De la Amazonia brasileña al kurdistán turco, pasando por la Cachemira pakistaní o las ambiciones de China en Birmania. Las potencias emergentes están sedientas de  energía eléctrica que alimente sus economías en pleno crecimiento, pero muchos de los proyectos de presas no están exentos de controversia: protestas de grupos ecologistas, las demandas de las poblaciones afectadas y las tensiones con los países vecinos están empezando a desbordar a algunos gobiernos. 

BELO MONTE, BRASIL

AFP/Getty Images
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¿De qué se trata? Un proyecto de construcción de tres presas, valorado en unos 13.000 millones de euros, en el río Xingú, en pleno corazón del Amazonas.

Enredados en la polémica: Gobierno de Dilma Rousseff, grupos indígenas, ecologistas y celebrities varias.

A favor: “Brasil tiene la misión sagrada de demostrar al mundo que es posible un crecimiento rápido sin destruir el medio ambiente”, afirmaba Dilma Rousseff en el acto de toma de posesión como Presidenta. El país latinoamericano abandera un discurso de potencia emergente sostenible, pero al mismo tiempo la polémica Monte Belo es uno de los proyectos estrella del Gobierno de Rousseff para seguir impulsando el crecimiento del país, de alrededor de un 5% anual. Esta presa de 11.000 megawatios –que será la tercera más grande del mundo después de la china Three Gorges e Itaipú– dará energía  a 23 millones de hogares y creará hasta 18.700 puestos de trabajo, según el Gobierno brasileño. Además, las autoridades prometen compensar  y restablecer a  las poblaciones afectadas con un plan de 3.000 millones de dólares.

En contra: Los grupos indígenas y las organizaciones medioambientales cuentan  con padrinos de fama mundial. El cantante Sting y James Cameron, el director de cine de la película Avatar, entre otros, apoyan el movimiento anti Belo Monte. ¿Cuáles son sus razones? Se prevén alrededor de 500 kilómetros de tierras inundadas, el desplazamiento de 50.000 personas –en su mayoría población indígena– con los consiguientes efectos medioambientales y sociales. Un informe de la ONG International Waters va más allá y afirma que este tipo de proyectos supone un gran riesgo para las mujeres. Ellas sufren en primera línea los negativos efectos socioeconómicos sobre las familias y el boom de prostitución que suele ir acompañado a la llegada de un gran número de hombres a trabajar en grandes proyectos de infraestructuras.

¿Qué puede pasar? Por el momento, un juez brasileño ha paralizado las obras de la hidroeléctrica, mientras que el Gobierno insiste en la viabilidad del proyecto y minimiza riesgos. Aunque la decisión será probablemente apelada, la batalla se prevé larga y este no será el último de los dilemas entre crecimiento y preservación ambiental que viva el país. Sin embargo, el gigante latinoamericano cuenta con la suficiente conciencia ecológica –superior a la de otras economías emergentes– para convertirse en el modelo de potencia sostenible con el que sueña.


ILISU, TURQUÍA

AFP/Getty Images
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¿De qué se trata? Ilisu es una de las 22 presas que constituyen el plan hidrológico GAP (Proyecto para el Sureste de Anatolia). El agua proviene del Tigris y Éufrates, los dos grandes ríos de lo que fue la antigua Mesopotamia.

Enredados en la polémica: El gobierno del AKP, kurdos, Siria, Irak y los amantes de los patrimonios culturales.

A favor: Ankara defiende Ilisu, una presa en construcción que generará 12.000 megawatios, dentro de  una política de infraestructuras que tiene como principal objetivo desarrollar el sureste del país, principalmente afectado por el desempleo y pobreza. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan asegura que la presa generará puestos de trabajo, mejorara la agricultura de la zona, impulsará el turismo… En definitiva, promete mejorar la vida de la gente, así como restablecer e indemnizar a los afectados. GAP es uno de los principales proyectos de desarrollo de Turquía y proporcionará al país la energía que necesitará en el futuro: precisará del doble de electricidad en 2020 si quiere mantener el ritmo de crecimiento. Además, este impulso económico es imprescindible para hacer realidad las ambiciones geopolíticas turcas de convertirse en potencia regional.

