• Conflict Trends, nº 2, junio
    2004, KwaZulu-Natal (Suráfrica)

 

El mantenimiento de la paz en África es como un blanco móvil. Lograr la paz y la seguridad en un país, aunque sea de forma provisional, parece estimular el conflicto en otros. Por eso no es extraño que Occidente haya tenido escaso entusiasmo por las complejas operaciones de pacificación en el continente negro, como refleja su patética aportación de cascos azules a ese tipo de misiones. Los que realizan esas tareas, en vez de ser soldados europeos o norteamericanos bien equipados y preparados, son, con demasiada frecuencia, grupos militares africanos de lo más variopinto, que intentan mantener el orden lo mejor que pueden.

Esta realidad es objeto de varios ensayos en el último número de Conflict Trends, una revista trimestral publicada por el Centro Africano para la Resolución Constructiva de Conflictos (ACCORD). Sus autores abordan el lastimoso estado del mantenimiento de la paz en África y preguntan qué capacidad tienen los africanos de resolver sus propios conflictos. Además, analizan cómo podría ayudar la comunidad internacional a que las operaciones de paz no occidentales obtengan mejores resultados sobre el terreno.

En el artículo central, el secretario general adjunto de la ONU, Ramesh Thakur, critica duramente el papel de Estados Unidos en el mantenimiento de la paz en el mundo, una tarea que suele desarrollarse en lugares que "no son capaces de pronunciar ni recordar los votantes estadounidenses ni los miembros del Congreso; a veces, ni siquiera los presidentes". Thakur no oculta su frustración. El diplomático, en un lenguaje decididamente antidiplomático, insinúa que los ataques de los políticos estadounidenses a la ONU, a veces, sirven para "desviar las críticas sobre los fallos del Gobierno", y añade que EE UU tiene "una responsabilidad importante" en fracasos de pacificación de la ONU como el de Somalia, donde "las tropas de Estados Unidos decidieron perseguir al general [Mohamed Farah] Aidid como en una película del Oeste". Sin embargo, le guste o no, Thakur sabe que EE UU y la ONU se necesitan mutuamente. Naciones Unidas no puede funcionar sin el respaldo militar, diplomático y económico estadounidense. El Ejército de EE UU no puede lograr paz y estabilidad duraderas en muchas zonas del mundo sin la experiencia y la legitimidad internacional de la ONU.

Aunque las críticas de Thakur están dirigidas contra Washington, muchos de sus argumentos sirven para cualquier Estado occidental con un ejército razonablemente competente, porque ninguno de ellos está demostrando gran capacidad de dirigir las operaciones de paz en África. Independientemente de lo que cada uno piense sobre la política o el comportamiento de
EE UU, la verdad es que su Ejército está -y seguramente así seguirá siendo durante un futuro próximo- al límite de sus posibilidades, y no puede apoyar las operaciones de paz de la ONU en solitario.

Es una situación preocupante, en opinión del asesor de ACCORD Cedric de Coning y el especialista en estudios sobre la seguridad Eric Berman. Ambos afirman que África no puede encargarse de las operaciones de paz sin ayuda y que el continente necesita un apoyo enérgico de Naciones Unidas y los gobiernos occidentales. Los dos enumeran una conocida letanía de obstáculos para el mantenimiento de la paz: escasez de recursos, falta de capacidad logística a largo plazo y excesiva dependencia de la experiencia y la financiación externas. Las misiones de paz necesitan un compromiso sostenido para tener posibilidades de éxito. Dado lo limitado de sus recursos, ¿cómo van a poder aguantar las fuerzas africanas hasta culminar el trabajo? Curiosamente, ninguno de los dos autores habla del papel del sector privado, que está interviniendo cada vez más para aportar la logística y la formación que necesitan las misiones de mantenimiento de la paz en el continente africano.

Sí ha habido casos en los que los africanos han tenido éxito. Festus Aboagye, coronel retirado del Ejército de Ghana, ha participado en varias misiones de paz. Ahora trabaja para el Instituto de Estudios sobre Seguridad en Pretoria, y aquí hace un análisis básico de la primera misión de paz de la Unión Africana (UA), que se llevó a cabo en Burundi en 2003. La misión tenía muchas características comunes a todas las operaciones de paz en África: falta de fondos, problemas logísticos, barreras lingüísticas y un mandato poco claro, para el que las fuerzas desplegadas eran insuficientes. No obstante, la UA logró estabilizar el 95% de las zonas rurales, un triunfo sorprendente que tuvo repercusiones muy positivas en el aspecto humano, puesto que facilitó el reasentamiento de refugiados y permitió que las organizaciones de ayuda pudieran viajar y trabajar con relativa seguridad. En otras palabras, la misión de la UA en Burundi fue seguramente más eficaz -y, desde luego, más barata- que la típica misión de la ONU.

