LA EUROPA DEL FUTURO

La Europa del futuro

Una infoguía de esglobal

La unión de Europa se encuentra en un momento crítico. Tras estos años pasados, la incertidumbre inmediata se suma a grandes interrogantes y escenarios convulsos. Europa vive su encrucijada planteándose su futuro: el camino que deben seguir la Unión y todos sus ciudadanos.

Cómo se saldrá de la crisis actual es uno de los mayores interrogantes a los que se enfrentan la Unión Europea y sus ciudadanos, sus instituciones, sus dirigentes y sus políticos. Difícil es dar la respuesta cuando varios frentes permanecen abiertos: a la depresión económica se suma el descontento social, y a estos dos, una capacidad de respuesta por parte de las instituciones que, para muchos, es limitada. Diversas recetas se han puesto en marcha para aliviar al enfermo. Algunas han dado resultado, otras no han hecho más que empeorar la situación hasta hacerla insostenible.

El último ciclo institucional que comenzó en 2009 con las elecciones al Parlamento Europeo, se vio marcado por la profunda crisis económica y financiera en la que el mundo, en toda su complejidad, estaba sumido. Enfrentarse a esta situación, mientras que a la vez cambiaba el modelo de paradigma global, fue la ardua tarea con la que lidió la Unión en el periodo 2009-2014. Tras asimilar que el camino de salida de las crisis y el reposicionamiento global de la Unión Europea no iba a ser un viaje sencillo ni falto de obstáculos, los europeos fueron llamados a las urnas de nuevo en 2014. Y en este año, es dónde se comienza a pensar cuál será y cómo será la Europa del futuro y el recorrido que le espera para solucionar los problemas y preocupaciones que asolan a una Europa en la encrucijada.

Un futuro cuyo horizonte ponemos en 2019, un lustro por delante para hacer frente a cinco grandes áreas que marcan la agenda política y la vida de cada una de las personas que día a día son Europa. Una economía conectada que no tendrá ya sentido sin una dimensión política acorde a las nuevas necesidades, pues la unión económica deberá pasar por una mayor cohesión en las decisiones políticas en Europa. Las fuentes de energía y la obtención de materias primas continuarán siendo el desafío al que la Unión se ha enfrentado siempre, desde el propio embrión que, en 1951, fue la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Un reto al que se enfrentará la Europa del presente y del futuro, un desafío, si cabe más profundo, que marcará también la propia ambición global de la UE. Una globalización que empuja a Bruselas a replantearse su propio lugar en el mundo, los socios con los que va a contar, los mercados a los que se va a abrir. Un mundo que ha ido cambiando, que cada vez lo hace más rápido y frente al cuál los Veintiocho deben replantearse su estrategia de acción.

EN CIFRAS

Empleo vs. Desempleo La estrategia 2020
El Parlamento Europeo
Tendencias de la población Los amigos de la Unión

Y todos estos puntos, economía, política, energía y diplomacia, repercuten en el último eslabón que va a tratar esta infoguía y que quizá debiera ser el más importante: la sociedad europea. Una sociedad que cambia, que envejece, que recibe a nuevos ciudadanos a la vez que se despide de otros. Un mercado laboral que tiene la cara del desempleo mientras que, al mismo tiempo, Europa se presenta como una de las regiones con mayores garantías del mundo para disfrutar del Estado del bienestar.

Por ello, la Europa del futuro será compleja y llena de contrastes. Tal y como lo ha sido hasta ahora. Una situación que se debe a la propia naturaleza compleja del proyecto europeo en el que muchas culturas, mentalidades y realidades trabajan a la vez, con diferentes intereses pero con el objetivo común de conseguir salir de esa crisis en la que se sumió Europa y el mundo hace más de cinco años a la vez que continúa con el cartel de “en construcción”.

Crisis es algo inherente a la propia naturaleza de un proyecto como lo es la Unión Europea. Por ello, lo importante no es salir de ella sino tener presente -y plantearse- en qué se va a convertir tras el paso del temporal. Y eso es el mayor reto al que Europa, y todos los que la componen, se enfrentan: ¿cuál es el futuro que le espera?

