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Ganador de la UNIVERSIDAD DE ALICANTE, con su proyecto «Unión Europea: un camino hacia la transición energética», que puede leer aquí:

En este texto se abordará de manera breve cuáles son las principales opciones de la Unión Europea para enfrentarse a la actual crisis energética que sacude el continente. Se expondrá al GNL (gas natural licuado) como baza principal para combatir la dependencia a los combustibles rusos a través de la instauración de una mejorada infraestructura de terminales para la regasificación de este. La estrecha colaboración de los Estados Miembros entre ellos y la cooperación con EEUU son los elementos fundamentales para ello. La diversificación de los suministros energéticos supone la clave para la independencia energética de la UE.

¿Cómo puede enfrentarse Europa a la crisis energética que sacude el continente? ¿De qué manera puede el continente europeo realizar una transición energética en el medio-largo plazo? Primero, debemos comprender cómo se han materializado las principales sanciones económicas que ha impuesto la UE a Rusia; en concreto las relacionadas con la energía. Principalmente, una prohibición total de las importaciones  de petróleo crudo ruso por vía marítima (con ciertas exenciones, aunque con precios fijados en 60 dólares por barril) y otros productos petrolíferos.

A su vez, queda  totalmente prohibido importar carbón desde Rusia e invertir en el sector energético, con excepciones a determinados productos. Pero a nadie escapa que la principal baza del Kremlin es la dependencia de Europa a su gas. Y es que, pese a lo acaecido en Ucrania, la UE no ha podido cortar de raíz con sus importaciones de gas ruso debido a una dependencia económica y de infraestructura. Sin embargo, la crisis de  suministros, las subidas de precio exacerbadas y el continuo uso geopolítico de las importaciones de gas a través del Nord Stream 1 por parte Rusia (cortando el suministro y manipulando el mercado), hacen que la UE tenga que idear una estrategia para afrontar la crisis energética actual que requiere la colaboración de todos los miembros. Principalmente, se pretende limitar los precios del gas y garantizar el reparto de suministro; reducir las dependencias energéticas; aumentar la solidaridad entre  Estados Miembros; y rebajar los costes de energía para hogares y empresas.

A tenor de la situación, la UE pretende diversificar sus suministros energéticos con razón de paliar los efectos de la guerra y reducir su dependencia energética a medio largo plazo. Y es que, junto con las importaciones a través de los conductos de Argelia, Noruega y Azerbaiyán, el GNL (gas natural licuado) puede suponer un elemento clave para el futuro energético de Europa. La UE es la región que más importa GNL en el mundo, con EEUU siendo su mayor proveedor (alrededor del 50%), con un notable crecimiento interanual. Además, la flexibilización de la estructura  contractual del mercado de GNL se contrapone a la rigidez que ofrecen otros mercados, como el ruso. Sin embargo, y pese a que la capacidad total de importación de GNL en Europa es significativa, solo sería capaz de suplir el 40% del total de su demanda de gas. Teniendo en cuenta que la infraestructura de GNL en la UE no es lo suficientemente uniforme y funcional para poner a trabajar las terminales a su máxima capacidad de regasificación (imposible debido a motivos técnicos y de mantenimiento),  la pretensión es ampliar la cantidad de estas.

Actualmente, hay veintidós terminales de regasificación de GNL operativas en Europa, dieciocho previstas y dos que están ya en construcción. El objetivo sería dotar al continente de una infraestructura más amplia y potente que le ofrezca mayor comodidad y competitividad a la hora de adquirir GNL. Con una infraestructura más interconectada será más fácil la reorientación de GNL proveniente del oeste de Europa, donde más terminales hay actualmente. Es esencial una estrecha colaboración y la posibilidad de acuerdos bilaterales con EEUU a medio-largo plazo, clave para combatir problemas con los cuellos de botella de la oferta. La UE debería competir con competidores del calibre de China o Japón; y mediante acuerdos de suministro con los principales exportadores de GNL sería más factible.

Según la base de datos Eurostat, el gas ruso cubría el 36% de la demanda de la UE en 2021. En 2022 bajó hasta el 21%. Es más, a través de la Declaración de Versalles (marzo 2022) se acordaron medidas para eliminar gradualmente la dependencia que tiene la UE a los combustibles fósiles rusos. Para este objetivo, será clave el plan REPowerEU. A través de este, se pretende acabar con la dependencia energética de Rusia y afrontar las nuevas problemáticas del cambio climático. Una gran parte (algo menos de la mitad) de la inversión se destinará a las energías renovables. Sin  embargo, una parte importante de la inversión también irá dirigida a combustibles  fósiles. ¿Acaso importar petróleo y gas de otros países (aunque no sean Rusia) no supondría nuevas dependencias? A esto, nos responde Kadri Simpson, comisaria europea de Energía, que expone que la clave está en diversificar las rutas de suministro, a la vez que se acelera la transición ecológica. Por ello, es esencial una revisión total del sistema energético europeo, y una transición a uno nuevo que se base en la coordinación intensiva de los Estados Miembros . 

Concluimos a modo de resumen con estas ideas principales: la UE tiene que diversificar sus suministros energéticos, hacer de EEUU un socio comercial clave en cuánto a GNL y conseguir una unión real de los Estados Miembros para poder aplicar las diferentes medidas a futuro de manera eficiente.