Nombre: Wissal Mabrouk
Educación, independencia económica y juventud migrada: asignaturas pendientes

Trabajar para reducir el fracaso escolar. Desgraciadamente vivimos en una era donde el sistema educativo estima el rendimiento académico como un criterio de selección social, y por lo tanto se convierte en un valor dominante dentro de la misma. Este fenómeno condiciona la vida profesional posterior y es consecuencia de la falta de alternativas para mejorar las capacidades y dificultades de aprendizaje. Según un artículo publicado por el Centro de Políticas Económicas EsadeEcPo, pese a las mejoras experimentadas en la última década, España mantiene la segunda tasa de abandono escolar temprano más alta de la UE. Este fenómeno afecta en mayor proporción al género masculino y a los jóvenes con menores rentas, siendo España uno de los países donde estos grupos sufren mayores brechas.  

Por otra parte, encontramos el problema de la empleabilidad de los jóvenes. La dificultad para acceder al mercado laboral se debe principalmente a la falta de experiencia que se exige en la mayoría de los puestos. Además, hay que recalcar que las prácticas, ya sean curriculares o extracurriculares, suelen venir acompañadas por una pequeña o nula remuneración que no hace más que desmotivar a los jóvenes a adquirir los conocimientos y capacidades necesarias para que su primer trabajo se convierta en realidad. Se necesitan condiciones efectivas para empleos buenos y seguros.

Otro ámbito prioritario es la salud física y mental y el bienestar de la población joven, que, por norma general, suele quedarse desatendida como consecuencia del foco en la población cada vez más envejecida que conforma la sociedad de la Unión Europea. Estamos hablando de un problema de gran magnitud, pues según estudios realizados por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo en el primer año de pandemia la prevalencia de la ansiedad y la depresión se incrementó un 25% a escala global, lo que tuvo efectos devastadores especialmente sobre la población joven y adolescente. La pandemia de la Covid-19 marcó un punto de inflexión para la salud mental en Europa y, por ello, ahora más que nunca necesitamos un marco comunitario en esta materia.

También deberíamos poner el foco en el debate sobre los derechos vulnerados de la juventud migrada, ya que ésta debe acceder a las mismas oportunidades. Las causas que les impiden vivir en circunstancias plenas no parten de problemas individuales, sino sociales, y, por ende, no lo podemos normalizar ni naturalizar. Hay que trabajar más para poder ofrecer los recursos e intervenciones socioeducativas suficientes para dar respuesta a las necesidades de este colectivo. Por otra parte, la falta de coordinación entre administraciones públicas y los recursos insuficientes dificultan el acceso a la vivienda, pues las exigencias para obtener un recurso habitacional entre los jóvenes son muy altas. Independizarse a una pronta edad cada vez se complica más y en el caso de la juventud migrada, ésta se ve afectada por el racismo y la xenofobia que existe en el mercado del alquiler. Hay que acabar con la discriminación inmobiliaria.  

Otra temática que podríamos abordar es la de priorizar la formación en Historia y asuntos contemporáneos globales entre la juventud. El sistema educativo actual presenta ciertas limitaciones a la hora de ejercer la enseñanza en esta disciplina. ¿Cuántos años hemos estado estudiando la historia de España y de los países que conforman la UE? Desde primero de la ESO hasta bachillerato hemos estado siguiendo prácticamente las mismas directrices, y aun así nunca llegábamos a abordar todo el temario (la sección de Historia contemporánea siempre quedaba por dar). Estamos hablando de un error educativo muy grave, pues la información que recibimos siempre proviene desde una perspectiva europea y, por ende, nuestro pensamiento crítico de alguna manera también se basa en ella. Mi argumento no se justifica solo por mi ascendencia africana, sino también porque durante mi estancia de Erasmus en Estambul quedé asombrada por la narrativa euroasiática. Tenía asignaturas como Eurasia, Cáucaso, etcétera, regiones cuya historia desconocía, mientras que mis compañeros turcos sí conocían la mía. Hace falta una reforma educativa que priorice la historia contemporánea global y esta debería ir acompañada por más incentivos de programas de movilidad internacional.