Los países del Magreb se han convertido en el destino de millones de subsaharianos, que viven en condiciones precarias y están expuestos a las redes clandestinas y al ascenso del terrorismo en la región. He aquí los motivos por los que los inmigrantes han decidido permanecer en estos países y cuáles son sus condiciones de vida.

Antes, los países del Magreb eran lugares de origen y de tránsito de migraciones hacia los Estados del Golfo y de la Unión Europea, pero ahora, muy a su pesar, se han convertido en el destino de inmigrantes subsaharianos. Al subsahariano se le considerado persona non grata: está condenado a llevar una vida en la sombra y en condiciones precarias. Además, con el ascenso del terrorismo en la región, las autoridades consideran a estos movimientos migratorios irregulares una fuente de problemas que hay que combatir. Las leyes cada vez son más severas e infligen duras penas a un inmigrante ya de por sí deshumanizado.

El recorrido de estos inmigrantes, a menudo a pie, a través del desierto, suele llevar entre 15 y 21 meses. Pero una vez alcancen su destino en territorio magrebí, serán interceptados y pasarán a la condición de irregulares. Se les dividirá entre refugiados y solicitantes de asilo, o bien inmigrantes por motivos económicos.

Da igual como se les divida, porque todos se encuentran en la misma situación en el Magreb: sufren la restricción de sus libertades y derechos fundamentales. Condiciones de vida denigrantes que tienen importantes consecuencias para la salud física y el equilibrio psíquico de hombres, mujeres y niños, impunidad de las agresiones y la violencia, carencias en el acceso a la educación y a los cuidados médicos de urgencia, ausencia de derechos de los trabajadores migrantes, o de posibilidad de trabajar…

Los problemas de los migrantes subsaharianos se agravan, aún más, por las redadas y las expulsiones de las que son objeto. En ellas, incluso los solicitantes de asilo y los refugiados reconocidos por ACNUR son arrestados y expulsados al desierto, donde corren el riesgo de morir de sed o emigrar al país vecino, donde, con seguridad, serán de nuevo detenidos por las fuerzas de seguridad, que pueden encerrarlos durante años para después ser devueltos a sus países de origen.

Las redes de tráfico de inmigrantes y de trata de seres humanos proliferan en medio de este vacío en la protección de sus derechos fundamentales. Por otro lado, aunque estos países ratifiquen varios instrumentos internacionales para la protección del inmigrante y su legislación haga referencia a los mismos, hay grandes diferencias entre la teoría y la práctica.

He aquí una muestra de la realidad de los subsaharianos irregulares en Argelia, Marruecos, Mauritania, Túnez y Libia y qué políticas migratorias se llevan a cabo en la región.

Inmigrantes ilegales procedentes de Niger en Argelia. (Farouk Batiche/AFP/Getty Images)
Inmigrantes ilegales procedentes de Niger en Argelia. (Farouk Batiche/AFP/Getty Images)

Argelia

El tránsito y la llegada de la inmigración subsahariana a Argelia adquiere una presencia cada vez más diversificada en el ámbito económico. Su peso relativo es innegable y visible en el Sáhara, que constituye un destino migratorio como tal. Hasta comienzos de los años 90 eran casi exclusivamente malienses y nigerinos quienes se establecían como consecuencia de la guerra entre estos dos países. Ahora predominan inmigrantes procedentes de Senegal, Gana y continúan los de Nigeria, que a pesar de su relativa riqueza debido al petróleo y de ser receptor de inmigración, cuenta con una población urbana más abierta al exterior. La huella africana en Argelia se percibe sobre todo en el sur del país Tamansaret, pero ahora también se aprecia en grandes metrópolis costeras, como Argel u Orán, que cuentan con barrios africanos en pleno centro urbano.

Las autoridades argelinas no admiten el estatus de país receptor de inmigración así que, de manera deliberada, ocultan la presencia generalizada de éstos. No hay datos estadísticos públicos que reflejen este crecimiento sostenido de inmigrantes, y sin embargo su presencia se afirma en el terreno económico. La agricultura sigue siendo su principal sector de ocupación, pero cada vez más acceden al sector empresarial y de servicios (hostelería, restauración, servicio doméstico…). Estas actividades producen riqueza para el país y es por ello que, incluso, las oleadas más masivas de expulsiones no dejan de ser en cierto modo selectivas.

Además, la legislación argelina no cuenta con ninguna disposición legal que abra la posibilidad de una regularización de estos inmigrantes. La adquisición de la nacionalidad es prácticamente inaccesible a un extranjero. En 2008, Argelia aprobó una ley para regular las condiciones de entrada, estancia y circulación de inmigrantes en el país. La inmigración ilegal se castiga severamente, al igual que a las personas que faciliten la clandestina. Las continuas redadas expulsan a los inmigrantes hacia la frontera con Marruecos y Malí.

