Con lo que probablemente no contaba la Presidencia española de la UE es con un giro radical de Berlín en su relación con Europa. La crisis griega ha sido el desencadenante de esa catarsis -y “catarsis” es un término griego- que va a tener consecuencias evidentes y fundamentales para el futuro de los 27. Alemania no está dispuesta a seguir sacrificándose por Europa, a echar mano de chequera cada vez que surgen problemas entre los Estados miembros, a demostrar una y otra vez que es más europea que nadie y que está dispuesta a pagar un precio por ello.

Alemania ha aprendido a decir NO. No a perdonar a los griegos, no a improvisar planes de ayuda que puedan debilitar el euro, no, sobre todo, a saltarse sus propias leyes que impiden de modo tajante conceder créditos a otro país cuando éste es prácticamente insolvente. Ya no quiere ser el hermano mayor que se ocupa abnegadamente de los débiles. Ahora se trata de que cada cual se saque las castañas del fuego. Quiere ser egoísta en Europa, y ser tan respetada por ello como los británicos, quienes hace muchos años que van a su aire y a lo suyo.

El cambio político que estamos contemplando en estos días en la canciller Angela Merkel tiene mucho que ver con su precaria situación política interna. La coalición con los liberales es una pesadilla diaria, hasta el punto de que el presidente alemán, Hörst Köhler, ha llamado públicamente al orden este fin de semana a la CDU y al liberal FDP para que dejen de pelearse y se pongan a gestionar el país. La opinión pública está aterrorizada ante las cifras del último nuevo endeudamiento estatal que ha tenido que aprobar el gobierno: 80.000 millones de euros, una cifra histórica y una pesadilla para una economía que este año, con un poco de suerte, crecerá apenas un 1’5%. En estas circunstancias, ayudar a los griegos es algo que ni se plantea… Que vendan las islas, y el Partenón, si quieren… La opinión pública está haciéndose cada vez más euroescéptica y está masivamente en contra de cualquier crédito a Atenas. Un 30% de los alemanes estaría incluso muy de acuerdo con expulsarles de la zona euro. Pero un 40% de esos mismos alemanes cree que su propio país, la República Federal, estaría también mejor sin moneda única.

Es en este clima adverso en el que Merkel se enfrenta el 9 de mayo a unas elecciones clave en el Estado de Renania del Norte, donde aún gobierna con comodidad. Si la CDU fracasa en  Renania, le resultará muy difícil sacar adelante cualquier ley en el Bundesrat, la Cámara de los Länder. Y la CDU puede perder simpatías y votos si ayuda a quien no lo merece. El diario Bild, el más leído de este país, no lo puede decir más claro: “Frau Merkel, bleiben Sie bei Ihrem NEIN” (Señora Merkel, manténgase usted en su NO).