Para garantizar una eurozona estable hay que europeizar más el sector bancario.
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AFP/Getty Images |
Un fallo de diseño de la unión bancaria del que no se dieron cuenta sus detractores críticos cuando se puso en marcha, y que solo se hizo visible tras la crisis financiera de 2008, era la inestabilidad de una unión monetaria fiscalmente descentralizada y apoyada en un banco central de mandato limitado. Resulta que esa estructura generaba en la eurozona unas tensiones que no existían en Estados Unidos. La más desestabilizadora de todas esas tensiones fue la aparición de bucles malditos en los que unos bancos frágiles y unos Estados soberanos fiscalmente débiles se perjudicaban mutuamente. Para reducir la vulnerabilidad de los Estados miembros ante esas espirales era necesario que la eurozona instituyera una unión bancaria. Sin embargo, el problema es que el BCE, al haber conseguido reducir la rentabilidad de los bonos soberanos en países como España e Italia, parece haber disminuido las prisas de los líderes europeos por construir esa unión bancaria.
Construir una unión bancaria no iba a ser nunca una tarea fácil, entre otras cosas porque despierta las mismas sensibilidades políticas que los eurobonos (una idea que los dirigentes de la UE abandonaron por adelantarse demasiado a su tiempo). El plan original de unión bancaria que describió Herman van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, en junio de 2012, preveía cuatro pilares: una autoridad común para supervisar los bancos de toda la eurozona; una autoridad resolutiva única para reestructurar o cerrar los bancos insolventes; un instrumento fiscal conjunto para recapitalizar los bancos; y un programa de protección de depósitos financiado de manera conjunta por los miembros de la eurozona. Es decir, aquel plan tenía muy claro que había que europeizar las funciones fundamentales en torno al sector bancario para poder colocar la eurozona en una situación más estable.
Sería burdo negar que ha habido ciertos avances desde las primeras propuestas de Van Rompuy. Por ejemplo, se ha progresado bastante en el establecimiento de una autoridad bancaria supervisora común para la eurozona, el “Mecanismo Único de Supervisión” (MUS), en jerga comunitaria. Los debates mantenidos a finales de 2012 sobre qué bancos debía supervisar el BCE ya han llegado a ciertas conclusiones. El BCE asumirá la responsabilidad cotidiana de supervisar los 150 mayores bancos de la eurozona, y la “responsabilidad definitiva” de los otros seis mil y pico bancos de pequeño y mediano tamaño. La supervisión diaria de estos últimos la seguirán ejerciendo las autoridades nacionales. Tras la aprobación del Parlamento Europeo el 13 de septiembre de 2013, el MUS debería empezar a funcionar en 2014.
Ahora bien, los avances en los otros pilares no han sido tan impresionantes. Todavía no se ha incluido en el orden del día la puesta en marcha de un programa común de protección de depósitos para la eurozona, ni parece que se vaya a hacer a corto ...
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