La explotación hidroeléctrica del curso del Mekong aumenta las tensiones entre Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam.

 

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Tailandeses afectados por la construcción de la presa Xayaburi en Laos protestan frente a la corte administrativa en Bangkok.

 

El río Mekong es uno de los cauces más largos del mundo. Sus 4.350 kilómetros recorren seis países asiáticos y atraviesan la península de Indochina como si de su espina vertebral se tratara. Nace en la cordillera del Himalaya y desde China baja por Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y desemboca, finalmente, en el sur de Vietnam. Un torrente de agua que proporciona buena parte de los recursos de la región, pero también provoca algunos de sus conflictos.

Xayaburi es, sin duda, el más caliente de esos roces. La presa que el gobierno de Laos comenzó a construir el pasado 7 de noviembre al norte del país no ha sido bien recibida por sus vecinos Vietnam y Camboya, debido al impacto ecológico que podría suponer en sus territorios. Sin embargo, Laos, uno de los países más pobres de Asia, ve en el “Río Rabioso”, como lo llaman los chinos, una oportunidad para desarrollar la energía hidroeléctrica y obtener una suculenta fuente de ingresos.

Con su decisión, Laos ha roto de forma unilateral uno de los principales acuerdos de cooperación de la región. El Acuerdo del Mekong fue firmado en 1995 por Camboya, Vietnam, Laos y Tailandia para establecer un mecanismo de regulación del uso de las aguas del río, con el principal objetivo de evitar daños transfronterizos. De acuerdo con el texto, se creó una Comisión interestatal por la que tendrían que pasar todos los proyectos que pudieran afectar a algunos de los países firmantes. Xayaburi ha sido el primer y único proyecto que de momento ha pasado por el organismo, aunque otros podrían llegar en breve. En la última reunión, celebrada en diciembre de 2011, se acordó la suspensión del proyecto hasta que no se tuvieran informes más contundentes sobre el impacto de la presa.

“Uno de los principales problemas es que se han saltado el procedimiento estipulado entre los propios países para poder construir presas”, asegura Ame Trandem de la organización ecologista International Rivers. Y no sólo lo ha hecho Laos, sino también Tailandia, cuya empresa estatal de electricidad ha firmado un convenio para obtener el 90% de la energía producida. Además, la empresa encargada de levantar la presa también es de nacionalidad tailandesa, mientras que sus financiadores son cinco bancos del mismo país, uno de ellos público.

“Las empresas han eclipsado casi totalmente la acción del Estado. Se aprovechan de los gobiernos más débiles para imponer sus condiciones”, explica el analista Kurt Morck Jensen, del Instituto Danés de Estudios Internacionales. Según Jensen, el poder de las compañías es tal en este proyecto que ha calificado al Mekong como el primer río del mundo gestionado de forma privada. Lo cierto es que los acuerdos de construcción y gestión de la presa no se han hecho públicos, por lo que es imposible saber si tal afirmación es exagerada.

No obstante, el procedimiento estipulado en el Acuerdo del Mekong no se ha respetado. Según el artículo 7 “cuando uno o más Estados sean notificados con pruebas válidas y adecuadas de que están causando daños sustanciales a uno o más países ribereños […] deberán parar inmediatamente la causa supuesta de tal daño”. Camboya y Vietnam así lo han hecho y han enviado varias peticiones a Laos para que suspenda de forma indefinida las obras a espera de estudios más sólidos sobre el impacto del proyecto.

El principal temor de Camboya es que la presa altere los recursos pesqueros del río. El Mekong tiene la mayor concentración de peces en aguas interiores del mundo que proporcionan hasta un 75% de las proteínas animales que consumen la mayor parte de los 14 millones de camboyanos. En total, se calcula que 65 millones de personas dependen directamente del Mekong para su subsistencia, pero la construcción de una sola presa podría reducir en un 30% la riqueza pesquera del río. Vietnam, por su parte, cree que la presa puede bloquear los sedimentos que alimentan sus campos de arroz en el delta del río Mekong, la principal área arrocera del país, y poner en peligro no sólo la seguridad alimentaria del país sino de toda la región, ya que es el primer exportador mundial de arroz.

 

Una batalla entre Laos y Vietnam

Xayaburi no es la única presa proyectada en el río Mekong. Cuatro presas existen ya en la zona alta del río, en territorio chino, y otras 11 han sido planeadas en su curso bajo. De ellas, ocho estarán en Laos, cuyo gobierno se ha propuesto convertir al país en la “batería del Sureste Asiático”. Su apuesta es fuerte. Sólo Xayaburi costará 3.500 millones de dólares (unos 2.600 millones de euros), aproximadamente la mitad del PIB anual del país.

Pero su estrategia puede costarle la amistad con uno de sus mayores aliados en la zona. Vietnam ha sido desde los 70 el mayor inversor en Laos, donde ha financiado cientos de proyectos, presas incluidas. “La principal oposición va a ser Vietnam. Laos puede acallar a Camboya con electricidad barata. Tienen la energía más cara de la región y la necesitan”, afirma Kurt Mock Jensen. De hecho, Camboya, que se mostrado preocupada por las presas de Laos, también ha presentado dos proyectos en el norte del país, aunque su desarrollo es poco probable.

De momento, Vietnam se ha mantenido cauto y no ha hecho declaraciones amenazantes contra su tradicional aliado comunista. Pero una reacción más firme podría no tardar en llegar. El proyecto de Xayaburi está a punto de entrar en un punto sin retorno. Aunque Laos llevaba mucho tiempo haciendo trabajos preliminares, acaba de iniciar la construcción del cofre de la presa, que bloqueará el cauce del río.

“Esto demuestra que la región no es suficientemente estable para llevar a cabo políticas conjuntas”, comenta Trandem. Una fragilidad que, junto a otros conflictos interestatales que salpican la zona, pone en duda uno de los proyectos más ambiciosos de la región, el mercado común acordado entre los 11 países del Sureste Asiático (ASEAN) que se pondrá en marcha en 2015.

 

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