Tras las guerras que llevaron el horror al corazón de Europa, los Estados surgidos de la antigua Yugoslavia y sus sociedades entretejen nuevos lazos económicos y culturales, pese a los nacionalismos.

Yugoslavia se reinventa

¿Tiene revistas de Croacia y Bosnia?”. “No, sólo prensa internacional,” responde la dependienta en Plato, la mejor librería de Belgrado, con la mayor oferta de revistas y diarios británicos, italianos, franceses y alemanes. “Perdone”, se corrige y precisa: “Bosnia y Croacia son también países extranjeros”. La vendedora busca una explicación políticamente correcta para definir los Estados surgidos de la antigua Yugoslavia. “No tenemos la prensa de la región y dudo que la encuentre en Belgrado”, concluye.

Nadie en la antigua Yugoslavia habla de la antigua Yugoslavia, pero hay numerosos eufemismos: la región, los países vecinos, los países del entorno. La ausencia de prensa y de libros regionales en los quioscos y las librerías de Belgrado, Zagreb o Sarajevo no significa que no existan comercio, inversiones, intercambios culturales, viajes privados y cierta comunicación entre la población de las antiguas repúblicas yugoslavas.

La élite económica y cultural nunca ha roto todos los lazos. En los últimos cinco años, el comercio y la cooperación cultural se han intensificado. Sin embargo, el nacionalismo no ha muerto. Mientras las élites hacen negocios y los oligarcas balcánicos compiten por el tamaño de sus yates en la costa dálmata croata, los medios de comunicación y muchos políticos siguen alimentando el chauvinismo.

Pocos recuerdan que el preámbulo a la desintegración de Yugoslavia y a las guerras fue el boicot económico serbio de los productos eslovenos, decretado por el entonces presidente Slobodan Milosevic. Hoy, más de 400 empresas eslovenas están presentes en el mercado serbio, con inversiones superiores a 500 millones de euros. La cadena de hipermercados Mercator abrió el camino, inaugurando tiendas en la capital serbia y en Novi Sad. El fabricante de electrodomésticos Gorenje adquirió fábricas en Valjevo y el gigante metalúrgico Cimos compró la siderurgia en Kikinda. “Los eslovenos controlan los fondos de inversiones, las compañías de seguros y ofrecen diversos servicios de consultoría,” explica Mila Korugic, directora de recursos humanos del banco griego Piraeus. “La buena cooperación económica con Eslovenia lanza un mensaje positivo a los potenciales inversores de la Unión Europea. Significa que el mercado serbio es estable”, opina Mitar Przulj, de la Cámara de Comercio serbia. “Algunas empresas internacionales contratan a expertos eslovenos para trabajar en Serbia: ellos conocen el mercado, la mentalidad y las leyes”.

Conscientes del tamaño reducido de su mercado, con sólo dos millones de habitantes, los empresarios eslovenos, representantes de las compañías cuya transición del socialismo al capitalismo fue la más indolora en Europa del Este, y la menos corrupta, entendieron que sus ventajas comparativas yacían en la región de la antigua Yugoslavia, donde sus productos son conocidos, dominan el idioma y están dispuestos a asumir los riesgos que los occidentales no aceptarían. Por ejemplo, Mercator no pudo comprar el suelo donde construyó sus hipermercados. Las empresas del único miembro de ...