A FUTURO

“El BCE hará lo necesario para sostener el euro. Y créanme, eso será suficiente”.

Mario Dragui, presidente del Banco Central Europeo
Londres, julio 2012

© European Union 2014 - European Parliament

UNA ECONOMÍA CONECTADA

En un futuro, la Unión Europea habrá salido reforzada de la Gran Recesión, con unas economías preparadas para enfrentar el nuevo orden global de una mejor manera de la que lo estaban en 2008, el año 0. O eso es, a día de hoy, lo que se está intentando. La recuperación económica está en el horizonte de ciudadanos, dirigentes, políticos y demás actores sociales que conforman la Europa de 2014. En 2019, ¿será esto parte del pasado?

Mientras llega esa fecha, se puede ir viendo qué senda se está emprendiendo, con la idea de que caminos ya andados no han de volverse a pisar. La recuperación económica unirá dos aspectos, obligada por las circunstancias: el de la austeridad y el del estímulo del crecimiento. En varios países el apretarse el cinturón es sinónimo de recortes. Con cinco economías rescatadas y con la crisis de la deuda soberana, la economía de la Unión Europea, conectada y dependiente, es sin lugar a dudas una de las grandes preocupaciones del estado de la Unión.

Los Estados miembros y las instituciones europeas han perfilado distintos intentos para que esta recuperación sea posible. La unión bancaria y la unión fiscal son dos de las ideas. Mientras, en Bruselas se comienza a dar mayor poder al Banco Central Europeo (BCE) y desde noviembre de 2014 será el que al final asuma la última palabra en la tarea de ser un supervisor único para las economías de la Unión que se quieran sumar, sean o no de la zona euro.

Esta zona, la del euro, que se verá ampliada con la incorporación de Lituania en enero de 2015, alcanzando los 19 miembros, calibrará el poder tener una mayor capacidad presupuestaria y, así, los países que conforman este grupo pudieran actuar de forma conjunta. En una economía conectada todo eslabón se convierte en necesario y, pero también, en una traba.

Aunque no está claro cuál podría ser su efecto en la economía, el hecho de que los Eurobonos sean una opción pone de manifiesto, a su vez, la necesidad de poner en marcha un Tesoro Europeo que pueda, al igual que los tesoros nacionales, emitirlos. La diferencia residiría sobre todo en por la capacidad de respuesta conjunta de las economías que decidieran crear este Tesoro conjunto.

El refuerzo de los mecanismos de vigilancia del sistema financiero, un mayor control por parte de las instituciones europeas, una mayor colaboración y conexión de las economías son modos de evitar que la crisis se vuelva a producir. Pero, ¿y los socios comerciales? Para ello, la UE tiene previsto en 2015 tener a punto para su activación la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI) con Estados Unidos. Unas negociaciones que comenzaron en 2013 y que han levantado todo tipo de críticas pero también de elogios. Un acuerdo que se muestra necesario para algunos porque activará la economía, con unas estimaciones de aumento del 0,5% del PIB de la UE, mientras que para otros supondrá un desastre para Europa al verse beneficiada más la contraparte, es decir EE UU, que la propia UE. Los efectos de esta asociación, si llega a producirse, se verán en los próximos años.

Como también se podrá comprobar en qué derivará, desde el punto de vista económico y comercial, el acuerdo UE-Ucrania. Tras una época revuelta, se cree que no entrará en vigor antes de 2016. Ratificado está el acuerdo, se tendrá que estar atento a los otros componentes que rigen las relaciones al Este de la Unión Europea: Rusia y su vecindad.

Otra de las sendas de crecimiento económico que pretende seguir la Unión es el de la inversión en competitividad y en I+D, en los distintos sectores productivos de la economía europea en su conjunto y en la de cada uno de los Estados miembros con cada una de sus particularidades. Sociedades más preparadas para afrontar las turbulencias económicas y financieras. Una inversión cuyos frutos se recogen a largo plazo.

