El ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, atiende a una ceremonia en Atenas, enero de 2015. Aris Messinis/AFP/Getty Images
El ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, atiende a una ceremonia en Atenas, enero de 2015. Aris Messinis/AFP/Getty Images

Un recorrido por el pensamiento y las ideas del ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, convertido en el economista de moda.

Basta con recorrer sus escritos, su vida pasada y presente, sus amistades de antes y después, escuchar sus entrevistas -hasta convertirse en el político de moda en Europa, era extremadamente amigable y cortés con la prensa-, repasar sus múltiples viajes por el mundo y sus estancias transoceánicas, para saber en qué se fundamenta el pensamiento económico de Yanis Varoufakis (Atenas, 1961), el flamante nuevo ministro de Finanzas griego.

Existen con seguridad otros economistas, seguramente incluso más ampulosos y radicales, para explicar mejor la creciente confusión en torno a las teorías económicas. Están los gurús internacionales, véase Joseph E. Stiglitz y compañía. Y quedan, naturalmente, también los contemporáneos teóricos marxistas, muchos de los cuales en épocas recientes gravitan en la esfera anglosajona, como, por citar uno, el británico David Harvey.

Pero ningún otro de ellos, sin duda alguna, ha pasado al estrellato planetario de la noche a la mañana, convirtiéndose, en medio del torbellino de una economía a punto de hundirse (la de Grecia), en uno de los economistas de referencia en Europa, repitiendo lo que él, como un puñado de los economistas keynesianos -en abierta lucha con los neoliberales-, venían repitiendo desde años. Que la austeridad arruinaría el empleo y, por tanto, la recuperación económica. Y que, por el contrario, la medicina era otra.

Impulsar el crecimiento. Invertir en lo público para crear puestos de trabajo. Mejorar las regulaciones del sistema bancario. Y más aún… Esto es, en substancia, no una idea nueva, si no lo que Varoufakis viene proponiendo desde hace años. Años en los que su ideario ha girado en torno de una idea principal: la de crear un New Deal para la Unión Europea, como antaño el plan de reformas propuesto por Franklin Delano Roosevelt en las elecciones presidenciales estadounidenses de 1932.

Un plan, éste, puesto en marcha en los años 30 en EE UU y cuyo principal núcleo era el intervencionismo estatal, a través de un gasto público, para fomentar la producción y empleo y una mejor distribución de la riqueza, que paliase la terrible Crisis de 1929 (la cual paradójicamente al principio fue atajada con un experimento de austeridad, llevado a cabo por el presidente estadounidense Herbert Hoover).

Así se entiende lo que decía Varoufakis, economista admirador de Karl Marx pero también de John Maynard Keynes -quien no en vano se describe como un marxista liberal- en una entrevista concedida a esta periodista en 2012: "En la actualidad, el problema (para la recuperación de la economía griega y europea) es que no se ha aplicado un nuevo pacto para el crecimiento, siguiendo, por ejemplo, el modelo aplicado en Estados Unidos tras la gran debacle financiera de los 30, el llamado New Deal". Y más aún, continuaba en la misma conversación, con ese tono cortés pero determinado característico de su híbrida formación greco-australiana, prediciendo el cataclismo griego: "Las políticas de Bruselas y del Fondo Monetario (FMI) fracasarán. Y Grecia volverá a estar en el centro del mundo y los diarios a llenar páginas con noticias de este pequeño país. (…) Una señal evidente ha sido que las inversiones nunca han llegado, a pesar de los draconianos recortes a los salarios".

Era 2012, las ideas de Varoufakis ya eran parte de programa económico de la recién estrenada Syriza -formación que en ese entonces acababa de surgir de la fusión de Synaspismós y una docena de otras formaciones de izquierda, la que ahora resultó la más votada en las elecciones en enero pasado-y él había añadido a su perfil académico de experto en la Teoría de los Juegos -o sea, el estudio de la toma de decisiones estratégicas-, con experiencias en varias universidades de Reino Unido, Australia y EE UU, el cargo de consejo económico al programa del partido.

Eso, un año después de haber formulado su plan central para acabar con la crisis europea, “Una propuesta modesta”, coescrita con Stuart Holland (y, en su última versión de 2013, también con la participación de James K. Galbraith): una especie de un New Deal, en el que se pedía afrontar contemporáneamente las cuatro crisis que azotaban a la UE: la crisis de endeudamiento, la bancaria, la de falta de inversión y la social. Y hacerlo de manera que aplicasen medidas como, por ejemplo, que la deuda de los países más débiles fuera absorbida en el seno de la UE, mediante una unión fiscal más intensa. Todo esto a través de organismos ya existentes en la Unión: el Banco Central Europeo (BCE), el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Fondo Europeo de Inversiones (FEI) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