En el caso de los refugiados políticos, pese a haber firmado todos los convenios internacionales e incluso abrir una sede de ACNUR en Argel, Argelia no reconoce a ningún refugiado subsahariano, ni siquiera cuando ACNUR concede dicho estatus.

Marruecos

En Marruecos cada vez más subsaharianos se asientan y renuncian al viaje europeo. Llegan, mayoritariamente, por Argelia y proceden, sobre todo, de la República Democrática del Congo y de Costa de Marfil. Los datos de Médicos Sin Fronteras en el período que comprende de 2010 a 2012 revelaban que la población está compuesta en un 82% por varones adultos y en un 13% por mujeres adultas. El 5% eran menores no acompañados. El país sigue efectuando redadas y expulsando a muchos de ellos hacia las fronteras terrestres, la argelino-marroquí o la mauritana.

La ley de Inmigración marroquí de 2003, sobre “la entrada y la residencia, la emigración y la inmigración clandestina” bloquea cualquier posibilidad de regularización en caso de entrada irregular. Pese a que los refugiados y solicitantes de asilo sean reconocidos por ACNUR, en muchos casos el Gobierno de Marruecos no valida el estatus de refugiado concedido por la Agencia.

Las redadas se producen de madrugada en Uxda, en la frontera de Marruecos con Argelia, que lleva cerrada desde 1994. La nueva valla de más de 450 kilómetros que han levantado ambos países en 2014, es un nuevo instrumento con el que se pretenden frenar las devoluciones de indocumentados subsaharianos. Una práctica que les ha llevado a momentos de tensión.

En Marruecos había a principios de este año, 30.000 inmigrantes clandestinos. Si bien el Gobierno ha regularizado en 2014 a 5.742 emigrantes y ha dado asilo a 549 más en los primeros ocho meses, este proceso de regularización es desconocido por muchos inmigrantes, y los que lo conocen se encuentran muy lejos de cumplir los criterios exigidos, ya que deben justificar una residencia continua de cinco años en el país magrebí, o contratos de trabajo de al menos dos años de duración para poder ser regularizados.

Los inmigrantes sin papeles y los refugiados no tienen acceso a actividades lucrativas ni a ningún servicio. Pese a que ACNUR ha otorgado documentación a solicitantes de asilo y a los que ya tienen estatus de refugiado, estos documentos son destruidos por agentes marroquíes de manera sistemática, según ha comentado el responsable de Relaciones Externas de ACNUR en Rabat en 2013. Estos solicitantes de asilo o refugiados han sido deportados a la frontera o trasladadas a centros de internamiento. Las autoridades marroquíes utilizan recintos para confinar a los inmigrantes, en su mayoría suelen ser mujeres (solas, con hijos o embarazadas), donde éstas viven en condiciones infrahumanas y carecen de seguridad.

Inmigrantes confinados en Nuadibú conocido como “Guantanamito”.  (Seyllou/AFP/Getty Images)
Inmigrantes confinados en Nuadibú conocido como “Guantanamito”. (Seyllou/AFP/Getty Images)

Mauritania

Mauritania, puente entre el África negra y blanca, acoge desde su independencia una migración laboral muy importante, mayoritariamente maliense y senegalesa. Este país también dispone de “centros de retención o acogida”, según la terminología oficial de las autoridades, aunque los inmigrantes se refieren al que está en Nuadibú como “Guantanamito”. Una vez salen de estos centros son expulsados a los países con los que comparte frontera: Malí o Senegal.

En materia de inmigración ilegal, la ley mauritana prevé sanciones de orden penal que afectan a los extranjeros ilegales, así como a toda persona que ayude o contribuya a su entrada o estancia ilegal en Mauritania. El rechazo es aplicado a todo extranjero que entre en el territorio de manera clandestina o que no cumpla con las formalidades dispuestas para su admisión. Una medida es la reconducción a la frontera de obligatorio cumplimiento para el extranjero irregular interceptado en un plazo determinado.

Un gran problema es que la ley no contempla la criminalidad en materia de inmigración clandestina (redes organizadas) y por lo tanto se muestra insuficiente para frenar el tráfico de personas, el contrabando y las actividades ilícitas.

Aquellos subsaharianos que pueden trabajar lo hacen, principalmente, en el sector de la economía informal, en particular en la pesca. La situación de estos colectivos es precaria en cuanto a derechos humanos se refiere, a menudo son estigmatizados por parte de la población local; además, sufren los abusos y la violencia de la policía. Los subsaharianos no tienen derecho a servicios básicos como la escolarización de sus hijos, el acceso al sistema sanitario o a la justicia.

