El Tratado de Lisboa celebra su primer aniversario. Desde su entrada en vigor, Europa ha vivido sobresaltos como los ataques especulativos al euro, los recates a Grecia e Irlanda y además, sigue sin saber cómo reaccionar al declive de su liderazgo en el mundo. Desde FP en español queremos valorar el primer año de vida del Tratado y para ello hemos preguntado a expertos, periodistas y políticos qué nota le pondrían y si ha estado a la altura.

 

 

Aurora Mínguez

Nota: 4

El Tratado de Lisboa no contaba con que un Estado miembro entrara en bancarrota. Tampoco estaba previsto que el Banco Central Europeo rompiera su independencia y que saliera en defensa de los Estados. Todo ha saltado por los aires y ahora se habla, no ya de reforzar las reglas del Pacto de Estabilidad, sino de establecer el Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera más allá del 2013 como un mecanismo permanente, lo cual requerirá modificar el Tratado. Aún queda por ver si se crea un Gobierno Económico Europeo y un Fondo Monetario Europeo como pretende Alemania. Conceptos todos ellos inexistentes en el Tratado de Lisboa y precipitados por la crisis mundial.

Europa se encuentra además en una crisis existencial y de liderazgo contra las cuales Lisboa no ha sido un paliativo. Las dos nuevas figuras, el presidente del Consejo Europeo y la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, han quedado devaluadas al ser ocupadas por políticos de segundo orden y sin carisma que han estado totalmente ausentes, al igual que el presidente de la Comisión Europea, en la gestión de la crisis. Sólo cuentan el Consejo [los jefes de Estado y de Gobierno] y el Parlamento Europeo, que, dotado de mayores poderes, acaba de bloquear los presupuestos de la UE para 2011.

Aurora Mínguez es corresponsal de RNE en Berlín.

 

Diego Hidalgo

Nota: 2

Un año después del Tratado, que se supone que puso fin a desencuentros múltiples que prorrogaron el Tratado de Niza, mi conclusión es que está fracasando y haciendo aguas por varias razones.

En primer lugar, se centra en instituciones de gobernanza que pueden facilitar decisiones, pero no tomarlas. En segundo, ha habido un periodo demasiado largo de implementación y aún no están funcionando las principales estructuras. Por otro lado, el Tratado es “eurocéntrico”, ya que no se enfrenta con los verdaderos males de la UE (por ejemplo, política monetaria común pero no política fiscal común) y, además, ignora la crisis y la falta de competitividad de Europa en un mundo globalizado. Por último, los poderes de las autoridades, que además fueron nombradas en un proceso opaco y tienen poca autoritas, son muy restringidos.

Todos estos problemas derivan del predominio del interés nacional sobre el europeo, la falta de visión de Estado para Europa y para los propios países, cuyas decisiones están basadas en criterios electorales. Las medidas tomadas a escala nacional (como las excesivas medidas de austeridad en Alemania) han socavado los cimientos del Tratado y del futuro común de Europa.

 Diego Hidalgo es presidente de FRIDE.

 

Enrique Serbeto

Nota: 4,9

Esta es la clasificación de la mayor frustración. No se adapta a la mayoría de los problemas que han aparecido desde su entrada en vigor -ya se prepara la primera reforma para legalizar el mecanismo de rescate económico- y tampoco ha dado respuestas innovadoras a los que se arrastraban desde antes. Como todo en Europa, la creación primero del Tratado Constitucional y su reciclaje en el Tratado de Lisboa se hicieron bajo la constricción de las presiones de los intereses nacionales, que es la mejor garantía de que el resultado no sea satisfactorio para nadie. Europa había conseguido ser un objetivo mucho más atractivo antes de Lisboa y el rechazo del Tratado Constitucional en Francia y Holanda debió haber sido interpretado como un peligroso síntoma de que los ciudadanos están en otra longitud de onda, afectados por una clara indigestión causada por la última ampliación. La elección de las dos personalidades para los dos puestos estrella de la nueva organización institucional, Herman Van Rompuy y Catherine Ashton, ha sido, sobre todo la segunda, una equivocación añadida. Aunque también se puede interpretar como la consecuencia de la alarmante falta de liderazgo tanto en la UE como en los países miembros.

La única posibilidad de salvar la idea de Europa ha de ser definir claramente y simplificar las competencias de la Unión y las de los Estados miembros y avanzar en la democratización de las instituciones europeas, sobre todo la Comisión. De manera que su Presidente llegue a ser un cargo electo y responsable directamente ante los ciudadanos, no ante los jefes de Gobierno que le han designado.

Enrique Serbeto es corresponsal de ABC en Bruselas.