A medio plazo se sitúa la lucha contra el bajo índice de empleo en un momento en que hay 25 millones de desempleados dentro de la Unión Europea. Muchos de ellos, jóvenes menores de 25 añosalrededor de 5 millones en la UE y, de estos, más de 3 millones en la zona euro. Una juventud sin futuro que se muestra incapaz de desarrollar su proyecto vital. La Garantía Juvenil, una recomendación que establece que los jóvenes menores de 25 años puedan recibir una oferta de empleo, de educación o formación tras haber finalizado sus estudios o quedar desempleados, es una de las herramientas que se ha diseñado para paliar esta situación.

Buscar en el exterior nuevos mercados para aliviar esta tensión interna, para dar salida a los productos europeos, para internacionalizar el comercio han sido y van ser un factor decisivo para la recuperación de Europa. Brasil, Corea del Sur, Suráfrica… nuevas latitudes y nuevas potencias económicas en las que Europa tendrá que estar presente si quiere seguir siendo un actor económico global.

¿Qué papel tendrá en el nuevo orden mundial? De las medidas y reformas que se pongan en marcha en estos años saldrán las respuestas en un futuro… que no será a corto plazo.

“En la nueva Comisión Europea, la función dicta la forma. Tenemos que estar abiertos al cambio. Tenemos que mostrar que la Comisión puede cambiar. Hoy les presento una Comisión Europea eficaz, dinámica, política, concebida para dar a Europa un nuevo impulso. He dado carteras a personas, no a países”.

Jean-Claude Juncker, presidente electo de la Comisión Europea
Bruselas, 10 de septiembre de 2014

© European Union 2013 - European Parliament

LA DIMENSIÓN POLÍTICA

En este futuro a medio plazo, cuyo pistoletazo de salida lo marcaron las elecciones europeas de mayo de 2014 y cuya meta ponemos en los comicios de 2019, se tendrá que trabajar por y para la Unión Europea… pero con una población, que aunque varía en su opinión de un país a otro, lo cierto es que se muestra descontenta, a grandes rasgos, con la gestión de la Gran Recesión.

Una crisis económica que ha derivado en una depresión también de la confianza de los ciudadanos en lo que Europa les puede ofrecer, con alrededor del 31% de los europeos que siguen confiando en la UE, aunque hay que señalar también que en países como Bulgaria o Estonia esta confianza alcanza el 50%. En las últimas elecciones, el auge de partidos llamados euroescépticos, así como de otros de matiz populista, u otros que simplemente fusionaban ambas estrategias políticas, es atribuido, en buena parte, a este recelo ciudadano hacia las instituciones. Un mayor apoyo que se ha traducido en una mayor representación en el Parlamento Europeo de estas formaciones y que sin duda marcará la agenda del próximo lustro; los partidos tradicionales seguirán en el Parlamento pero tendrán que convivir con otras opciones políticas.

Una nueva Comisión Europea y su presidente han sido elegidos, también un nuevo presidente del Consejo Europeo y una nueva Alta Representante para Asuntos Exteriores y de Seguridad. Un trío de ases que conformarán la cara visible de esta nueva etapa. La consecución de una mayor unión política será uno de los grandes desafíos a los que se enfrente esta nueva estructura. Dos corrientes se presentan a la hora de plantear esta mayor colaboración entre Estados. Por una parte, aquellos que defienden un refuerzo del Parlamento Europeo, estableciendo unas relaciones mucho más estrechas con los parlamentos nacionales; todo esto se conseguiría, dicen aquellos que apoyan esta opción, con unos partidos y programas políticos paneuropeos, creando un bicameralismo real junto con una Comisión Europea dotada de mayor efectividad a través de un Presidente con más poder respecto a los Comisarios. Un control democrático de las instituciones, a la vez que se tiende hacia una idea federal mientras que el Consejo Europeo se ve limitado en sus poderes.

Por otra parte están los que prefieren una Europa menos fuerte y con una mayor soberanía nacional frente a las decisiones de Bruselas. Un rifirrafe de poder entre dirigentes nacionales que irá cambiando sus protagonistas a medida que haya elecciones nacionales… y los votantes decidan premiar a unos o castigar a otros. Jean-Claude Juncker, Donald Tusk y Federica Mogherini son las tres grandes apuestas a la que hay que sumar al repetidor Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo y que estará en su cargo hasta enero de 2017.