La razón, escribe Varoufakis en ese breve ensayo, es sobre todo la terrible situación social que asecha a países como Grecia, sobre la que el economista pone especial énfasis en muchos de sus escritos, en los que se subraya más las influencias del materialismo histórico sobre sus ideas: "Europa se enfrenta a la peor crisis humana y social desde la década de 1940. En los Estados miembros como Grecia, Irlanda, Portugal, pero también en otras parte de la zona euro, incluidos los países centrales, no se satisfacen las necesidades básicas. Esto es cierto especialmente en el caso de las personas mayores, los desempleados, pero también los niños pequeños, los niños en edad escolar, los discapacitados y los sin techo. (…) Además, Europa se enfrenta a una amenaza clara y presente de extremismo, racismo, xenofobia y nazismo, en particular en países como Grecia, que se han llevado la peor parte de la crisis".

En la conferencia titulada Confesiones de un marxista errático, lo vuelve a repetir, con el mismo lenguaje sencillo característico también de su popular blog, yanisvaroufakis.eu. “(La actual crisis económica) no es simplemente una amenaza para los trabajadores, para los desposeídos, para los banqueros, para grupos en particular, clases sociales o, incluso, naciones. No. La actitud actual de Europa representa una amenaza para la civilización tal y como la conocemos”, dice en esa ocasión.

El alud de ideas económicas de Varoufakis es abrumador pero, a veces, también en parte contradictorio, lo que tal vez explica por qué parte de sus colegas se ha mostrado siempre crítico con él. Un ejemplo son sus titubeos respecto al New Deal estadounidense de los 30, el cual tuvo un antes y un después. Escribe en su ensayo más conocido -donde hace uso de numerosas metáforas de la mitología griega-, El Minotauro global, cómo se sacó del atolladero a la economía mundial tras las crisis de 1929: "Tras la victoria de Roosevelt en 1932, y pese a los valientes esfuerzos de su New Deal, la Gran Depresión resistía tenazmente. Los proyectos sociales, las nuevas regulaciones bancarias, los grandes programas de empleo público, los intentos de ayudar a los agobiados propietarios a salvar sus casas… todo esto marcó una diferencia, pero no tan grande como se había esperado. (…) De no haber sido por la carnicería de la Segunda Guerra Mundial, el crash de 1929 se habría mantenido al mando hasta bien entrada la década de 1940″.

Este cinismo sobre las medidas a llevar a cabo para reactivar la economía cuando ésta se estanca, Varoufakis lo explica recurriendo a las enseñanzas de uno de los mayores pensadores económicos del siglo XX, el británico Keynes, cuyas ideas, dice Varoufakis, nunca fueron aceptadas completamente durante la conferencia de Bretton Woods de 1944. Lo que luego, a partir de los 70, llevarían a la paulatina imposición de planes preneoliberales, en detrimento del keynesianismo. Relata, en El Minotauro Global, que en la conferencia de Bretton Woods "Keynes era un hombre preocupado (…) Predecía que incluso crisis menores podrían ocasionar una crisis mayor (…) la propuesta de Keynes estipulaba que a cualquier país con un excedente comercial que superase cierto porcentaje de su volumen de comercio debería cobrársele un interés que obligara a su moneda a revalorizarse. Esas penalizaciones, a su vez, financiarían los préstamos a los países deficitarios. (…) No obstante, el valor intelectual y la competencia técnica de este plan bien establecido no estaba en las prioridades de América".

Al contrario, y he aquí el pecado original, dice, la economía mundial se volvió a desmoronar cuando se hicieron evidentes las fallas ya detectadas por Keynes en la conferencia de Bretton Woods de 1944: la ausencia de un sistema de reciclaje de excedentes, destinado a equilibrar constantemente los desequilibrios comerciales de los países (áreas geográficas con superávit versus zonas con déficit comercial).

Todo esto pues, finalmente, los New Dealers confeccionaron su plan bajo el imperativo de la guerra fría y en favor de una hegemonía absoluta de Estados Unidos. Lo que llevó a consecuencias como, primero, una desigual repartición de la riqueza incluso dentro de EE UU, y luego a las crisis de los 70, que puso fin a Bretton Woods y de las que el mundo saldría bajo el predominio de políticas neoliberales que reinarían hasta 2008, año de la gran crisis financiera que arrastraría a la economía mundial tras convertirse Estados Unidos en un país deficitario.

Un contexto, en síntesis, que explica también por qué Varoufakis está convencido de que el capitalismo no se puede dirigir de manera efectiva exclusivamente a un nivel nacional y que son necesarias medidas supranacionales. Más aún cuando, como es el caso de Grecia, uno está dentro de una Unión. Organismo que para volver a triunfar, según el economista, debería revertir sus políticas económicas, apostando justamente por un New Deal. Que esta vez se deberá aplicar no olvidándose jamás de poner al centro la sociedad y el Estado (lo público) para que éstos gobiernen sobre los mercados y no al revés.