Quand le Maroc sera islamiste
(Cuando Marruecos sea islamista)

Nicolas Beau y Catherine Graciet 233 páginas,
La Découverte, París, Francia, 2006 (en francés)


Tú, que te convences a ti
mismo y a los que se ciegan
a tu alrededor de que
eres un soberano inconmovible, no
eres a los ojos de Alá más que un
hombre débil cuya suerte está echada”,
escribía el jeque Abdesalam
Yasin en una larga carta dirigida a
Hassan II, Comendador de los Creyentes
y padre del actual monarca,
en 1974. “Has recibido dos señales
de Dios, y cuando Él te ha salvado,
tú has persistido en la desobediencia,
has redoblado el despotismo. Eres
un Rey atemorizado que ha perdido
su equilibrio, y recibes esta misiva al
mismo tiempo que otras gentes”,
continuaba el místico sufí. “El Soberano
está sentado sobre un volcán a
punto de entrar en erupción”.

A modo de respuesta, el monarca ordenó ingresar a Yasin en una institución
psiquiátrica, donde permaneció tres años y medio. El jeque no representaba entonces
a casi nadie. Hoy, lidera la mayor organización islamista del país, con más
de 100.000 seguidores en todo Marruecos. Justicia y Caridad rechaza la política
convencional, pero trabaja en cada ciudad del reino a través de una red de asociaciones
benéficas dedicadas a la enseñanza –el 51% de la población es analfabeta–, a
dar clases de oficios, a prestar asistencia médica y a otras obras humanitarias.
“Están allí donde el Estado ha desertado”, según los periodistas Nicolas Beau
y Catherine Graciet en Quand le Maroc sera islamiste.

A sus 78 años, Abdesalam Yasin no ha renunciado a sus sueños. No rinde culto
al Rey como máxima autoridad del islam marroquí, con amplios poderes sobre el
clero: “No le reconocemos. Es nuestro derecho decirlo y estamos dispuestos a
pagar un alto precio por ello”, explica el jeque, que rechaza la violencia y
espera una gran rebelión pacífica –“no votar, no pagar los impuestos, no enviar
a los niños a la escuela, llamar a la huelga general”– para que eche a andar
su anhelado Estado coránico, un nuevo califato en el Poniente.

¿Un Corán
en el trono marroquí?:
el jeque Yasin,
de Justicia y Caridad, espera su momento.

Su hija, más moderna, se ha mostrado públicamente a favor de un sistema republicano,
y muchos observadores piensan que, tras la desaparición del líder, Justicia
y Caridad optará por un papel político más activo, al estilo del movimiento
palestino Hamás. Si la reciente y escandalosa distribución de escaños anunciada
por el Ministerio del Interior no cercena sus posibilidades, la otra gran organización
islamista del país, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), podría
ganar las elecciones generales de otoño de 2007. Se trata de un partido legal,
que tiene 42 de los 325 escaños del Parlamento y gestiona varios ayuntamientos.

El líder del PJD, Saidin al Uzmani, psiquiatra y diplomado en teología, ha
llevado a las puertas del poder a este antiguo grupo radical cuyos orígenes
se remontan al movimiento islamista egipcio Hermanos Musulmanes. Al Uzmani –a
quien no le disgusta que le comparen con el primer ministro turco, Recep Tayyip
Erdogan– ha aceptado el sistema casi en su totalidad: la reforma del Código
de la Mujer, el acuerdo de libre cambio con EE UU, la dignidad de Comendador
de los Creyentes del Rey y la integridad territorial de Marruecos. Sus diputados
apoyaron incluso la Ley Antiterrorista de 2003, que provocó graves abusos contra
los islamistas.

Aunque no todo han sido concesiones. Al Uzmani defiende una reforma constitucional
que limite de modo sustancial los poderes de Mohamed VI. “Queremos una democracia,
lo que es compatible con el islam (…) No queremos que los consejeros reales
se ocupen del país, porque no han sido elegidos”, explica un responsable del
PJD. En Marruecos, la Monarquía es el poder ejecutivo. Las decisiones políticas
las toman el Rey y el majzen, grupo de consejeros del monarca, que
gobierna avalado por la ley tradicional. El Parlamento y el primer ministro
sólo se encargan de sancionar y aplicar esas decisiones.

Pese a su discurso, la vocación democrática del PJD tampoco resulta siempre
previsible. En verano, el partido organiza campañas de moralidad islámica
en las playas; hace unos meses pidió la prohibición de Marock, una
película que narra la historia de amor entre una musulmana y un judío, y organizó
manifestaciones ante los cines. Recientemente, aplaudió al jeque egipcio Yussef
al Qardaui cuando, en Qatar, afirmó que Marruecos “no es un verdadero país musulmán”.