En contra: Las críticas provienen de distintos frentes. La construcción de la presa, que comenzó en 2010, afectará entre 50.000 y 78.000, en su mayoría de etnia kurda y otras minorías. Algunos informes realizados sobre el terreno informan ya sobre la mala gestión a la hora de restablecer e indemnizar a los afectados por parte de las autoridades turcas. Además de las protestas sobre los efectos socioeconómicos y los temores medioambientales, la polémica se ha desatado porque la construcción de la presa se llevará a cabo en Hasankeyf, una ciudad de 1.800 años de antigüedad a orillas del Tigris, con la consiguiente pérdida de cientos de restos arqueológicos. El malestar también ha surgido en Siria e Irak, temerosos de que la reducción del cauce del Tigris y el Éufrates –que transcurren también por sus territorios– genere escasez de agua y ponga en peligro las cosechas en la zona baja de los ríos.

¿Qué puede pasar? Las autoridades turcas siguen adelante con Ilisu, que será completada en 2014. Algunos analistas afirman que GAP es más que un gran proyecto de desarrollo y que se trata también de una “barrera al independentismo turco”, ya que se encuentra solo a 10 kilómetros con la problemática frontera con Irak –donde los miembros de la guerrilla independentista PKK campan a sus anchas y mantienen continuos enfrentamientos con el Ejército turco. Ankara podría utilizar además el agua como un arma geopolítica frente a sus vecinos Irak y Siria, con los que aún no se ha llegado a un acuerdo sobre cómo gestionar los ríos. Posibles futuros enfrentamientos por los recursos hídricos, valiosos y escasos en  una región ya por sí inflamable, no son impensables.

MYITSONE, BIRMANIA

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¿De qué se trata? Un proyecto de presa y planta hidroeléctrica conjunto entre Birmania y China de unos 3.500 millones de dólares en el río más grande y simbólico del país, Irrawady.

Enredados en la polémica: Gobierno Birmano, China, la premio Nobel de la Paz  Aung San Suu Kyi, la sociedad civil y el grupo étnico Kachín.

A favor: Myitsone podría convertirse en una de las presas más grandes del mundo y producir una electricidad de entre 3.600 y 6.000 megawatios. La iniciativa se plantea suculenta para el hambriento gigante asiático, que importaría casi el 90% de la electricidad producida. Las autoridades de Pekín sostienen que se trata de un proyecto con la que ambos países salen ganando: para China supondría una gran fuente de energía limpia para alimentar su crecimiento y para Birmania –con el 70% de su economía basada en la agricultura y aislada internacionalmente– podría representar un impulso a su proceso de industrialización.

En contra: Las críticas se centran en el aumento de la violencia en el problemático Estado Kachín, donde se planea construir la presa, y el temor a la creciente influencia de China en Birmania. El proyecto podría ser uno de los factores que han vuelto inflamar en los últimos meses el largo conflicto que mantienen el Ejecutivo y los rebeldes kachín, según la organización Human Right Watch, puesto que este grupo étnico sería el más afectado por los efectos medioambientales y sociales de Myitsone. No solo la población kachín está en contra de la presa, la sociedad civil y la premio nobel de la Paz Aung San Suu Kyi se han sumado a las protesta. Argumentan que el proyecto viola la voluntad de los ciudadanos –que consideran este río la cuna de la civilización birmana– y alertan de cómo el país corre el riesgo de convertirse en una colonia china.

¿Qué puede pasar? El pasado septiembre, el presidente birmano, Thein Sei, comunicó por sorpresa la suspensión del proyecto, causando asombro y malestar en su poderoso vecino del norte. Myitsone genera división dentro del propio gobierno civil, que asumió el poder de la Junta militar en marzo y está iniciando algunas medidas de ligera apertura en el país. El propio Estado birmano empieza a estar preocupado de la excesiva dependencia de China  y ha comenzado un acercamiento a India. Por el momento, la sociedad civil, que está experimentado un creciente sentimiento antichino, parece haber ganado la batalla.

GIBE III, ETIOPÍA

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¿De qué se trata? Es la tercera de las presas que conforman un mastodóntico proyecto hidroeléctrico a lo largo del río Omo, en Etiopía y que costará alrededor de 1.700 millones de dólares.

Enredados en la polémica: Los gobiernos de Etiopía y Kenia, la compañía italiana Salini Costruttori, bancos chinos, las comunidades indígenas y la Unesco.

