recursos tan escasos que no pueden darse el lujo de una limpieza general.

 

‘CIUDADES SUCIAS’ Y TASA DE GLOBALIZACIÓN