Leí con gran interés el memorándum de Marc Lynch sobre el guía supremo de los Hermanos Musulmanes, Mahdi Akef (‘Hermanos de armas’, FP Edición española, octubre/noviembre, 2007). Creo que debería haberse dirigido no sólo a él sino a todos los miembros de los Hermanos Musulmanes, ya que es un cuerpo democrático cuyas decisiones se toman siempre tras las debidas consultas en el seno de sus instituciones.

Lynch anima a Akef a “usar su capital político” y a continuar dedicado a los procesos democráticos. Pero creo que nuestro compromiso con la democracia no debería ser una preocupación real para los intelectuales y responsables políticos de Occidente; nuestra creencia en los procesos democráticos es ideológica y no táctica. La preocupación real debería ser el impacto negativo de las duras medidas del Gobierno contra los moderados y el proceso democrático en Oriente Medio. Los Hermanos Musulmanes son un movimiento moderado capaz de eclipsar a ideologías radicales, aunque sólo somos capaces de hacerlo de forma efectiva en una atmósfera de libertad.

Lynch aconseja a Akef: “Tenga cuidado con lo que dice”. Y yo podría estar parcialmente de acuerdo en este aspecto con él. Aunque el objetivo de Akef es ganarse los corazones de muchos musulmanes con una guerra de palabras, alejándoles del radicalismo, creo que conseguir la paz en el mundo es una meta moral mayor. La Hermandad está jugando un papel único hoy en día. Actúa como una válvula de seguridad, y a veces esa válvula necesita disminuir la presión para evitar la explosión.

Los Hermanos Musulmanes son una gran organización que representa una escuela de pensamiento reformista. Durante su histórico recorrido, diferentes líneas de pensamiento han influido a la organización, enriqueciéndola con diversas ideas y opiniones. Es natural que algunos de los miembros y líderes del grupo sean más moderados y tolerantes que otros. Unos son más pragmáticos y más dispuestos al diálogo que otros. Pero es evidente que desde hace un par de años el régimen egipcio tiene una actitud más dura hacia los líderes moderados. El diálogo entre éstos y el resto del mundo amenazaría la supervivencia del autoritario Gobierno de El Cairo, que busca el apoyo internacional presentándonos como radicales, terroristas y teócratas. De este modo, ha intentado evitar la comunicación deteniendo a líderes moderados de los Hermanos, como Jayrat El Shater, llevando a cabo medidas ilegales y promoviendo una campaña de difamación contra el movimiento y sus dirigentes. Lynch plantea las bases para un diálogo fructífero entre los islamistas moderados y Estados Unidos. Busca respuestas ante cuestiones compartidas por muchos estadounidenses, tanto intelectuales como responsables políticos. Así, es importante entender que los islamistas, como otros grupos de oposición en Egipto, son escépticos ante la sinceridad de EE UU en su promoción de la democracia en Oriente Medio. Los estadounidenses y los islamistas tienen que clarificar sus posiciones en algunos temas para llegar a un entendimiento mutuo y a un diálogo productivo. Esto debería incluir una posición más firme ante las crecientes violaciones de los derechos humanos en Egipto, ya sea hacia los islamistas u otros egipcios.

  • A. Fahmy
    Miembro de los Hermanos Musulmanes,
    El Cairo, Egipto