Los pueblos indígenas de América Latina tienen más retos y menos aliados.

 

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Durante las últimas dos décadas en América Latina fue noticia la emergencia movimientos indígenas en las arenas políticas nacionales. Su irrupción supuso un cambio en las dinámicas políticas nacionales de varios países. Sin embargo, durante los últimos años la presencia política de los pueblos indígenas parece haber perdido visibilidad.

¿Cuál es el futuro de las demandas y comunidades indígenas? En los últimos años han desaparecido antiguos aliados, como fueron algunos partidos de izquierdas que levantaron la bandera de la multiculturalidad. Además, las organizaciones indígenas se han topado también con los efectos perversos de la lucha contra el terrorismo y la criminalización de la protesta, a la vez que han sido víctimas directas del modelo de desarrollo neoextractivista, basado en la explotación de yacimientos de minerales, gas o petróleo que están en sus territorios.

En este nuevo contexto, la presencia de los movimientos indígenas ha disminuido en casi toda la región. Así hoy el zapatismo se ha convertido en un movimiento residual en la agenda política mexicana y las formaciones políticas mayas no han cuajado en Guatemala. En otros países como Chile, Perú, Paraguay o Brasil los gobiernos han ignorado directamente los intereses de los pueblos indígenas cuándo han entrado en colisión con sus planes de crecimiento. Incluso en los países del ALBA las demandas de estas comunidades se han relegado a un segundo plano, tal como se ha constatado con el conflicto del parque Nacional de Tipnis en Bolivia.

¿Significa todo esto que los movimientos y las demandas indígenas dejen de estar presentes en la región? ¿O que las comunidades hayan abandonado sus luchas? La respuesta es no. El hecho de que la mayoría de los recursos estratégicos del siglo XXI (agua, biodiversidad, gas, petróleo, minerales y bosques) estén ubicados en zonas donde habitan pueblos indígenas hace prever que episodios como los de Bagua en Perú, de Awas Tingni en Nicaragua, Cherán en México o de Ralco en Chile, se multipliquen en el futuro.

Pero este cierre de oportunidades políticas sí supone un cambio en la forma en que los movimientos se organicen y expresen sus demandas. Y en este proceso tanto el aprendizaje organizativo de las últimas décadas como la justiciabilidad de los derechos multiculturales hoy reconocidos (fruto de las últimas reformas constitucionales) van a ser decisivos. Seguramente, hoy la lucha de los pueblos indígenas se lleve a cabo con menos aliados y sin tanta consideración por parte de los gobiernos, aunque quizá también sea más continua y silenciosa, y sobre todo, más vinculada con el conocimiento, la identidad y la comunicación. En definitiva, en esta lucha las nuevas tecnologías de la comunicación van a desempeñar un rol crucial.

 

Comunidades letradas y reivindicativas

El tiempo no ha pasado en vano para las comunidades indígenas ni para sus miembros en cuanto al reconocimiento de sus identidades, el incremento de su formación y su manejo de medios de comunicación. Desde ya hace más de medio siglo muchos pueblos han ido normando (y algunas estandarizado) sus lenguas y han impulsado mecanismos para comunicarse y amplificar sus señas de identidad. Además, se han expandido y multiplicado instituciones de formación indígena.

Fruto de este proceso en muchos pueblos indígenas han aparecido comunidades letradas que, a diferencia de décadas anteriores, no son ni minoritarias ni representan intereses de un grupo acaudalada. Hoy en muchas comunidades existen jóvenes generaciones que se ha formado en su lengua e identidad, a la vez que han adquirido destrezas y habilidades en nuevas tecnologías, en manejo de sus recursos y en la defensa de sus derechos. Sin embargo, su formación no ha supuesto que ascendieran económicamente ni se aburguesaran y, con ello, no ha habido una disminución de su potencial reivindicativo.

Así, con estas nuevas generaciones se ha incrementado la capacidad de estos pueblos de generar redes, compartir y debatir las problemáticas, y articular demandas. En esta labor las radios comunitarias, los teléfonos móviles, la autoproducción de material audiovisual y, sobre todo, Internet han sido clave. A través de estas herramientas muchas comunidades han podido insertarse en redes transnacionales de defensa del medioambiente, el etnodesarrollo o las comunidades indígenas. Se han conectado con redes cuyo motor es la lucha por valores compartidos, con un discurso común y un denso intercambio de información con el fin de defender causas o luchar contra medidas que les perjudican.

 

Luchas en y con la Red: campañas y comunidades

Las nuevas tecnologías han posibilitado dinámicas simbióticas entre las campañas, las redes transnacionales y las comunidades. ¿Cuál ha sido la clave de esta relación? Según la investigadora Alison Brysk, esto ha sido posible porque las redes transnacionales han aportado a las comunidades indígenas las “5 Cs”: el contacto, la consciencia, el coraje, el cash y las campañas.

El contacto es el papel intermediario que han jugado las nuevas tecnologías al relacionar ONG, iglesias o movimientos de solidaridad con redes indígenas y/o indigenistas. En sus inicios el contacto tuvo mucha importancia debido a la lejanía geográfica y social de estos pueblos, si bien hoy aún sigue teniendo un rol vital a la hora de crear nodos con organismos internacionales o medios de comunicación. La consciencia tiene que ver con la creación de nuevas formas de entender situaciones, elaborar relatos, interpretar la realidad y hacer diagnósticos diferentes y críticos. El coraje es la fuerza que ha dado el monitoreo global, gracias al cual muchas veces se ha podido frenar –o al menos suavizar– la represión del Estado. El cash se refiere a la prestación de recursos materiales. Finalmente, las campañas que, impulsadas por redes transnacionales, han tenido la capacidad de influir en los Estados, ya que les ha puesto en el punto de mira de la comunidad internacional.

Las nuevas tecnologías de la comunicación y la aparición de comunidades letradas han generado un movimiento indígena que si bien lucha por la defensa de sus recursos y cosmovisiones, lo hace insertado en la red cívica transnacional y con presencia global.

 

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