Un niño se asoma entre banderas en un día de fiesta nacional en Rumania. Daniel Mihailescu /AFP/Getty Images
Un niño se asoma entre banderas en un día de fiesta nacional en Rumania. Daniel Mihailescu /AFP/Getty Images

Los rumanos querían un cambio. El conservador Klaus Iohannis encabeza el nuevo proyecto y su prioridad es combatir el gravísimo problema de corrupción. En la economía del país, un éxito relativo en el este de Europa, el sector energía se presenta como una gran oportunidad.

El presidente de Rumanía y líder de la Alianza Liberal Cristiana de centro-derecha, Klaus Iohannis, anuncia su intención de querer transformar el país. Se propone acabar con la corrupción: la razón que lo ha aupado a la jefatura del Estado. Para conseguirlo tendrá que contar con el primer ministro socialdemócrata, Victor Ponta, en una cohabitación basada en el consenso.

En su reciente discurso de investidura, el presidente conservador reafirmó su compromiso. Para ganar esta lucha garantizará el Estado de Derecho y velará por la independencia de la justicia. Y es que su victoria ha tenido como telón de fondo los temores de la población respecto de la acumulación de poder de la mayoría gubernamental. El primer ministro había censurado con frecuencia a la fiscalía anticorrupción, justo cuando numerosos políticos socialdemócratas estaban siendo investigados o inculpados.

La amplia movilización en los comicios ha sido una demostración pública de la sociedad civil contra la corrupción. Una concienciación esencial ya que la presión de Bruselas es necesaria pero no suficiente. La UE ha advertido repetidamente sobre la necesidad de combatir esta lacra. Un flagelo del que no se ha salvado ni el mismo Iohannis, que había criticado a Ponta, por estar salpicado por varios escándalos. Se investigan las informaciones de que simultaneó su cargo de alcalde de la ciudad transilvana de Sibiu con el de jefe de una empresa local de distribución de agua. No obstante, como alcalde Iohannis demostró una muy eficaz gestión municipal. Bajo su largo mandato, Sibiu consiguió ser la primera ciudad rumana que ostentó el título de Capital Europea de la Cultura (en 2007) y se ha convertido en una de las urbes más hermosas y turísticas.

Su primera acción ha sido pedir públicamente a los partidos que demostraran haber comprendido el mensaje de las urnas. Eso implicaba, según Iohannis, el rechazo definitivo del proyecto de ley para amnistiar a quienes han incurrido en hechos de corrupción y retirar la inmunidad a los diputados bajo sospecha para que la Fiscalía pueda estudiar sus casos. Se ha conseguido. Sin embargo, la receta para acabar con la corrupción pasa no sólo por modificar la legislación sino también por cambiar la mentalidad y la manera de trabajar.

El desarrollo democrático se ha basado en el proyecto político europeo. El problema ha sido su aplicación disfuncional. Parte de las elites no rompió con su pasado comunista aprovechando las ventajas de la democracia. La corrupción y el fraude limitan la capacidad de Rumanía para absorber los miles de millones que tiene asignados de la UE. Este año se arriesga a perder 100 millones de euros por deficiencias de control, gestión o retrasos. Bruselas decidió bloquear las ayudas al país hasta que demuestre ser capaz de “detectar el fraude”.

En su mensaje, Iohannis, descendiente de la pequeña minoría alemana, aspira a una nación más unida. Algo muy importante para los casi 22 millones de habitantes entre los cuales se cuentan significativas colectividades de húngaros, gitanos, ucranianos, etcétera.

El Presidente quiere además una Rumanía fuerte que deje atrás las oportunidades perdidas. La precariedad social, la más elevada de la UE, ha obligado a emigrar a millones de ciudadanos. La diáspora rumana de casi cuatro millones quiere mejorar su situación e imagen al sentirse a menudo ciudadanos de segunda, tanto del país que los acoge como del suyo propio.

