Por primera vez desde 1999, el régimen socialista revolucionario de Venezuela tiene ante sí un Parlamento dominado por la oposición. Sin embargo, en vez de buscar alguna forma de cohabitación con sus adversarios políticos, el Gobierno ha escogido la vía del enfrentamiento directo, que hace que vuelva a asomar la perspectiva de grave violencia política en este país de 30 millones de habitantes.

Tras su abrumadora victoria electoral del 6 de diciembre, que le dio 112 de los 167 escaños en la cámara única de la Asamblea Nacional, la coalición del Movimiento de Unidad Democrática (MUD), una alianza de partidos fundamentalmente de centro y centro izquierda formada en 2008, asumió la presidencia de la legislatura el 5 de enero.
Pese a las amenazas del presidente Nicolás Maduro y otros líderes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de "tomar las calles", el traspaso fue pacífico, salvo por algunos casos menores de violencia y momentos de tensión durante la sesión inaugural. Fuertes contingentes de policía antidisturbios y tropas de la Guardia Nacional mantuvieron separados a los miles de manifestantes de ambos bandos.
La mayoría parlamentaria saliente, dirigida por la segunda figura más poderosa del país, Diosdado Cabello, no se retiró de buen grado. Desmanteló el canal de televisión de la Asamblea, ANTV, y se llevó su material. No obstante, aunque el Parlamento ya no cuente con su propia emisora de televisión, por lo menos de ahora en adelante estará abierta a todos los periodistas, después de años en los que sólo se permitía entrar en la cámara a los propagandistas del gobierno en la ANTV.
Ahora que ya se ha producido la toma de posesión, queda todavía por resolver un problema mucho mayor. Si bien Maduro reconoció su derrota a las pocas horas de que cerraran los colegios electorales, hasta el momento no ha dado ninguna señal de entender su importancia. En lugar de tratar de colaborar con la nueva legislatura para solucionar la grave crisis económica y social que aflige al país, ha decidido cerrar filas en un intento de resistirse al cambio que el electorado claramente desea.
La remodelación del Gobierno anunciada el 6 de enero, que se esperaba desde hacía mucho tiempo, reafirmó de nuevo la postura del Presidente: la respuesta a la crisis es más revolución. Maduro nombró como responsable del equipo económico a un ultrarradical, Luis Salas, cuyas propuestas parecen garantizar que el país caerá en la hiperinflación y se acelerará el derrumbe de la economía.
En sus últimas semanas, el Parlamento dominado por el Ejecutivo se apresuró a aprobar varias leyes y medidas concebidas para impedir el programa de reformas del MUD. Por ejemplo, quitó a la cámara el poder de nombrar a los miembros del consejo del Banco Central (BCV), y estableció por ley la supresión de sus estadísticas económicas.
Pero la medida más inquietante -y que ya ha tenido una gran repercusión- fue la precipitada sustitución de más ...
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