El futuro de la OTAN

El mundo cada vez se está volviendo más multipolar. En este contexto, la OTAN debe redefinir sus relaciones con diversos actores internacionales. Algunos de ellos, como Rusia, se presentan como rivales. Mientras que otros, como la Unión Europea (UE) o Naciones Unidas (ONU), tienen un largo historial de colaboración. Asimismo, también se busca la cooperación más allá del marco tradicional del Atlántico Norte.

Desde el estallido de la guerra en Ucrania se habla mucho del papel de Moscú oponiéndose a los intereses de Occidente, ya no solo en el antiguo espacio soviético, sino también en otros lugares como Siria. Desde el final de la guerra fría y hasta 2008, las relaciones entre la OTAN y el Kremlin estuvieron más influenciadas por la cooperación que por el enfrentamiento, salvo por momentos de tensión como la guerra en Kosovo en 1999 o la primera propuesta de un escudo antimisiles realizada por la Administración de George W. Bush.

Entre 1991 y 2008 se establecieron una serie de mecanismos de colaboración. En 1997 se firmó el Acta Fundacional OTAN-Rusia sobre Relaciones Mutuas que proponía unos puntos de partida para cooperar. En 2002 se creó el Consejo OTAN-Rusia, una herramienta diplomática para tratar las cuestiones bilaterales vinculadas con la seguridad. Además, hubo cooperación entre las fuerzas de la Alianza y de Rusia en las misiones de paz de Kosovo y de Bosnia. El Kremlin también ha colaborado con la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) y en la creación de las Fuerzas Armadas afganas. También trabajaron juntos en otros terrenos como el control de armamento o la lucha contra el terrorismo (en especial tras el 11S).

En 2008 la relación sufrió un grave deterioro con la guerra en Georgia, que supuso la supresión de las reuniones del Consejo OTAN-Rusia. A partir de la primavera de 2014 con la anexión de Crimea y el apoyo militar a los rebeldes prorrusos en Donbass las relaciones han alcanzado su punto más tenso desde 1991.

La OTAN insiste en que no busca un enfrentamiento con Rusia, aunque sí que ha aumentado su presencia militar en Europa del Este frente a una actitud más agresiva por parte del Kremlin. Concretamente y en un primer momento, se reforzó la misión de Policía Aérea en el Báltico, aunque desde el 1 de septiembre de 2015 volvió a una cifra de efectivos anterior a la de la primavera de 2014. Otra medida ha sido el envío de material militar pesado (especialmente estadounidense) para, en caso de que fuera necesario, desplegar efectivos para disuadir de una posible agresión.

Asimismo, la Alianza no reconoce ni la anexión de Crimea ni las elecciones que se celebraron en Donetsk y Luhansk (las dos regiones de Ucrania prorrusas de Donbass) ni la independencia de Abjasia y Osetia del Sur que declararon la secesión de Georgia tras la guerra de 2008.

Otro punto que ha dado que hablar es una posible rivalidad entre la OTAN y la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), integrada por Rusia, China, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, muy centrada en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico en Asia Central. A pesar de la supuesta competencia entre ambas, la OCS no puede realmente equipararse a la Alianza. Además, estos organismos pueden incluso encontrar puntos en común como contener al terrorismo yihadista en el corazón de Eurasia.

Si se mira la relación bilateral OTAN-China, hubo un momento de profunda crisis cuando se produjo el bombardeo de la Embajada de la República Popular en Belgrado durante la guerra de 1999. Pekín también ha visto a la Alianza como un instrumento militar al servicio de Estados Unidos. Pero, tal y como ha publicado Carnegie-Tsinghua Center for Global Policy, la seguridad en Afganistán puede ser un punto de colaboración, ya que ambas partes están interesadas en la estabilidad en ese país. En el otro extremo del espectro de relaciones de la OTAN encontraríamos a la UE, a la que se considera un aliado clave. Ambas organizaciones comparten la mayoría de sus miembros (22) y consideran que tienen los mismos valores e intereses estratégicos.

La Declaración OTAN-UE sobre Seguridad Europea de 2002 contempla que ambas organizaciones tienen un rol complementario. Este acuerdo también estipula que la Alianza ponga a disposición de la Unión sus capacidades de planificación y logística para determinadas misiones. La OTAN considera que si la UE mejora sus políticas de defensa será una gran garantía para la seguridad del Viejo Continente, muy dependiente de EE UU desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

En estos años hay ejemplos de la coordinación de ambas organizaciones. Un primer caso fue la Operación Concordia en Macedonia en 2003; también colaborando con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Un año más tarde, la UE tomó el relevo de la OTAN al frente de la misión de paz en Bosnia-Herzegovina al asumir el mando de la Operación Althea. Más allá de los Balcanes, también se ha producido colaboración en la lucha contra la piratería en Somalia con los despliegues navales de Ocean Shield y Atalanta.

La UE y la OTAN también actúan compenetradas con el contingente estadounidense, la Combined Marine Force 151, y en estos años se han complementado para proteger mejor las rutas de navegación en el Índico y el Golfo de Adén.

La Unión Africana (UA) es otro organismo supranacional de carácter regional con el que la OTAN también ha cooperado recientemente. Entre 2005 y 2007, la organización prestó apoyo logístico para las fuerzas de paz africanas en la región sudanesa de Darfur. En la actualidad, la colaboración para transportar suministro y tropas se da en el marco de AMISOM, la misión de pacificación de este organismo en Somalia.

La OTAN también tiene interés en profundizar su trabajo conjunto con Naciones Unidas. Algunos de los principales despliegues de la Alianza como Bosnia, Afganistán o Libia han contado con el aval del Consejo de Seguridad. Lo que ha propiciado que algunos críticos consideren a la organización militar como el brazo armado de la ONU, algo que se ha desmentido desde la Alianza.

Aquí las principales áreas de cooperación se centran en la lucha contra el terrorismo, evitar la proliferación de armas de destrucción masiva o ayudas en misiones humanitarias y de mantenimiento de la paz.

Sobre el terreno, el ejemplo paradigmático de esta colaboración ha sido la misión de la ISAF en Afganistán, creada por la Resolución 1386 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 2001, dos años después la operación pasaba a estar bajo mando de la OTAN. Otro caso es la Operación Ocean Shield, donde una de las atribuciones de los buques de guerra de la Alianza es la protección de los barcos del Programa Mundial de Alimentos ante los ataques de los piratas somalíes.

La OTAN colabora con otros organismos como el Consejo del Partenariado Euro-atlántico, el Diálogo Mediterráneo y la Iniciativa de Cooperación de Estambul. Luego existen los Programas Individuales de Asociación y Cooperación con Estados de zonas estratégicas del globo como la región de Asia-Pacífico, que se han firmado con países como Australia, Nueva Zelanda o Japón.

Respecto a América Latina, Colombia firmó un acuerdo de colaboración con la OTAN en 2013, especialmente orientado a la lucha contra la delincuencia transnacional. La medida despertó las críticas de otros países latinoamericanos como Bolivia, Nicaragua y Venezuela, porque lo veían como un riesgo para la paz en la región; el debate se elevó a UNASUR. Finalmente, en junio de 2015, la Corte Constitucional Colombiana declaró el acuerdo como no procedente por un defecto de forma en la votación en el Senado.

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