Mujeres en el centro comercial de Isfahan, Irán (John Moore/Getty Images).
Mujeres en el centro comercial de Isfahan, Irán (John Moore/Getty Images).

Cuando la pelea entre radicales y reformistas en Irán aumenta, las mujeres siempre están en medio. Esta vez no ha sido la excepción. 

Con la inflación medianamente controlada y con las negociaciones sobre el programa nuclear todavía respaldadas por el Líder Supremo, Alí Jamenei, los radicales iraníes parecen haber puesto a las mujeres en el frente de batalla en su lucha contra el Gobierno del presidente Hassan Rohaní.

Campañas para promover el matrimonio, regulaciones que prohíben la planificación familiar, medidas que impulsan la segregación por género, la aprobación de una ley que permite que las menores de nueve años contraigan matrimonio con el consentimiento del hombre que está a su cargo y la aprobación en el Parlamento de otra que promueve la virtud y condena las malas acciones (que según los expertos locales, estaría destinada especialmente al género femenino) son algunas de las medidas que tendrían como objetivo final impulsar que las iraníes limiten, aún más, su participación en el espacio público.

A lo anterior, se suman las declaraciones cada vez más frecuentes de algunos de los grandes ayatolás –máximas autoridades religiosas del país- que señalan que el acceso a la universidad de las mujeres es el responsable de los cambios sociales en Irán; donde se incluye que los jóvenes se casen más tarde, tengan menos hijos –de continuar la dinámica actual el promedio de edad puede subir en 2030 de los 27 a los 40 años- y se divorcien más.

Alrededor del 23% de los matrimonios en Irán terminan en divorcio y la cifra asciende a un 33% en las grandes ciudades, según ha revelado al diario Arman-e Emruz el viceministro del Deporte y Asuntos Juveniles, Mahmud Golzari. La mayoría de estos divorcios se da entre personas menores de 30 años. “No es necesario que todas las mujeres tengan que ir a la universidad. Les crea ilusiones de encontrar trabajo. Algunos de los servicios que pueden prestar las mujeres también son estar ligadas a la familia y ser amas de casa”, aseguró el gran ayatolá, Jafar Sobhani, que iba en línea con las opiniones de otras autoridades religiosas que han hecho referencia a que el acceso de la mujer a la educación superior – alrededor del 60%- ha cambiado el modelo social de Irán.

“Las mujeres son la excusa que ellos – refiriéndose a los radicales- utilizan para imponer su pensamiento al régimen, y al mismo Gobierno”, explica la activista de derechos de la mujer Fahrosadat Mohtashamipour, que, como muchos otros analistas en Irán, ve estas medidas como el arma más importante de los más conservadores para mantener su vigencia dentro de la sociedad. “Cada vez que hay una pelea de conceptos entre el Gobierno y los radicales, las mujeres son las más afectadas,” asegura Mohtashamipour, que añade que muchos extremistas se sentirían más seguros con las mujeres en la casa. De esta manera no tienen que crear políticas que incentive el empleo femenino y pueden continuar con la dinámica establecida en la que el hombre es el que sale de casa para traer el dinero.

“Los radicales se hicieron aún más potentes después de la muerte del Imam Jomeini y cada vez están más organizados. Su red llega a personas poderosas dentro de la política, los Guardias Revolucionarios, los basiyis –milicias del régimen-”, aseguró una activista de los derechos de la mujer que pidió que no se diera su nombre.

Incluso aquellos políticos considerados localmente como conservadores pragmáticos, como el alcalde de Teherán y ex candidato presidencial Mohammad Baqer Galibaf, estarían utilizando a las mujeres como herramienta política para atraer los votos de ese sector radical que aunque minoritario, tiene gran poder en el país. Recientemente, ordenaron la segregación por género en las oficinas del Gobierno de la capital bajo el argumento de que esta medida buscaba la dignidad de la mujer.

Los discursos en los que se habla del mal vestir de las mujeres son cada vez más repetitivos en diferentes estamentos del régimen. Hace sólo un par de meses, el parlamentario Alí Motaharí –conservador moderado-  mostró en el Majles (Parlamento islámico de Irán) fotos de mujeres que llevaban leggings en las calles de Teherán, criticando alarmado dicho comportamiento.

“Todas estas medidas muestran que hay una gran brecha entre el régimen y la sociedad. Aunque, la gente sigue haciendo su vida a pesar de todas estas medidas”, asegura la activista de derechos de la mujer, quien también señala que estas normas del régimen muchas veces no tienen eco incluso entre los más conservadores. “Por más que una familia joven quiera tener más de dos hijos, les es imposible porque no tienen el dinero. A esto se suma que ambos en la pareja necesitan trabajar para poder sobrevivir. Esa es la realidad del país”, concluye.

