El director de cine israelí Ari Folman, que acaba de estrenar en España el documental animado Vals con Bashir sobre la matanza de la que fue testigo en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, cuenta a FP las razones para hacer esta película, cómo le gustaría que ayudase a crear puentes entre Palestina e Israel y las reacciones que ha provocado el film en su país.

Foreign Policy edición española: Vals con Bashir es una película autobiográfica en la que usted intenta reconstruir lo que presenció en la guerra de Líbano de 1982, en concreto, la matanza en Sabra y Chatila. ¿Por qué cree que su mente ha intentado borrar esa parte de su vida?

Ari Folman. Al terminar el servicio militar, a los 22 años, comencé a distanciarme de ese periodo de mi vida, porque creo que el servicio militar es un tiempo inútil, perdido y que no aporta absolutamente nada. Durante esa etapa lo único que viví fueron hechos desagradables, por eso empecé a desconectar, corté con la gente que me había rodeado en esa época, rompí con todo lo que había visto. Cada vez que soñaba con ello intentaba olvidarlo y borrar las imágenes; si realmente te esfuerzas lo consigues, los recuerdos se van.

[…] Cuando uno intenta suprimir la memoria lo hace como vía de supervivencia. Pero si uno empieza a recordar, ya no puede volver atrás, ya no se puede hacer nada, hay que seguir tirando del hilo y sacarlo todo, y eso es lo que me ocurrió a mí. En cambio, hay personas que pueden vivir cien años habiendo olvidado algunos recuerdos, y no pasa nada.

FP: El cine le ha servido de terapia, ¿cree que esta película también puede ayudar a Israel y a Palestina a acercarse?

A. F. Pienso que cualquier película puede ser utilizada como terapia. Una como Vals con Bashir lo es, pero también puede serlo un film de adolescentes porque te conecta con un periodo de tu vida en el que eras mucho más joven. Sí, creo que puede ayudar a que estos dos pueblos se acerquen, por ejemplo, al proyectarse en Europa se ha conseguido establecer un diálogo con los palestinos inmigrantes que viven allí, ha abierto una pequeña conexión. Aunque creo que el interés será aún mayor cuando se estrene en Oriente Medio, cosa que está a punto de ocurrir. Este tipo de películas ayudan, pero no van a cambiar el mundo ni la situación que se vive allí.

FP: El documental es un manifiesto contra la barbarie que se cometió, un alegato sobre porqué los hechos no deben olvidarse y el sinsentido de la guerra. En cambio, ¿no cree que la historia se repite con el reciente conflicto en Gaza?

A. F. Hace dos años cuando faltaba todavía un año para terminar la película, y justo acababa de estallar la segunda guerra de Líbano, los dibujantes, que eran muy jóvenes, me dijeron: ‘Ari, parece que hemos perdido el tren porque si hubiéramos acabado la película antes, hubiera servido de mucho. Y yo les dije: “tengo confianza en nuestros líderes, no te preocupes, siempre habrá algo nuevo, que será relevante y, por desgracia, no me he equivocado’.

FP: Sus fuentes de información en esta película son sus compañeros y un periodista. ¿Por qué no se acercó a las familias supervivientes de los campos de refugiados de Sabra y Chatila?

A. F. No, decidí mantenerme en un solo lado, me pareció que hubiera sido hipócrita por mi parte intentar dar una versión que no es la mía. Llegará el momento en que los palestinos puedan contar la suya, y yo no soy quien debo darla, sino ellos.

FP. Usted era un joven soldado que estaba en medio de un conflicto, un autómata que cumplía órdenes y que no sabía muy bien porqué estaba allí, pero siempre las víctimas reales en un conflicto bélico son la población civil.

A. F. Estoy totalmente de acuerdo, por eso mismo puse las imágenes de archivo al final de la película, para que no hubiera ningún malentendido. Los soldados no son los que realmente han sufrido, son los otros, son siempre los civiles los que sufren en un conflicto bélico. Fue una decisión puramente ideológica, no quería que la gente dijera qué magnífica es esta película, tiene una animación fantástica y una música de los 80 muy buena, deseaba que el espectador saliera del cine sabiendo lo que había ocurrido en Sabra y Chatila, que en esos tres días habían muerto miles de personas, la mayoría de ellos niños, mujeres y ancianos totalmente indefensos. Y si alguien a partir de aquí intenta leer y saber más sobre lo sucedido, con esto me doy por satisfecho.

FP: ¿En esta película intenta cuestionar no sólo a los falangistas cristianos de Líbano, donde su documental está prohibido, sino la actitud del ministro de Defensa israelí, en ese momento, Ariel Sharon?

A. F. Sí, al año de acabar la primera guerra del Líbano el comité que investigó los acontecimientos declaró culpable y responsable a Ariel Sharon, porque fue informado de la matanza que tuvo lugar durante esos tres días, lo permitió y no hizo nada para impedirlo. Se le prohibió de por vida volver al ministerio de Defensa, pero en cambio llegó a ser primer ministro.

FP: ¿Cómo ha reaccionado el Gobierno israelí?

A. F. Es sorprendente el éxito que ha tenido esta película en Israel. A todo el espectro político, curiosamente, le gusta. No me lo esperaba en absoluto. También es muy extraño que el Ejecutivo la apoye, de hecho, fue financiada por dos importantes fondos gubernamentales. Quizá, esto se deba a dos razones: que Israel quiera demostrar, justo en este momento, que es tolerante y, por eso, el Gobierno paga para que la película se vea en otros países; y la segunda, es que Israel piensa que es una forma de mostrar que la matanza de Sabra y Chatila no fue ejecutada por soldados israelíes, sino por los falangistas cristianos de Líbano.

Ari Folman, que cuando era un joven soldado del Ejército israelí presenció la masacre de civiles en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en 1982 durante la guerra de Líbano, ha dirigido el documental gráfico Vals con Bashir en el que reconstruye su testimonio sobre estos hechos.