El momento es propicio cuando se resurge de un período de recortes presupuestarios y reformas. A pesar de la pobreza la economía rumana –en buena forma en términos convencionales– se cuenta entre los éxitos relativos de Europa del Este.

Con un crecimiento elevado para estándares europeos, se prevé un 2,5% para este año (con un déficit del 1,4%), la economía está basada en manufacturas y consigue exportar productos progresivamente de mayor complejidad. La infraestructura se encuentra en un continuo proceso de modernización.

 

Potencial energético

El sector energía se presenta como gran oportunidad. Iohannis dará continuidad a la actual política exterior. Consolidará la alianza con EE UU y su compromiso con la OTAN, organización a la que pertenece desde hace diez años y reforzará su posición en la UE. En la actual situación de crisis, la situación geopolítica de Rumanía, el miembro de la Unión que comparte la mayor frontera con Ucrania, es estratégica.

El Mar Negro se está haciendo un sitio en el mapa mundial del petróleo y el gas. Su potencial es enorme. En 2012, se halló un yacimiento de gas natural y este verano otro de crudo en las aguas poco profundas de la plataforma continental.

Rumanía produce la mayor parte del gas natural que consume y la tasa de importación de Rusia está por debajo del 20%. Hay esperanzas de que estos descubrimientos y su desarrollo podrían llevaren el futuro a la tan anhelada independencia energética. Un resultado que busca conseguirse asimismo mediante el ahorro. En Bucarest, la capital, se llevan a cabo obras de aislamiento térmico con un programa de renovación a gran escala respaldado por fondos europeos.

Con las nuevas tecnologías la exploración y explotación de petróleo pueden convertir esta zona en exportador neto de hidrocarburos para Europa. Aunque la onerosa exploración en alta mar está en marcha, los bajos precios de la OPEP podrían retrasarla.

Tras la anexión de Crimea, Rusia trata de controlar los recursos de la región de forma agresiva. Alegando que la propia UE estaba bloqueando la iniciativa, Moscú ha suspendido intempestivamente el proyecto de gasoducto South Stream. Es el momento y la ocasión para diversificar las fuentes de abastecimiento. Una alternativa viable es construir un gasoducto en Azerbaiyán para bombear gas del mar Caspio hacia Europa. Al mismo tiempo se incrementará la capacidad de transporte de gas licuado a través del Mar Negro, conectando Georgia con Rumanía. Con esa ruta se refuerza la seguridad del suministro para Europa Central y Oriental.

Bucarest actualizará y ultimará sus interconexiones de gasoductos con Bulgaria, Hungría y Moldavia. Una remodelación del sistema permitiría flujos bidireccionales de gas invirtiendo el flujo –si bien en pequeñas cantidades– si Rusia cerrara la llave del gas ayudando así a sus vecinos. De hecho, los ministros de Energía de Bulgaria, Grecia y Rumanía ya solicitaron apoyo técnico y financiero a la UE para crear un “gasoducto vertical” que conecte a los tres países, con miras a garantizar suministros bidireccionales ininterrumpidos. Pidieron igualmente la mejora de su conexión al sistema de gas europeo.

Con Rumanía como eje central se redibujará el mapa energético de Europa cubriendo parte de sus necesidades. Subrayan el valor geoestratégico del país, ubicado en la intersección de la UE, los Balcanes y la Comunidad de Estados Independientes, los tres grandes corredores paneuropeos que lo cruzan. El Corredor nº. 4 conecta el oeste y el este del continente; el nº. 9, conecta el norte y el sur y el nº. 7 facilita la navegación por el Danubio, el único gran río europeo que fluye de oeste a este.

Estas elecciones constituyen una señal trascendental en momentos en que la democracia se resiente en países de Europa central como Hungría. En el contexto de las tensiones entre Bruselas y Moscú por el conflicto en Ucrania se afianza el valor de un socio indispensable para la estabilidad y la seguridad energética. La creación de una verdadera dimensión europea del Mar Negro es no solo deseable sino ineludible.