Dos modelos de sociedad

Los conservadores, especialmente los radicales, fueron los grandes perdedores en las elecciones presidenciales del año anterior en las que salió victorioso el clérigo de tendencia moderada Hassan Rohaní, quien hizo campaña con un discurso que hablaba de abrir la atmósfera política y social en el país.

Estas propuestas tuvieron una gran respuesta entre las mujeres que lo votaron en gran número con la esperanza de que se terminara con la presión que se había ejercido contra ellas durante el Gobierno de Mahmoud Ahmadineyad. Pero 17 meses después, la deuda con ellas sigue siendo inmensa. No sólo no logró darles mayor participación en su Gobierno –se esperaba que las designara en algunos Ministerios-, sino que parece incapaz de detener la dinámica impulsada por los radicales en su contra. “Ya hemos bajado nuestras expectativas en cuanto a participación en el Gobierno. Pero creo que éste debería anunciar sus limitaciones a los votantes y ser honestos con ellos”, asegura Mohtashamipour, quién a su vez asegura que Rohaní está limitado en aspectos relacionados con la mujer.

Recientemente, una corte revolucionaría ha condenado a un año de prisión a la activista británica-iraní, Ghoncheh Ghavami, por haber intentado asistir a un partido de la selección nacional de voleibol, según aseguró su abogado, Alizadeh Tabatabaie, uno de los más reconocidos del país. El cargo en contra de la joven de 25 años, según confirmó Tabatabaie, era “propaganda contra del régimen”. Por ahora la oficina del fiscal no ha hecho pública la sentencia. En Irán está permitido que las mujeres conduzcan, esquíen o hagan parapente pero se les prohíbe asistir a partidos de fútbol o cualquier otro espectáculo deportivo de esa categoría, incluido el voleibol.

Otro caso que ha tenido gran protagonismo en las últimas semanas es el de la joven Reyhaneh Jabbari, de 26 años, que fue ahorcada después de ser encontrada culpable de asesinar al hombre que había tratado de abusar de ella sexualmente. Esto sucedió a pesar de la gran campaña nacional e internacional que se llevó a cabo para detener la ejecución.

“La gente no debe dudar que el Gobierno hará todo lo posible por detener a los responsables del crimen”, aseguró Hassan Rohaní, después de que se hiciera público que en Isfahán, la tercera ciudad del país, se venían llevando a cabo una serie de ataques con ácido contra jóvenes no mayores de 30 años (la versión oficial habla de cuatro asaltos, pero algunos medios locales y activistas han informado que han sido alrededor de diez los casos). Entonces el presidente designó a tres de sus ministros para seguir el caso y envió a sus dos mujeres vicepresidentas a visitar a dos de las heridas. Aunque hoy estos ataques parecen haberse detenido, sus motivos siguen siendo extremadamente confusos. “La gente no se atreve a denunciar los ataques por muchas razones. Una de ellas es el temor a los comentarios de la sociedad; o porque tienen miedo a perder sus trabajos o porque recibieron presión”, ha asegurado una joven de 25 años que ha liderado la campaña contra estas agresiones desde Internet y que pide que no se publique su nombre por cuestiones de seguridad. Una de las mujeres habría muerto después de que las gotas de ácido alcanzaran su garganta, según aseguró la web local Zendegi-e Salem (vida sana).

La investigación por parte de la prensa se ha parado debido a la presión que han recibido para que no continuaran indagando más allá de la versión oficial. La agencia Isna informó de estos asaltos, pero los dos periodistas que revelaron la información fueron detenidos. También el fotógrafo, Arya Jafari, fue encarcelado por vender a la agencia de noticias francesa AFP fotos de la manifestación en la que alrededor de mil personas protestaron en Isfahán el 22 de octubre por los ataques.

La prensa estranjera ha sido señalada como la responsable de haber promovido la idea de que los ataques eran la consecuencia de un mal uso del hijab, velo islámico (sin embargo, fueron los medios locales los que sostuvieron esta teoría desde un primer momento). Aunque el régimen lo ha negado. Después de que se aprobase la ley que promueve la virtud y prohíbe los malos comportamientos hace pocas semanas, la agrupación Anzar- e Hizbolá – una antigua milicia conocida por dar apoyo en cuestiones de seguridad ciudadana- anunció que realizaría patrullas callejeras para controlar el vestir de las mujeres. Esta ley autoriza a cualquier individuo a hacer un llamado verbal a quienes no cumplen las normas morales de la República Islámica. La declaración de intenciones provocó diferentes reacciones desde el Gobierno incluida la del presidente Rohaní, que alertó sobre las posibles acciones al asegurar que la ley sólo podía ser ejercida por las Fuerzas de Seguridad del Estado. “El sagrado llamado por la virtud no es el derecho de un grupo selecto de gente, un puñado tomando el terreno de lo moral y actuando como sus guardianes”, aseguró Rohaní después de que se produjeran los asaltos con ácido, pero sin mencionar a ninguna agrupación específica.