Ante esta nueva situación, Europa y sus ciudadanos se encuentran expectantes, con el ánimo puesto en saber cómo, cuándo y cuánto va a costar salir de una Recesión escrita con mayúscula. Son tiempos de preguntarse sobre esta gestión y por ello se ha profundizado en exigir más transparencia que ayude a la Unión para dotarse de una mayor legitimidad democrática. En esta búsqueda, también hay que involucrar a los actores no institucionales que participan en la construcción europea como son los lobbies, ONG, empresas o asociaciones ciudadanas, que deben rendir cuentas como prueba de que efectivamente todos los elementos sociales son parte de la evolución del proyecto europeo.

La idea de integrar a otros Estados en la aspiración europea de conseguir una región pacificada y próspera pasa por una mayor integración y armonización con los países del entorno. 28 son los miembros que forman el grupo, siendo Croacia el último en llegar. Después de la gran ampliación de 2004 hacia el Este y la suma de Bulgaria y Rumanía en 2007, es precisamente la zona de Balcanes Occidentales a la que parece que le toca el turno…o al menos así era antes de las dificultades económicas actuales. Lo cierto es que varios países están en lista de espera, confiando en que la situación mejore, tanto dentro como fuera de sus fronteras, deseando que alguna vez éstas dejen de existir, por lo menos de forma interna. Aunque no es menos cierto que uno de los fantasmas que recorre la Unión es las “dos velocidades". Y puede que así sea mientras se debate sobre la decisión de adhesión de países que no parecen estar todavía preparados cuando los propios Estados miembros de facto pasan por graves y serias dificultades. Si esto es así, si se ralentiza la consecución del proyecto europeo en todas sus dimensiones, si se cae en las dos o tres velocidades es algo que se verá en el futuro que le espera a la Europa de los años 2014-2019.

“Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”.

Robert Schuman, ministro de Asuntos Exteriores francés
París, declaración del 9 de mayo de 1950

John MacDougall/AFP/Getty Images

EL DESAFÍO ENERGÉTICO

Cuando se habla de la Unión Europea, no se puede obviar el propio pasado de ésta, de dónde viene, cuáles fueron los motivos por los que empezó a perfilarse. La lucha por las materias primas, por controlar las fuentes de energía era un foco constante de conflictos y crisis.

En una Europa que se muestra muy avanzada desde la Declaración Schuman de 1950, esto parece que no ha cambiado. Lo que sí ha cambiado es la estructura, sus dimensiones, sus competencias, sus pueblos. Pero no por ello se ha dejado de lado la preocupación por los suministros energéticos. Con una perspectiva más moderna, el problema sigue siendo el mismo: ¿cómo abastecerse? A lo que hay que añadir ¿cómo abastecerse con seguridad?.

Este motivo, la seguridad, hace que la energía siga siendo un desafío en el presente, pero también en el futuro de la Unión y del mundo globalizado. A mayor interdependencia de las economías, mayor el riesgo. A mayor subordinación, mayor el peligro de crisis. Y esto también atañe al control de las fuentes de energía y de las materias primas, algo que en el caso de la Unión Europea tiene una doble vertiente: la elevada dependencia de fuentes externas y la elevada inestabilidad de las regiones donde éstas se encuentran.  Como muestra de la prioridad que es una mayor interconexión de las infraestructuras de energía, transporte y telecomunicaciones, la Comisión Europea ha puesto en marcha el programa “Conectar Europa” para el periodo 2014-2020 con una dotación económica de más de 5.000 millones de euros.

Interconectado está también este panorama de dependencia económica con la propia dimensión exterior de la Unión, con la acción exterior de sus Estados miembros y de sus intereses como países y como economías independientes. Se tendrá que tender hacia una verdadera unión energética de Europa y que se pueda crear una política conjunta gracias a la cual todos los europeos salgan beneficiados. Pero para esto, y aquí va el grandísimo desafío europeo, se deberá pensar como una sola sociedad, la europea. ¿Se conseguirá?

Se demanda un regulador común en materias energéticas que supervise que toda la Unión va a poder asegurarse el suministro de, sobre todo, gas. Una materia prima que ya ha sido el causante de crisis en años recientes y que en la actualidad está siendo moneda de cambio en las tensiones evidentes entre la Unión Europea y Rusia con Ucrania en el centro de toda la crispación diplomática y política.

