El Kremlin contraataca
Nezavisimoe Voennoe
Obozrenie (Observador Militar
Independiente),
Vol. 8, N.º 514,
16 de marzo
de 2007, Moscú (Rusia)
Cuando Washington anunció en primavera sus planes de instalar interceptores
de misiles en Polonia y un radar de rastreo en la República Checa, la histeria
se apoderó de Moscú. Definiendo la propuesta como un intento solapado de neutralizar
el arsenal de Rusia, su presidente, Vladímir Putin, condenó la “interferencia”
de Estados Unidos. Qué importa que, como señaló la secretaria de Estado de ese
país, Condoleezza Rice, sea “ridículo” pensar que 10 interceptores en Polonia
podrían contrarrestar los miles de misiles de Rusia, si, según Moscú, no existía
tal arsenal. A finales de abril, Putin anunció una moratoria en la aplicación
por su parte del Tratado europeo sobre Armas Convencionales (CFE, en sus siglas
en inglés). La prensa se sumó a la polémica, publicando noticias con titulares
como ‘La Defensa norteamericana ataca’ y ‘Una invitación a la carrera armamentística’.
Pero la última estridencia rusa tiene poco que ver con los planes militares
estadounidenses. Desde el Kremlin hasta el ciudadano de a pie, los rusos se
han hecho cada vez más defensivos –algunos dirían combativos– respecto
al lugar que su Estado ocupa en el mundo. Su reacción tiene más que ver con
una nostalgia nacional (un deseo de volver a conquistar la grandeza pasada)
que con cualquier iniciativa que provenga de Washington. Pese a su derrota en
la guerra fría, el desmembramiento de la URSS y la implosión económica de los
90, los rusos nunca dejaron de verse como una gran potencia. Ahora, con las
ganancias inesperadas del petróleo en las arcas del Estado y el