
Los rumanos querían un cambio. El conservador Klaus Iohannis encabeza el nuevo proyecto y su prioridad es combatir el gravísimo problema de corrupción. En la economía del país, un éxito relativo en el este de Europa, el sector energía se presenta como una gran oportunidad.
El presidente de Rumanía y líder de la Alianza Liberal Cristiana de centro-derecha, Klaus Iohannis, anuncia su intención de querer transformar el país. Se propone acabar con la corrupción: la razón que lo ha aupado a la jefatura del Estado. Para conseguirlo tendrá que contar con el primer ministro socialdemócrata, Victor Ponta, en una cohabitación basada en el consenso.
En su reciente discurso de investidura, el presidente conservador reafirmó su compromiso. Para ganar esta lucha garantizará el Estado de Derecho y velará por la independencia de la justicia. Y es que su victoria ha tenido como telón de fondo los temores de la población respecto de la acumulación de poder de la mayoría gubernamental. El primer ministro había censurado con frecuencia a la fiscalía anticorrupción, justo cuando numerosos políticos socialdemócratas estaban siendo investigados o inculpados.
La amplia movilización en los comicios ha sido una demostración pública de la sociedad civil contra la corrupción. Una concienciación esencial ya que la presión de Bruselas es necesaria pero no suficiente. La UE ha advertido repetidamente sobre la necesidad de combatir esta lacra. Un flagelo del que no se ha salvado ni el mismo Iohannis, que había criticado a Ponta, por estar salpicado por varios escándalos. Se investigan las informaciones de que simultaneó su cargo de alcalde de la ciudad transilvana de Sibiu con el de jefe de una empresa local de distribución de agua. No obstante, como alcalde Iohannis demostró una muy eficaz gestión municipal. Bajo su largo mandato, Sibiu consiguió ser la primera ciudad rumana que ostentó el título de Capital Europea de la Cultura (en 2007) y se ha convertido en una de las urbes más hermosas y turísticas.
Su primera acción ha sido pedir públicamente a los partidos que demostraran haber comprendido el mensaje de las urnas. Eso implicaba, según Iohannis, el rechazo definitivo del proyecto de ley para amnistiar a quienes han incurrido en hechos de corrupción y retirar la inmunidad a los diputados bajo sospecha para que la Fiscalía pueda estudiar sus casos. Se ha conseguido. Sin embargo, la receta para acabar con la corrupción pasa no sólo por modificar la legislación sino también por cambiar la mentalidad y la manera de trabajar.
El desarrollo democrático se ha basado en el proyecto político europeo. El problema ha sido su aplicación disfuncional. Parte de las elites no rompió con su pasado comunista aprovechando las ventajas de la democracia. La corrupción y el fraude limitan la capacidad de Rumanía para absorber los miles de millones que tiene asignados de la UE. Este año se arriesga a perder 100 millones de euros por deficiencias de control, gestión o ...
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