Enquête sur ‘Le Cauchemar de Darwin’ (Investigación sobre ‘La pesadilla de Darwin’)
François Garçon, 264 págs., Flammarion,
París, 2006 (en francés)
Al otro lado de los Pirineos, se devoran periódicos, revistas, películas de ficción y, con frecuencia, documentales. Más de 400.000 franceses vieron en los cines La pesadilla de Darwin, un alegato contra la globalización, de Hubert Sauper. Precisamente por su gran éxito en Francia pudo calar allí una polémica –que aún colea– en torno a la veracidad del filme, que quiso zanjar el historiador François Garçon con Investigación sobre ‘La pesadilla de Darwin’, un ensayo que ataca a Sauper tanto como a los medios, que olvidaron su misión de perro guardián.

La película, que obtuvo el respaldo unánime de la crítica en Europa y EE UU, pretendía denunciar la injusticia de las relaciones entre Norte y Sur utilizando una metáfora: el comercio de la perca del Nilo, que Occidente importa de África. La cinta sostiene que Muanza, una ciudad tanzana a orillas del lago Victoria, vive sumida en la pobreza, e incluso la desnutrición, por culpa de la exportación de miles de toneladas diarias de filetes de ese pescado. Además, sugiere que esa industria es una tapadera del tráfico de armas que alimenta las guerras del continente.

La Investigación de Garçon contradice esa visión de los hechos y descubre al lector otra Muanza, la de bonitas casas de clase media y competitivos salarios de las explotaciones pesqueras. Apoyado por expertos y documentos del Banco Mundial, la FAO y la OCDE, entre otros, el libro demuestra que este negocio es una fuente de riqueza y empleo para la región, rentable sin que los aviones que recogen la perca lleven armamento a África. Además, descarta la desnutrición infantil sugerida en el filme, entrevistando a varios padres blancos españoles que llevan más de una década en la zona. La población –añade, desmintiendo a Sauper– sí puede comprar perca en los mercados: su coste no es mayor que el del pez más consumido, la tilapia.

El autor piensa que su ensayo resolvió todas las dudas que había en Francia sobre cuál de los dos llevaba razón. “No hay polémica. Los que creen en Papá Noel siguen aceptando lo que contó Sauper”, declara a FP edición española. “Los demás han comprendido que les había engañado un realizador con talento, pero terriblemente cínico”. Pero la historia es mucho más compleja. El origen del libro es un artículo del historiador en la revista Les Temps Modernes, en el que acusaba al cineasta de manipulación. Desde entonces, las entrevistas a los dos autores inundaron los medios franceses. A ellas se sumaron múltiples artículos de los defensores de uno y otro, además de un cara a cara entre ambos. Un enconado debate (también en los blogs) mitad periodístico, mitad ideológico, parecía dividir Francia en dos bandos en torno a la verdad, la ética de la globalización y los límites de los documentales. Le Monde, Libération y el semanario satírico Charlie Hebdo decidieron desplazar reporteros al terreno.

Cuando, a su regreso, confirmaron algunas de las acusaciones de Garçon, ciertos rotativos siguieron justificando a Sauper, lo que llevó al historiador a escribir su Investigación. El libro cita, entre otros, a Jean-Philippe Rémy, de Le Monde, que certificó la falsedad de las secuencias en que cientos de raspas y cabezas se preparan, en antihigiénicos secaderos, para el consumo humano. “Esos restos no están destinados a la población, sino a los pollos y los cerdos”, [mientras] “se lava con cuidado” el pescado para las personas, escribe.

El ensayo denuncia, además, que Sauper pagó a los niños protagonistas, cuyas escenas son, en gran parte, reconstrucciones de la realidad, filmadas una y otra vez hasta que el realizador quedó satisfecho. ¿Invalida esto un documental? Libération, a la vanguardia de la posmodernidad escéptica, sentencia en plena polémica: “[Si se considera toda reconstrucción de la realidad una mentira,] todo filme, incluido el documental, [lo] es, y de él sólo puede esperarse, como mucho, que se ponga al servicio de una verdad”. Pero, ¿dónde está la verdad de Muanza?

Consultado para este artículo, Sauper insiste en su versión: “Millones de personas comen restos de perca en Tanzania”, pero la controvertida escena del secadero “no está ahí para denunciarlo, [sino que] es también una metáfora del estado de África”. ¿Es su documental una gran mentira bien adornada por un “prestidigitador de talento”, como sostiene Garçon, o una genial e incomprendida metáfora “de los mecanismos de la globalización y sus perniciosos efectos”, como escribieron Michel y Jacques Mandelbaum en Le Monde?

Según el historiador, la segunda opinión se impuso debido a que el filme fue elevado a categoría de verdad por la prensa, que aceptó sin reservas la autenticidad de las imágenes y reprodujo sus denuncias. Y eso ocurrió, añade, porque el debate ideológico sobre el sentido del documental: “La depredación de la economía africana, la pauperización de las poblaciones indígenas para provecho de los occidentales, el tráfico de armas (…), el sida, la prostitución y los niños de la calle anestesiaron todo juicio sobre su forma”, sobre la legitimidad de sus recursos y prácticas.

Interesado en la polémica, otro historiador galo, François Delpla, escribe en su blog: “[Sauper] se ha tomado mal los comentarios de Garçon (…) y se niega a reconocer la ausencia de un vínculo (…) entre el comercio de la perca del Nilo y el de las armas”. Pero preguntado sobre la Investigación, contesta: “Lejos de limitarse a denunciar los errores del documental y a introducir matices (…), Garçon hace, sin decirlo, un panfleto neoliberal”.

La duda sobre la honestidad de la película no ha cruzado la frontera. Ajena al debate, Maria Luisa Ortega, coordinadora de Nada es lo que parece. Falsos documentales, hibridaciones y mestizajes del documental en España, la sitúa “entre el documental y el reportaje de investigación, en la mejor de sus tradiciones…”.

¿Por qué se ha limitado el debate a Francia? Sin duda, tiene mucho que ver con la inclinación francesa a discutir las consecuencias de la globalización. La cinta de Sauper “se encontró con una sensibilidad por el Tercer Mundo, no sólo por parte de la izquierda (…) sino de los que, en la derecha, están convencidos de la misión civilizadora de Francia en el África negra y preocupados por el caos que se extiende sobre el continente”, señala el historiador-blogger Delpla. Para Garçon, la explicación es otra: “En EE UU sólo ven los documentales de Michael Moore y los de obesidad; y no les importa África; en España, (…) supongo que los periodistas son como los franceses: perezosos por naturaleza, han actuado como los loros”.