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Grafiti en una de las vallas de la frontera entre México y Estados Unidos, Tijuana, 2018. Mario Tama/Getty Images

Esta novela de dolor y esperanza sobre los hombres, mujeres y niños que emprenden un largo y peligroso viaje para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos huyendo de la violencia, se ha convertido ya en la obra más polémica de lo que llevamos de 2020.

Tierra Americana

Jeanine Cummins

S.A Ediciones B, 2020

El narcotráfico demuestra una y otra vez que sabe sacar partido tanto de las oportunidades, llámese globalización, como de las crisis. Lo último: hace solo unos días el cártel de Golfo tiraba de estrategia de relaciones públicas y repartía comida durante la cuarentena por la pandemia del coronavirus en los barrios más pobres en Ciudad Victoria, en el estado de Tamaulipas, México. Alimentos a cambio de silencio, aprovechando los vacíos que deja el Estado. Una prueba más de la variedad de tácticas del negocio de la droga.

A lo largo de las últimas décadas, los tentáculos del narcotráfico en México han sido abordados a través de reportajes de investigación, informes de instituciones y ONG, documentales y, por supuesto, también por medio de la ficción. Todos ellos tienen algo en común: datos escalofriantes y el retrato de un escenario de violencia, corrupción e impunidad. La novela American Dirt (traducida al español como Tierra Americana), de la escritora estadounidense Jeanine Cummins, se sitúa en ese contexto al narrar el calvario de una mujer que huye con su hijo de 8 años de la violencia de un cártel mexicano (de nombre inventado) camino al Norte, Estados Unidos.

La acción de la obra comienza en la turística ciudad de Acapulco, en el estado de Guerrero, que ocupa, por cierto, el segundo puesto en el ranking de los estados más peligrosos del país, solo superado por Baja California, según el último Índice de la Paz de México. Las primeras páginas de la novela arrancan con una escena terrorífica, pero lamentablemente presente, un día sí y otra también, en los medios de comunicación del país. Y es que el potente comienzo de Tierra Americana bebe de todas esas noticias que hablan de periodistas asesinados: México se encuentra entre los cinco países más letales para ejercer esta profesión; de aquellas historias de secuestros, torturas y sadismo que sufren los cuerpos ejecutados por el narco a modo ejemplarizante, al más estilo medieval; y también del sentimiento de indefensión que genera policías comprados por los cárteles, así como del sabor amargo que deja la impunidad —más del 90% de los delitos en el país no se castigan—, esa que otorga libertad de acción a los criminales y castiga a las víctimas privándolas de justicia.

Desde este escenario parte la (des)ventura de los protagonistas del libro, los únicos supervivientes de una familia de clase media mexicana golpeada por el zarpazo del narcotráfico, abocados a escapar renunciando a todo, incluso al derecho al duelo. La huida desesperada propicia que la violencia y la migración se entrelacen en la obra, como firmes cuerdas que vertebran la narración, dos fenómenos retroalimentándose constantemente a lo largo de la novela. Lydia y el pequeño Luca se sumergen en el flujo migratorio compuesto fundamentalmente por centroamericanos. Hombres, mujeres y menores que cabalgan junto a los protagonistas a lomos de la Bestia, nombre con el que se conoce a la red de trenes de mercancías que atraviesa México con destino a la frontera sur de EE UU, en cuyos techos los migrantes viajan y encuentran cobijo, pero también quedan mutilados y mueren a veces, cuando fallan al subirse en marcha o caen accidentalmente mientras duermen. Un trayecto en el que no faltan ni las redadas antiinmigración, la migra, llevadas a cabo por fuerzas policiales a menudo corruptas, ni los delincuentes que acechan a los más vulnerables, especialmente, mujeres y menores. Uno de los personajes más perturbadores del libro es Lorenzo, un joven mexicano que emigra para escapar del cártel para cual trabajaba, recordándonos que son muchos los niños y adolescentes reclutados por el narcotráfico: se estima que alrededor de 460.000 menores trabajan activamente para las organizaciones criminales en México. Todos estos elementos y personajes dibujan a lo largo de la novela un puzle donde las líneas divisorias entre verdugo y víctima, fuerzas policiales y crimen organizado se emborronan.