“No importa que Ansar-e Hizbolá haya decidido finalmente no actuar, sus declaraciones pueden estimular  a otros a hacerlo y así convertir a la sociedad en un lugar más inseguro para las mujeres”, aseguró Mohtashamipour que señala que Irán es una República Islámica y que no hay razón para que los individuos actúen fuera de la ley para promover las leyes islámicas. Los organismos de seguridad del Estado tienen todas las herramientas para hacerlo.

Las calles de las grandes ciudades del país siempre cuentan con la presencia de Gasht-e Ershad, conocida como policía de la moral, que controla el vestir de las mujeres. Muchas de ellas terminan detenidas por no ir apropiadamente a los ojos de la ley.

Y es que las diferencias por el buen uso del hijab se han incrementado desde la llegada al poder del presidente Rohaní, a quien se le critica desde el sector radical por su laxitud con el comportamiento femenino. Al comienzo de este año, tuvieron lugar dos grandes manifestaciones organizadas por la Alcaldía de Teherán y los Guardias Revolucionarios en las que el sector más conservador del régimen reclamaba el buen uso del velo islámico. Una ley aprobada recientemente dicta que la persona que muera promoviendo la virtud será considerada mártir.

Si bien, el uso del velo se convirtió en obligatorio para las mujeres después de la victoria de la Revolución Islámica en 1979, con los años las jóvenes –especialmente en las zonas urbanas- han buscado alternativas para jugar con él ya sea dejándolo caer un poco hacía atrás o llevándolo de colores llamativos.

La pelea

Desde el comienzo de la República Islámica, especialmente desde la llegada al poder del ex presidente Mohammad Jatamí en 1995, los reformistas han sido atacados desde el sector radical por ser más condescendiente con la apariencia de las mujeres. Aunque, Rohaní ha tratado de mantener sus posiciones en la línea del Líder Supremo de la Revolución Alí Jamenei, el tema de las mujeres los pone en puntos extremos como quedó en evidencia en sus discursos del día nacional de la mujer, el pasado abril. “Debemos limpiar nuestras mentes por completo de las declaraciones hechas por Occidente sobre las mujeres en relación con el trabajo, administración e igualdad de género. Uno de los grandes errores de Occidente es la igualdad de géneros”, dijo Jamenei ese día. En el último año, la máxima figura de la Revolución ha impulsado una campaña para promocionar el matrimonio y la concepción de un mayor número de hijos. “Yo personalmente no estoy en contra de que trabajen o que estén en puestos directivos, mientras no entren en conflicto con los asuntos importantes. Si hay conflicto, entonces los asuntos importantes son supremos”, apostilló Jamenei.

El discurso del presidente Rohaní, por su parte, hablaba de que las mujeres deben disfrutar de las mismas oportunidades y derechos sociales que los hombres. “Tenemos un largo camino por delante antes de que lleguemos a nuestro destino”. Ese día, una vez más, quedó en evidencia que el presidente de Irán tiene poderes limitados, en especial a la hora de promover políticas sociales que den mayores espacios a la mujer. Y es que si bien la llegada de Rohaní al poder ayudó a que se volviera a autorizar la publicación femenina más importante del país –cerrada durante los tiempos de Ahmadineyad- y que se creara la oficina para la mujer, su capacidad para crear influencia es extremadamente limitada. En especial en el campo judicial y en las políticas aprobadas por el Parlamento, donde su grupo es minoría.

La investigadora iraní en temas de la mujer, Azar Tashakor, ha explicado que el sistema es extremadamente rígido y que si quieren algún cambio este debe hacerse desde lo más profundo de la sociedad. “La solución es llegar a un punto medio donde el pensamiento radical y el moderado puedan converger. Ya ha pasado antes. Muchas veces van al extremo pero al final se echan para atrás”, dice Tashakor. Y es que en Irán muchos ven extremadamente difícil que estas políticas radicales logren cambiar el rumbo de las mujeres que cada vez tienen mayor acceso a la educación, son más independientes y tienen más aspiraciones a tener una carrera laboral. A pesar de que las mujeres son quienes han sido las más afectadas con el aumento del desempleo y los problemas económicos por los que ha atravesado el país en los últimos años como consecuencia de las sanciones económicas. Según estadísticas oficiales, el pasado año persa –que terminó el 21 de marzo- el desempleo juvenil fue del 24%, aumentando a un 38% entre las mujeres. Esta cifra aumenta entre las mujeres de 15 a 29 años, en el que el desempleo llegaba a un 41%.

Aún así, la batalla desde el campo legal continúa. Cada vez que la pelea entre radicales y los reformistas se incrementa, las mujeres siempre quedan en el medio. Esta vez no ha sido la excepción.