Ni chavistas ni opositores. Los llamados Ni-ni venezolanos, aquellos que no se identifican políticamente con Chávez pero tampoco con sus acérrimos contrarios, podrían decidir las elecciones parlamentarias de septiembre. Los resultados en el país latinoamericano, que vive un preocupante aumento de la criminalidad en sus calles, pueden dar alguna pista sobre las presidenciales de 2012.

 

En algo más de una década, desde que Hugo Chávez accedió al poder en 1998 con una avalancha de votos, se han convocado en Venezuela más de una docena elecciones.

Para elegir delegados a un congreso constituyente, aquel mismo año. Luego para refrendar la constitución redactada por el constituyente. Tiempo después, elecciones presidenciales. Más tarde, y convocado por la oposición, un referéndum revocatorio. Para la oposición 2005 fue infausto: la clase política boicoteó las parlamentarias de aquel año. Esta acción fue el peor error cometido por la hasta entonces fraccionada y errática dirección política opositora venezolana, ya que dejó en manos de un congreso obsecuente la potestad de legislar sin cortapisas, aprobando cuantas leyes le han sido enviadas por el máximo líder. Todas ellas encaminadas a instaurar por vía legislativa el llamado “socialismo del siglo XXI”.

En 2006, hubo de nuevo presidenciales que Chávez ganó con holgura; en 2007 se convocó de nuevo un referéndum que desaprobó un paquete de reformas propuesto por el propio líder venezolano. Pese a aquel revés, y gracias a una Asamblea Nacional que domina a sus anchas, Chávez ha hecho aprobar lo esencial de las reformas estatizantes y colectivistas que el electorado rechazó claramente en 2007.

En 2008 hubo comicios para elegir gobernadores y alcaldes. La oposición, escarmentada ya por lo ocurrido en 2005, plantó cara a Chávez y logró arrebatarle gobernaciones y alcaldías que, en conjunto, representan las regiones más pobladas y económicamente relevantes del país.

La división política de Venezuela -23 Estados y más de 300 alcaldías- no va de la mano con su demografía: los cinco Estados donde ganó la oposición hace dos años concentran más de la mitad de la población del país, la mayor parte de la industria petrolera y el grueso de la actividad industrial. El resultado de mayores consecuencias políticas fue, sin duda, el triunfo de la oposición en la zona capital al alzarse con la Alcaldía Mayor de Caracas y con la gobernación del vecino Estado de Miranda, uno de cuyos municipios, el de Sucre, forma parte de la zona metropolitana de Caracas y es el más poblado del país, con más de millón y medio de habitantes.

Los resultados de 2008 no dejaron duda de que la base social del Partido Socialista Unido de Venezuela,  poderosa maquinaria electoral de Chávez, se concentra en las zonas más despobladas y deprimidas y, por lo mismo, más sujetas al caciquismo y a las muchas formas que cobra la extorsión del voto en el país.

Chávez desoyó flagrantemente los resultados de 2008 y, merced toda clase de trapisondas parlamentarias, se las ha arreglado hasta hoy para negar a los gobernadores y alcaldes de la oposición los recursos a que está obligado constitucionalmente el gobierno central. Ha llegado incluso a invocar una borrosa figura que, colocada a la brava sobre la Alcaldía Mayor, le permite gobernar espuriamente desde entonces la región capital.

Los resultados de 2008, y la arbitraria reacción de Chávez, mostraron a las claras que una mitad de los venezolanos repudiaba el autoritarismo militarista de éste. En cuanto a la otra mitad, no se olvida que Venezuela es un petroestado populista donde el Gobierno es el mayor empleador del país y dueño de la chequera.
Con todo, puede decirse que desde 2008 el destino electoral de Chávez quedó sellado a la larga, pues la proporción que hasta entonces lo había favorecido monótonamente con más de un 60% de los votos, tiende cada día más hacia el poco confortable 50%.

Hace un año, un  nuevo un referéndum, convocado esta vez por Chávez, sancionó favorablemente –con una diferencia del 11%– la enmienda de un artículo crucial de la constitución que permite la reelección tantas veces como el jefe de Estado se presente a las presidenciales. La enmienda fue, por cierto, concebida de modo tal que es aplicable solamente al presidente de la república. No se contempla la llamada “reelección  indefinida” para ningún otro cargo público. Los resultados del referéndum de 2009 no dejaron ya duda alguna de que los años de predominio electoral habían terminado para Chávez.

El presidente venezolano intenta de nuevo convertir estos comicios en un plebiscito en torno a su persona. “¡Vienen por mí!”, ha dicho una y otra vez

A finales de este mes, el 26 de septiembre, se llevarán a cabo elecciones parlamentarias. Se disputan 165 escaños, de cuya mayoría casi absoluta ha gozado Chávez durante un lustro. Esta vez la oposición acude a los comicios unida entorno a una única fórmula electoral –algo que para muchos lucía imposible–, trabajosamente negociada, y también según muchos, todavía insuficiente para arrebatarle la mayoría al chavismo.

El presidente venezolano, por su parte, intenta de nuevo convertir estos comicios en un plebiscito en torno a su persona. “¡Vienen por mí!”, ha dicho una y otra vez, exhortando al lecho rocoso de su electorado que ronda, según todas las encuestas, el 35%. Lo hace, empero, llevando a cuestas el fardo de la peor crisis económica que ha vivido este petroestado, pese a que ha gozado del mayor y más sostenido boom de precios en más de medio siglo. Venezuela muestra la inflación más elevada de América Latina –más del 30%– y los más altos registros de criminalidad letal en todo el continente, con 70 homicidios por cada cien mil habitantes, según cifras oficiales censuradas por el propio Gobierno.

Los cálculos menos halagadores para la oposición otorgan un máximo de 45 diputados. Esto respondería a una reforma a la ley electoral, aprobada en volandas por la Asamblea Nacional, que modifica a favor del chavismo el valor de los votos emitidos en muchos circuitos electorales que, hasta ahora, le han sido adictos. La reforma permite al Gobierno obtener en esos ámbitos –en su mayoría rurales– mayor representación con menos votos.

Los pronósticos más optimistas para la oposición, sin embargo, hablan de un 51%  y hasta de un 57%, aún en esos circuitos envenenados, tan grande sería  –afirman– el descontento larvado entre la masa de votantes políticamente indiferentes –llamados “Ni-Ni”, en Venezuela, y quienes son vistos como el fiel de la balanza– por la ineptitud y la corrupción cuya peor manifestación ha sido el hallazgo de centenares de miles de toneladas de alimentos descompuestos, importados por el Gobierno. Estos pronósticos calculan más de 80 diputados oposicionistas, suficientes para asegurar la mayoría.

Con los resultados de 2008 en mente, falta saber cuál sería la reacción de Chávez si se viese tan contundentemente derrotado dentro de unas semanas. Sea como fuere, todos los analistas, inclusos los gubernamentales, coinciden en que el número de votos emitidos, en su valor absoluto, permitirá ver hacia dónde soplarán los vientos en las elecciones presidenciales de 2012.

 

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