A favor: Etiopía posee un gran potencial hidroeléctrico que podría mejorar las carencias energéticas que padece el país, donde el 2% de la población rural (que es el 80%) no tiene acceso a la electricidad, por no mencionar, el hándicap que supone para el desarrollo económico de  las mayoría de los Estados africanos los habituales cortes de electricidad. El Gobierno etíope tiene en mente vender parte de la energía que produzca Gibe III –se prevé que generará alrededor de 1.870 megawatios– a los vecinos Kenia, cuyo Gobierno está contemplando invertir dinero en el proyecto, Sudán y Yibuti. Esta gran presa, que puede convertirse en la más grande de África, podría así insuflar ingresos a uno de los países más pobres del continente, con una renta per cápita anual de 350 dólares.

En contra: Unas 500.000 personas podrían verse afectadas, desde al menos 8 tribus indígenas en Etiopía que viven en el valle del río Omo hasta unos 300.000 habitantes del Lago Turkana en Kenia, considerado patrimonio cultural por la Unesco y que se opone también al proyecto. Las obras de la presa comenzaron en 2006 y algunas organizaciones medioambientales occidentales acusan al Gobierno etíope de haber iniciado la construcción sin consultar e informar a las comunidades afectadas y sin valorar el enorme coste social y medioambiental. La presa reducirá en gran medida, según algunos estudios, el cauce del río Omo, del que el lago Turkana recibe el 90% del agua, poniendo en riesgo el sustento de pescadores y agricultores en una zona ya muy vulnerable a la sequía y los efectos del cambio climático.

¿Qué puede pasar? Los miedos a un desastre ecológico y la presión de las ONG International Rivers e International Survival han logrado que el Banco Europeo Internacional y el Banco Africano de Desarrollo retiren por ahora sus fondos para el proyecto. Sin embargo, la construcción sigue en marcha, en manos de la compañía italiana Salini Costruttori y con el apoyo de grandes bancos chinos. Por el momento, continúa el pulso entre las ONG y las comunidades afectadas, por un lado, y el Gobierno etíope, por otro, cuyo primer ministro, Meles Zenawi, afirma que finalizará la presa a “cualquier precio”. Ya se está hablando de una futura Gibe IV.

DIAMER BHASHA, CACHEMIRA PAQUISTANÍ

AFP/Getty Images
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¿De qué se trata? Diamer Bhasha, con un coste estimado en unos 8.500 millones de dólares, podría convertirse en la presa más alta del mundo, con 281 metros de altura. El Islamabad planea construirla en el río Indus, noreste del país, en la Cachemira administrada por Pakistán.

Enredados en la polémica: Gobiernos de Pakistán e India, China y Estados Unidos como actores secundarios, y la población local.

A favor: La economía de Pakistán, un país con una de las poblaciones que más rápido crece del planeta, se basa principalmente en la agricultura. Presas como Diamer Bhasha podría mejorar la producción agrícola, reduciendo así el riesgo de  futuras crisis alimentarias. Este proyecto, que proporcionaría 4.500 megawatios de energía, aliviaría la escasez energética y reduciría los cortes de electricidad y sus negativas consecuencias para el desarrollo y la vía diaria de los paquistaníes. El aumento de oportunidades de trabajo, en una región remota y castigada por el desempleo, así como la creación de carreteras y otras clases de infraestructuras son algunos de los beneficios que sustentan la necesidad del proyecto.

En contra: La polémica se plantea desde un punto de vista interno y otro regional. Por un lado, la población local –hasta 24.500 personas podrían verse afectadas, según la ONG International Rivers–  ha protestado contra la construcción de la prensa. Temen no verse beneficiada por un proyecto decidido en Islamabad y de cuyas posibles repercusiones no han sido informados. Por otro, la localización de la presa, la Cachemira pakistaní, no es precisamente el lugar más pacífico del mundo: es una de las áreas más militarizadas del planeta, debido a la disputa que mantiene Islamabad y Nueva Delhi por el territorio de Cachemira, que ambos reivindican como propio. Diamer Bhasha ha tensado las ya complicadas relaciones entre los dos países. Las autoridades indias han exigido a Pakistán que detenga los planes de la presa por considerar “ilegal” cualquier construcción en un enclave que, según Nueva Delhi, pertenece a India.

¿Qué puede pasar? El gobierno de Islamabad ha inaugurado el proyecto recientemente, que contará con financiación de la mayor compañía hidroeléctrica estatal china y que se prevé que duré 8 años. Estados Unidos, el mayor donante de ayuda al desarrollo de Pakistán, está planteándose aportar dinero al proyecto como una manera de mejorar su imagen en el país. Las autoridades indias ya han pedido a Washington y Pekín que no financien el proyecto, y han mostrado su desasosiego por el incremento de  los proyectos energéticos y de infraestructuras de China en la Cachemira paquistaní.