Un soldado americano durante la invasión estadounidense de Irak, 2003. Joe Raedle/Getty Images
Un soldado americano durante la invasión estadounidense de Irak, 2003. Joe Raedle/Getty Images

El complejo y caótico presente de Oriente Medio no puede comprenderse sin mirar al pasado, al papel de las potencias europeas y de Estados Unidos en la región.


cover_poisoned_wellThe Poisoned Well, Empire and its legacy in the Middle East

Roger Hardy

Hurst, 2016

cover_does_terrorism_workDoes Terrorism Work? A History

Richard English

Oxford, 2016


“El tráfico es muy caótico en El Cairo, así que, si por casualidad atropellan a un negrata, deténganse, den marcha atrás y remátenlo. Es lo mejor que pueden hacer. Gran Bretaña indemnizará a su viuda, mucho más dinero del que ganaría en 100 años... Ahorra un montón de burocracia... Si hieren a alguien, verán que es increíble el papeleo que hay que hacer, y quizá acaben teniendo que pagar de todos modos”. Este escalofriante consejo paternal de un viejo sargento a un joven soldado y sus compañeros de armas en su campamento militar resume las actitudes habituales de los británicos respecto a los egipcios en una época en la que la capital de Egipto era el cuartel general del Comando de Oriente Medio y albergaba a un millón de soldados británicos y de la Commonwealth.

En 1942, mientras los carros de combate alemanes se aproximaban a la ciudad, el embajador británico rodeó de tropas el Palacio de Abdín hasta que el rey Faruk, que había designado primer ministro a un hombre al que los británicos consideraban amigo del Eje, nombró un gobierno más del agrado de estos. Muchos funcionarios egipcios se sintieron profundamente humillados, sobre todo Muhammad Neguib y Gamal Abdel Nasser, que, 10 años después, dirigiría el golpe del Movimiento de los Oficiales Libres que puso fin a la monarquía y preparó el terreno para la aventura de Suez, con la que terminó la influencia de Gran Bretaña y Francia en la región.

A Abdel Aziz Ibn Saud, el fundador de la Arabia Saudí moderna, le encantaba describir cómo había decapitado a un enemigo y había visto rodar su cabeza por la arena del desierto. El diplomático británico que oyó el relato en persona en los años 40 no se cansaba nunca de contárselo a sus amigos. La historia no es más que una de las muchas anécdotas, detalles excéntricos y otras muestras pintorescas de la codicia y el doble rasero que caracterizaron las relaciones entre los franceses y los británicos —amos de Oriente Medio a partir de 1918— y los nuevos poderes de la región: el rey Ibn Saud, el rey Faisal de Irak, el emir Abdulá de Transjordania y los líderes sionistas. La herencia de aquel periodo nos acompaña todavía hoy, desperdigada entre las ruinas del Mandato de Palestina, la Argelia francesa y la presencia británica en Adén, que, como la de los franceses en el país del Magreb, se remontaba a la década de 1830.

Roger Hardy trabajó durante dos décadas como analista especializado en Oriente Medio para la BBC, y su libro The Poisoned Well fue antes una serie de ...