Túnez

El escenario de Túnez muestra la enorme complejidad y expansión de los diferentes tipos de migraciones que han tenido lugar en los últimos años en el Norte de África. La mayor parte de la inmigración subsahariana en el país procede, paradójicamente, de Libia. Durante la crisis libia de 2011, el Estado tunecino recibió un flujo masivo de subsaharianos que huían de la persecución de los rebeldes libios al considerarlos presuntos mercenarios de Muamar Gadafi, quien había reclutado mercenarios de Chad y Níger para hacer frente a las revueltas de la primavera árabe. Muchos lograron cruzar a los países vecinos o regresar a sus lugares de origen.

En el campo de refugiados de Choucha, al sur del país, permanecen unos 200 subsaharianos procedentes de Libia. Allí malviven en tiendas, en pésimas condiciones higiénicas y alimenticias; al parecer abandonados por el Gobierno tunecino.

En los últimos años se ha producido un notable endurecimiento de las legislaciones de extranjería en Túnez. Se condenan tanto a los inmigrantes como a cualquier persona que no denuncie irregularidades de la ley. Además, el Estado tunecino no solo no reconoce formal ni legalmente a los refugiados ni a los solicitantes de asilo, sino que, el muy reducido número que, a pesar de ello ha logrado el reconocimiento de la oficina de ACNUR, permanece en una situación muy vulnerable, pues se arriesga a controles y arrestos generalizados que no contemplan identificación previa. Los indocumentados se ven expuestos a abusos administrativos y expulsiones.

Estos migrantes irregulares, denominados aventuriers, sobreviven gracias a pequeñas actividades y trabajos no declarados, sumidos en la precariedad. Carecen de los recursos necesarios para permanecer en Túnez, pero tampoco disponen de medios para marcharse o regresar a sus países de origen. Al no existir una legislación sobre refugiados y solicitantes de asilo, éstos carecen de medios o instrumentos jurídicos o reglamentarios para identificarse y asegurarse un trato adecuado a sus necesidades en materia de protección. El país también carece de legislación en la lucha contra el delito de trata de personas.

Ahora, tras el estallido de una nueva crisis en el país vecino, se constata la llegada de una nueva ola de inmigración. En la frontera libia proliferan las organizaciones que facilitan el traspaso desde Libia a Túnez. Estos pasadores utilizan redes comunitarias y tribales de ambos lados de la frontera como intermediarios, los cuales realizan selecciones y proporcionan el desplazamiento hacia la frontera, evitando los puntos de control para garantizar el tráfico de migrantes y contrabando.

Un grupo de subsaharianos en Libia. (Mahamud Turkia/AFP/Getty Images)
Un grupo de subsaharianos en Libia. (Mahamud Turkia/AFP/Getty Images)

Libia

Dada su gran extensión y relativamente escasa población, así como a su riqueza (petróleo), hacia la segunda mitad de los 90 Libia se convirtió en un país de acogida de inmigrantes subsaharianos, en gran medida procedentes de Sudán, Chad, Malí y Nigeria. Antes de la primavera árabe, se calculaba que entre un millón y medio y dos millones de inmigrantes residían en Libia, debido al giro panamericanista de la política exterior de Gadafi. La demanda de mano de obra era una constante debido a los ambiciosos proyectos de infraestructura, por lo que tradicionalmente los subsaharianos han constituido una pieza clave para el desarrollo económico libio.

Hoy en día, la seguridad de inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo en Libia es muy preocupante, ya que propio país se encuentra colapsado. Muchas zonas se han visto gravemente afectadas por los combates entre las milicias. Trípoli se enfrenta a una severa escasez de combustible y electricidad y esto ha interrumpido los servicios y la distribución de bienes y suministros básicos de ACNUR.

En medio del caos los traficantes están prosperando y miles de personas desesperadas están haciendo el peligroso viaje por mar (las últimas cifras hablan de 3.000 muertes en el Mediterráneo en lo que va de año). Otros huyen hacia la frontera sur que Libia comparte con seis países. Pero las fronteras terrestres libias tampoco son fáciles de cruzar, por lo que ACNUR está pidiendo urgentemente a las autoridades que suavicen las restricciones de los visados de salida para permitir a la gente abandonar el país.

Mientras que unos 3.000 egipcios han estado cruzando la frontera de Libia hacia Egipto por el paso fronterizo de Sallum recientemente, muchas personas de diversas nacionalidades no pueden cruzarlo. Por otro lado, los inmigrantes acuden en multitudes a la frontera con Túnez a través de los puestos fronterizos de Ras Jedir y Dehiba. Este flujo de inmigrantes está expuesto a muchos peligros, y no tienen protección de ningún tipo.