“¡Sería una catástrofe para
nosotros y para el país que llegáramos
al Gobierno! Hay que
lograr que la Monarquía y los partidos
alcancemos un acuerdo sobre un cambio
constitucional que
nos lleve hacia un
sistema democrático”,
concluye el
diputado islamista
del PJD Mustafá
Ramid en su conversación
con uno de
los autores del libro.

Los atentados de
Casablanca del 16 de
mayo de 2003, en los
que murieron 45 personas,
hicieron tomar
conciencia de la realidad
del islamismo violento
en Marruecos.
“Nos vemos en el Jardín
de las Delicias”,
fue la consigna con la
que se conjuraron los
cinco mártires del grupúsculo
terrorista La
Recta Vía antes de
inmolarse, uno a uno,
en una plaza de la
vieja medina, ante el
Hotel Farah, en la
Casa de España, en el
Club de la Alianza
Israelí y en un restaurante.
De inmediato,
las autoridades achacaron la carnicería
a Al Qaeda: el enemigo es Bin
Laden, es extranjero, argumentó
entonces el general y máximo jefe
policial, Hamidu Laanigri.

Pero el islamismo radical se extiende rápidamente. Un sondeo recogido en el
libro revela que el 44% de los jóvenes de entre 16 y 21 años no considera a
Al Qaeda como una organización terrorista. “Las condiciones de vida que reinan
en las periferias marroquíes han fabricado los monstruos (…) Los atentados
de Casablanca son el resultado de décadas de miseria”, afirman Beau y Graciet.
Ambos recuerdan que Mohamed VI comenzó su reinado con las mejores intenciones;
el Rey de los pobres estaba dispuesto a vivir modestamente. Y en su
discurso de entronización, en 1999, prometió prestar “toda su atención” al problema
de la pobreza.

Seis años después,“el soberano no desea abandonar sus distracciones favoritas,
sobre todo el esquí (“Sa Majetski”, lo llaman muchos marroquíes). Ha desertado
de las cumbres internacionales y el empleo de su tiempo se ha convertido en
secreto de Estado”, según los autores. Viaja con un séquito de 250 personas
y tiene 3.000 coches. “El Rey de los pobres no es precisamente el más
pobre de los reyes”, ironiza Michel Joubert, viejo amigo de Hassan II, en el
libro. El majzen ha recuperado todos sus derechos, y los cortesanos
han vuelto con sus caprichos y exigencias.

Quand le Maroc sera islamiste revela datos sobre los turbios manejos
entre el entorno del monarca y las élites francesas, y sobre la difícil relación
entre Mohamed VI y el Gobierno de José María Aznar, que se saldó con el episodio
del islote de Perejil y la pérdida de contratos millonarios para algunas empresas
españolas.


“Renovar a fondo la institución es el precio que deberá pagar [la Monarquía] por su supervivencia. Mohamed VI está en el ojo del huracán”, afirman Graciet y Beau


Catherine Graciet, reportera independiente, y Nicolas Beau, periodista del
semanario satírico francés Le Canard Enchaîné, han alcanzado
los primeros puestos entre los libros de no ficción más vendidos en Francia,
y en Marruecos han provocado agrias críticas. “No he podido sustraerme al incomprensible
impulso de aludir a este opúsculo que forma parte de una campaña cargante, de
mala fe y, por decirlo todo, despreciable (…) Afirmar que Marruecos será islamista
es afirmar que no será una monarquía. Es un oxímoron. El sustantivo y el adjetivo
se contradicen (…) Estos aventureros de la pluma utilizan su pasaporte francés
como un airbag para indagar en cuestiones sensibles para Marruecos,
y son cómplices de un puñado de marroquíes animados por un único leitmotiv:
apoyar todo lo que vaya en contra del país”, editorializaba en diciembre de
2006 el sociólogo franco marroquí Driss Ajbali en el diario Aujourd’hui
Le Maroc
, con sede en Casablanca. Pero para Graciet y Beau no hay dudas.
“Hoy en día la cuestión no es saber si Marruecos será islamista o no, sino cuándo
se concretará políticamente esta realidad. Tomar conciencia de ello y renovar
a fondo la institución es el precio que deberá pagar [la Monarquía] por su supervivencia
(…) Mohamed VI está en el ojo del huracán”, concluyen los periodistas, como
hacía Abdesalam Yasin hace 33 años.