Pero no solo hacia el Este se debe mirar. Otros vecinos cercanos de los europeos, como el Magreb, son también amigos a los que cuidar. La inestabilidad que desde diciembre de 2010 asola la región, con distintos resultados entre los que priman los negativos, es motivo de interés para aquellos Estados miembros que se preocupan más por lo que ocurre en Argelia que por lo que pasa en Ucrania. Pero Oriente Medio, el Sahel, zonas como los países del Golfo, están en la mente de todo europeo sabiendo que el petróleo que de allí viene es decisivo y vital para el funcionamiento de la economía. Y que de las importaciones de estos productos se depende enormemente. Todo está interconectado, tanto que Venezuela y China y lo que ocurra en el interior de estos Estados, también serán piezas decisivas en el futuro de Europa…y del mundo.

A la apuesta por la unión energética también se le añade la apuesta por las fuentes de energía renovable, en la búsqueda de una reducción mayor de la dependencia de los combustibles fósiles. En esta senda se va con la Estrategia 2020 de la Comisión Europea. Reducir las emisiones de carbono, aumentar la eficiencia energética, potenciar las industrias de las renovables… todo ello para lograr no solo ser más independientes sino también serlo de manera limpia. La economía verde puede suponer una senda de crecimiento con nuevos puestos de trabajo que requieran nuevas cualificaciones profesionales en un mercado laboral europeo que se muestra agotado, esto podría ser una manera de buscar un aumento de la competitividad gracias a la innovación. Una acción contra el desempleo que se unirá a la lucha contra el cambio climático, campo en el que se espera que la UE sea un actor fuerte en las negociaciones multilaterales sobre el clima de 2015.

“Los desafíos son enormes, debemos hacer frente a crisis en casi todas partes: sobre suelo europeo, en Ucrania, y en otros lugares, comenzando por Irak y Siria hasta Libia”.

Federica Mogherini, próxima Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad
Bruselas, 30 de agosto de 2014

© European Union 2014 - European Parliament

LA AMBICIÓN GLOBAL

Federica Mogherini es el nombre que se tendrá que tener en mente, al menos durante los cinco años que dure su mandato, al hablar de la Alta Representante para Asuntos Exteriores y de Seguridad de la Unión Europea. Tomará posesión de su cargo en noviembre de 2014 y relevará a Catherine Ashton, que ha estado al frente de la diplomacia europea este último lustro.

Pero, ¿hacia dónde va la acción exterior de la Unión? ¿Quo vadis, diplomacia europea? Responder a esta pregunta no es tarea fácil. Principalmente porque las relaciones exteriores de la Unión todavía están despegando en algunos campos, en otros no lo han hecho como se esperaba. El mayor obstáculo es que a esta necesidad de acción conjunta se unen los servicios diplomáticos de los Estados miembros. Y éste es el quid de la cuestión. Todo parece indicar que la próxima Alta Representante se va a encontrar con el mismo obstáculo que su predecesora: no hay una acción común sino 29 distintas actuando a veces por los mismos intereses, a veces por intereses manifiestamente contrarios. Desconfianza, multilateralismo, relaciones bilaterales tradicionales, un bloque unido… muchas reformas y grandes dilemas a los que tendrá que hacer frente Mogherini.

De esta manera el papel de la Unión y sus miembros en foros como la ONU, la OSCE o la OTAN tendrá que ser revisado en estos años venideros en el intento de conseguir un desarrollo real de la acción exterior europea. No es que no la haya pero por ahora resulta insuficiente para hacer frente al nuevo orden mundial con sus complejidades y sus desafíos. La Unión Europea se encuentra en la necesidad de seguir siendo un actor esencial y fuerte en el plano global para que de esta manera pueda defender sus intereses tanto en su esfera de influencia como en los nuevos socios.

Estos últimos, los nuevos amigos de la Unión Europea, engrosarán la lista de viejos compañeros de fatigas: Rusia, Estados Unidos, China, India, Brasil, Corea del Sur o Suráfrica son algunos de los nombres. Las relaciones con algunos de ellos se desarrollan en el ámbito del comercio y del intercambio cultural. Las relaciones con otros no pasan por sus mejores momentos, lo que seguirá marcando el ritmo al que bailan las relaciones exteriores europeas, al menos, en el medio plazo.