Aunque Tierra Americana habla de la tragedia humanitaria que atraviesa esta región, podría decirse que el valor del libro está en otro sitio: en el vínculo emocional de los personajes. Por un lado, los une el trauma, vivo reflejo de la realidad: más del 60% de los migrantes que abandonan Guatemala, El Salvador y Honduras han sufrido el asesinato, la desaparición o el secuestro de un familiar antes de abandonar el país, según un reciente estudio de Médicos sin Fronteras. Pero no solo hay dolor, también hay espacio para la esperanza en esta historia, porque como recuerda la autora en una nota dirigida a los lectores al final de la novela "también de este lado hay sueños", haciendo homenaje a uno de los grafitis más emblemáticos en una de las vallas que separa México de Estados Unidos. Los deseos de construir un futuro más próspero, la reunificación familiar y el envío de remesas a los seres queridos son también fuertes motivaciones para migrar más allá de la violencia, recoge Pew Reseach Center. En Tierra Americana los migrantes cargan dolor, sí, pero también sueños, los comparten  a veces con una sola mirada o en conversaciones en voz baja. Esta es quizá la mayor aportación de esta novela, es decir, el retrato de esas conexiones emocionales que en general logra la empatía del lector, aunque sin tener la calidad literaria de, por ejemplo, la también reciente Desierto Sonoro, de la mexicana Valeria Luiselli, un magnífico libro que aborda el drama de los menores migrantes con una narrativa bella e innovadora.

Y, por supuesto, no podemos pasar por alto la gran polémica que ha generado Tierra Americana en Estados Unidos, que ha creado también, en cierto modo, curiosidad por su lectura. La novela ha recibido tanto elogios como fuertes críticas relacionadas con la raza, la identidad y los estereotipos. Tras su publicación y éxito de ventas, así como buenas recomendaciones y una potente campaña de marketing, le siguieron protestas de algunos escritores latino-estadounidenses  y latinoamericanos que acusan a la autora de estereotipar a la población latina y la experiencia de la migración ilegal. De aquí salieron a la palestra cuestiones controvertidas como: ¿debe un escritor (Cummins es blanca y con antecedentes puertorriqueños) que no pertenece a una comunidad y no ha vivido una experiencia migratoria escribir sobre ello? ¿La imagen que ofrece el libro está sesgada por prejuicios? ¿Se regodea en la tragedia? ¿Existe desigualdad de acceso en la industria editorial estadounidense? La polémica se encendió tanto que el tour promocional tuvo que cancelarse en enero por cuestiones de seguridad. Algunas de las críticas volcadas tienen su parte de razón, otras quizá sean algo excesivas, pero lo que parece interesante es que Tierra Americana podría haber jugado como válvula de escape a una discusión necesaria acerca de la falta de igualdad de oportunidades en el acceso a determinadas industrias en Estados Unidos y sobre el profundo malestar de la población de origen latino en este país, cansada de estereotipos y con la percepción de sentirse en parte privada de contar sus propias historias. Por no mencionar el verdadero monstruo en el armario, la cuestión de la raza en EE UU: "seis de cada 10 hispanos adultos dice haber experimentado discriminación o un trato injusto por su raza o etnicidad en el país", experiencia que empeora cuanto más oscura es su piel, según datos de 2019 de Pew Research.

En definitiva, reflexiones que son más relevantes que nunca bajo una Administración Trump que desprecia a sus Estados vecinos del sur y criminaliza a los migrantes de manera sistemática. Quizá Tierra Americana no sea una gran obra sobre la migración, y no haya cumplido las expectativas creadas en la campaña de promoción previa, pero a pesar de sus flaquezas, que las tiene, su lectura no carece de interés, y si además ha venido para destapar un debate necesario, bienvenida sea.