África mantiene el orden. Doug Brooks

Conflict Trends, nº 2, junio
2004, KwaZulu-Natal (Suráfrica)

El mantenimiento de la paz en África es como un blanco móvil. Lograr la paz y la seguridad en un país, aunque sea de forma provisional, parece estimular el conflicto en otros. Por eso no es extraño que Occidente haya tenido escaso entusiasmo por las complejas operaciones de pacificación en el continente negro, como refleja su patética aportación de cascos azules a ese tipo de misiones. Los que realizan esas tareas, en vez de ser soldados europeos o norteamericanos bien equipados y preparados, son, con demasiada frecuencia, grupos militares africanos de lo más variopinto, que intentan mantener el orden lo mejor que pueden.

Esta realidad es objeto de varios ensayos en el último número de Conflict Trends, una revista trimestral publicada por el Centro Africano para la Resolución Constructiva de Conflictos (ACCORD). Sus autores abordan el lastimoso estado del mantenimiento de la paz en África y preguntan qué capacidad tienen los africanos de resolver sus propios conflictos. Además, analizan cómo podría ayudar la comunidad internacional a que las operaciones de paz no occidentales obtengan mejores resultados sobre el terreno.

En el artículo central, el secretario general adjunto de la ONU, Ramesh Thakur, critica duramente el papel de Estados Unidos en el mantenimiento de la paz en el mundo, una tarea que suele desarrollarse en lugares que "no son capaces de pronunciar ni recordar los votantes estadounidenses ni los miembros del Congreso; a veces, ni siquiera los presidentes". Thakur no oculta su frustración. El diplomático, en un lenguaje decididamente antidiplomático, insinúa que los ataques de los políticos estadounidenses a la ONU, a veces, sirven para "desviar las críticas sobre los fallos del Gobierno", y añade que EE UU tiene "una responsabilidad importante" en fracasos de pacificación de la ONU como el de Somalia, donde "las tropas de Estados Unidos decidieron perseguir al general [Mohamed Farah] Aidid como en una película del Oeste". Sin embargo, le guste o no, Thakur sabe que EE UU y la ONU se necesitan mutuamente. Naciones Unidas no puede funcionar sin el respaldo militar, diplomático y económico estadounidense. El Ejército de EE UU no puede lograr paz y estabilidad duraderas en muchas zonas del mundo sin la experiencia y la legitimidad internacional de la ONU.

Aunque las críticas de Thakur están dirigidas contra Washington, muchos de sus argumentos sirven para cualquier Estado occidental con un ejército razonablemente competente, porque ninguno de ellos está demostrando gran capacidad de dirigir las operaciones de paz en África. Independientemente de lo que cada uno piense sobre la política o el comportamiento de
EE UU, la verdad es que su Ejército está -y seguramente así seguirá siendo durante un futuro próximo- al límite de sus posibilidades, y no puede apoyar las operaciones de paz de la ONU en solitario.

Es una situación preocupante, en opinión del asesor de ACCORD Cedric de Coning y el especialista en estudios sobre la seguridad Eric Berman. Ambos afirman que África no puede encargarse de las operaciones de paz sin ayuda y que el continente necesita un apoyo enérgico de Naciones Unidas y los gobiernos occidentales. Los dos enumeran una conocida letanía de obstáculos para el mantenimiento de la paz: escasez de recursos, falta de capacidad logística a largo plazo y excesiva dependencia de la experiencia y la financiación externas. Las misiones de paz necesitan un compromiso sostenido para tener posibilidades de éxito. Dado lo limitado de sus recursos, ¿cómo van a poder aguantar las fuerzas africanas hasta culminar el trabajo? Curiosamente, ninguno de los dos autores habla del papel del sector privado, que está interviniendo cada vez más para aportar la logística y la formación que necesitan las misiones de mantenimiento de la paz en el continente africano.

Sí ha habido casos en los que los africanos han tenido éxito. Festus Aboagye, coronel retirado del Ejército de Ghana, ha participado en varias misiones de paz. Ahora trabaja para el Instituto de Estudios sobre Seguridad en Pretoria, y aquí hace un análisis básico de la primera misión de paz de la Unión Africana (UA), que se llevó a cabo en Burundi en 2003. La misión tenía muchas características comunes a todas las operaciones de paz en África: falta de fondos, problemas logísticos, barreras lingüísticas y un mandato poco claro, para el que las fuerzas desplegadas eran insuficientes. No obstante, la UA logró estabilizar el 95% de las zonas rurales, un triunfo sorprendente que tuvo repercusiones muy positivas en el aspecto humano, puesto que facilitó el reasentamiento de refugiados y permitió que las organizaciones de ayuda pudieran viajar y trabajar con relativa seguridad. En otras palabras, la misión de la UA en Burundi fue seguramente más eficaz -y, desde luego, más barata- que la típica misión de la ONU.

Doug Brooks es presidente de la Asociación Internacional de Operaciones de Paz, una coalición de empresas privadas que interviene en operaciones de mantenimiento de la paz en todo el mundo.