Las delicadas relaciones por las que ahora atraviesa la Unión con Rusia son buena prueba de ello. Ucrania como excusa, las materias primas y las fuentes de energía como muestra de que todavía éstas rigen la vida de los europeos. Pero no solo hay que poner la mirada en el Este. También en regiones muy inestables como Oriente Medio o el Sahel, el mundo árabe y el Magreb en la etapa posterior a las primaveras árabes. Desafíos tremendos como el terrorismo yihadista y las guerras civiles no son parte del pasado, sino que siguen muy presentes y serán, en el futuro, problemas a los que tendrá que hacer frente la Unión en su vecindad más próxima.

Todo este panorama crea a su vez una problemática superlativa y urgente: el asilo de refugiados, la llegada de personas que huyen de la guerra y la miseria, la trata de seres humanos, la inmigración descontrolada. La Unión deberá, como parte de su política exterior, dar una respuesta a tragedias, dramas y situaciones personales de aquellos que ven a Europa como el lugar donde su huida termina. Hay que añadir que, en su mayoría, los inmigrantes que llegan a la UE lo hacen por motivos económicos y se estima que, solo en 2012, un 1.700.000 personas llegaron a alguno de los Estados miembros.

La cooperación al desarrollo se mostrará esencial en la construcción de una Acción Exterior. Crear los mecanismos esenciales para invertir en aquellas zonas con necesidades más acuciantes podría ser una buena estrategia de cooperación al desarrollo, junto con otros sistemas, ya existentes, como el Banco Europeo de Inversiones (BEI) o el Fondo Europeo de Desarrollo (FED). Se tendrá que superar, para conseguir una mejor política conjunta en este campo, el papel preponderante de las políticas de cada uno de los Estados miembros. Unas estrategias nacionales muy diversas, y asimétricas si se miran en conjunto, que se basan sobre todo en la propia historia y percepción de la necesidad y del riesgo de cada una de las sociedades europeas. Los recortes están en la actualidad a la orden del día en las partidas presupuestarias destinadas a políticas de desarrollo. Una tendencia que parece que va a continuar en el nuevo ciclo que ahora comienza. Sin embargo, en 2012, las instituciones europeas y los países que conforman la Unión destinaron 55.200 millones de euros en ayuda al desarrollo y con esta cifra, la UE es el primer donante mundial

Otro de los grandes temas que deberá tratar Federica Mogherini y su equipo es uno de los más sensibles: la defensa unida a la seguridad. La idea de crear un Ejército europeo no es algo nuevo pero ahora se busca reinventar la defensa común tras la Estrategia Europea de Seguridad de 2003 y tras el Tratado de Lisboa (2009) que dotó a la Unión de un marco institucional y nuevos mecanismos de cooperación en este ámbito. Una Unión Europea que sigue sin tener capacidad militar ni una fuerza coercitiva pues, también en esto, los Estados miembros son los que tienen la última palabra.

Y como hablamos en presente del futuro, no se puede obviar ni la ciberdiplomacia ni la ciberseguridad ni la ciberdelincuencia. Nuevas maneras de relacionarse que marcarán, probablemente, el desarrollo de la acción exterior de la Unión en los años venideros.

Comienza pues la era Mogherini.

“La crisis solo habrá acabado cuando nuestros hijos dejen de estar en riesgo de convertirse en una generación perdida y en lugar de eso puedan mirar hacia un futuro prometedor”.

Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo
Bruselas, 9 de septiembre de 2014

Sean Gallup/Getty Images

UNA SOCIEDAD CAMBIANTE

Un gigante poblacional. Las cifras de la UE así lo demuestran: 500 millones de habitantes en 2010, cifra que llegará a su pico en 2040 alcanzando su propio récord de 536 millones.

