Cuando en junio se iniciaron las tareas para perfilar el Fondo de Recuperación y Resiliencia se coincidía en su importancia para afianzar la cohesión y el mercado interior de la Unión Europea. De ello depende seguir siendo o no esa potencia blanda que puede participar activamente en conformar los futuros globales. Por tanto, la Unión Europea sigue jugando un papel referencial por la calidad exigida a productos y servicios que se mueven en su mercado, por los marcos regulatorios que la afianzan y por la formulación de estrategias que tratan de adaptar la vida europea a las exigencias de la modernidad. Lo que la llevan a preocuparse por los problemas de la privacidad o las emisiones de GEI, por citar algunos, con más vehemencia que la que se ve en otras latitudes.

Pero junto a este talante de adecuarse a los problemas del hoy y del mañana, la Unión Europea sigue sin aplicar sus maneras funcionalistas para proyectar sus futuros políticos y participativos. Quizás porque tres lustros después del fiasco de su pretendida Constitución sigue sin atreverse a preguntarse cómo caminar hacia una mayor unión política y una mejora en sus procesos de representación y participación ciudadana. Ahora, mientras llega el desenlace del Brexit y persiste la conmoción por la pandemia, nada se sabe de la anunciada Conferencia sobre el futuro de Europa con la que encarar los desafíos globales. Y mientras encuentra soluciones de emergencia para sortear los vetos que pudieran retrasar el prometedor fondo, parecería que quisiese orillar nuevamente el debate sobre su futuro. Conformándose, quizás, con algunos acuerdos sobre sanidad, movilidad, cadenas de valor y nuevos usos tecnológicos.

esglobal, en colaboración con el Capítulo Español Club de Roma, debatió estas y otras cuestiones el pasado lunes 30 de noviembre en un seminario web a través de ZOOM Pro.

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