Pero tras ilustrar con estas impresionantes cifras, se asoma una realidad, patente ya desde hace unos años: Europa se está volviendo cada vez más anciana. De vuelta a los números, para 2040 alrededor del 25% de la población tendrá más de 65 años. Reportará esto un gasto mayor en las pensiones, un nuevo reto para el Estado del bienestar en tiempos de la Gran Recesión, se esté saliendo de ella o no.

La otra cara de este cambio de tendencia en la demografía es que la esperanza de vida de los europeos aumentará de forma notable en 2060: para los hombres será de 84 años y para las mujeres, 89. También la tasa de fertilidad subirá, ligeramente, aunque será (todavía) una de las más bajas del planeta, lo que hace que volvamos al problema inicial: el envejecimiento de la población. Un bucle desafiante para el devenir de Europa. Hay que subrayar que tampoco se podrán olvidar las cuestiones relacionadas con el género, pues el peso del sector femenino tendrá cada vez más relevancia.

A este incremento de la población y reestructuración social se unirá el intentar buscar un equilibrio entre el desarrollo de las zonas rurales y el de las zonas urbanas. La tendencia de concentración de la población en estas últimas se consolidará y por ello se ve prioritario la realización de políticas centradas en intentar crear ciudades sostenibles, habitables e inclusivas, estableciendo el objetivo de que sean urbes en la que la calidad de vida para el ciudadano tenga los estándares adecuados. Pero en este empeño no se podrán olvidar las áreas rurales, pilar decisivo en el desarrollo de las regiones y, como consecuencia, de los Estados miembros. La competitividad e innovación en los métodos agrícolas, la falta de población, las oportunidades laborales para los jóvenes, la existencia de infraestructuras del Estado del bienestar para todos…el no al olvido también se tiene presente en estas zonas.

Los flujos migratorios desempeñarán una pieza importante en esta creación de Europa, como ya lo ha venido siendo hasta ahora. Al multiculturalismo interno, seña de identidad por la propia naturaleza europea, se añade también el externo, aquel que revierte por el flujo de llegadas de nuevos ciudadanos procedentes de regiones diversas. Pero este hecho multicultural añadirá dos vertientes: por un lado la riqueza que otorga la diversidad, por otro el desafío de la integración social. Todo ello dentro de la vigilancia de los derechos fundamentales que persigue la Unión. Unos derechos iguales para personas de distinto género, distintas razas, religiones, capacidades, opciones personales… El reto social será el de la integración y la diversidad, el de la unión y la no división.

El empleo será parte de la búsqueda de una Europa que sea real para todos, como tarde, en 2020. La búsqueda de recetas para luchar contra una de las lacras que hace que se tropiece en la recuperación económica se mostrará fundamental para un desarrollo social en el que nadie se debe quedar atrás. Las nubes de la desigualdad planean sobre los europeos, en algunos casos son ya realidades diarias, con un 17% de la población europea en 2012 en riesgo de pobreza. Por ello, los temas de desempleo, inversión en I+D, el eliminar las cada vez mayores diferencias entre los Estados miembros... la consecución de un Estado del bienestar que puede que no se reproduzca en los mismos niveles de los que se disfrutaba con anterioridad, pero que es parte y seña de la identidad europea.

Y en esta lucha de gigantes no se puede olvidar lo esencial que es la educación, en especial, aquella llamada superior o universitaria. Seguirá siendo importante una mayor dedicación de los europeos a estos estudios pues las sociedades más formadas en este respecto son sociedades que emprenden el camino del avance y la innovación. El proceso de Bolonia, aquel que nos ha traído la armonización de los estudios universitarios, ha sido un paso adelante y todavía está en construcción. Como lo sigue siendo el programa Erasmus que, a día de hoy, es el mejor programa de creación de una Europa unida, la mejor prueba de que la inversión en los jóvenes asegura un futuro para cualquier proyecto.

El futuro de Europa no existirá sin juventud, sin niños pero tampoco sin el cuidado de los mayores, sin la protección de la diversidad, sin la cultura multipolar. Europa tendrá que invertir en las personas, en los ciudadanos y en sus sociedades. La identidad europea se creará a base del intercambio y del conocimiento. Y eso es la Europa del futuro por la que se tendrá que velar y en la que se tendrá que invertir.

“Nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos a las personas”

Biblioteca Nacional de España