
Después de 11 días de violencia, Israel y Hamás inciaron un alto el fuego. Pero mientras Israel niegue los derechos de los palestinos y ocupe de forma permanente su territorio, la violencia volverá a estallar. Los europeos deben tener una perspectiva a largo plazo y no limitarse a apagar incendios en cada ola de violencia.
El mundo tiene escasa capacidad de concentración en relación con el conflicto Israel-Palestina: solo miran cuando estalla la violencia. Ahora que hay un alto el fuego, ya está volviendo a desaparecer de la agenda europea de política exterior. Los dirigentes de ambos bandos han creado una falsa sensación de tranquilidad, de que el conflicto está en buenas manos, y por eso los europeos no lo consideran un riesgo grave para la seguridad. El origen del último episodio está en el hecho de que las autoridades israelíes reprimen los derechos fundamentales y las libertades de los palestinos tanto en Israel como en los territorios palestinos ocupados. El lanzamiento de cohetes desde Gaza, que es ilegal e inaceptable, no puede separarse del contexto político general del conflicto, como tampoco pueden separarse los intentos internacionales de resolver la violencia. La desescalada y la vuelta al statu quo anterior no van a evitar futuros estallidos. Es precisamente ese statu quo —y la tolerancia de la comunidad internacional al respecto— lo que genera la violencia.
Este último brote ha sido el peor desde la guerra de 2014. La violencia comenzó en Jerusalén Este coincidiendo con el principio del Ramadán, el 12 de abril, cuando las autoridades israelíes levantaron barricadas en un popular sitio de reunión de los palestinos, lo que desató las protestas. En el barrio de Sheikh Jarrah, los colonos y los ultranacionalistas judíos interrumpieron las manifestaciones de los palestinos contra el plan de expulsarlos y sustituirlos por colonos. Durante todo el Ramadán, la policía israelí trató de aplastar las protestas de los palestinos en Jerusalén Este y acabó irrumpiendo el 7 de mayo en la mezquita de Al Aqsa, uno de los lugares sagrados más importantes y controvertidos de los musulmanes y los judíos en Jerusalén. La violencia entre los palestinos y los judíos ultranacionalistas estalló en toda Jerusalén y se extendió a Cisjordania, con el resultado de 27 palestinos muertos y 6.381 heridos.
Desde 2007, la dirección palestina está dividida entre el gobierno del presidente Mahmud Abbas y la Autoridad Palestina (AP), reconocido por la comunidad internacional y que controla Cisjordania, y el gobierno de facto de Hamás en Gaza. La UE, EE UU y otros países consideran a Hamás una organización terrorista y mantienen una política de “ningún contacto”. Hamás dio un ultimátum a Israel y amenazó con atacar con misiles si no se retiraba de Al Aqsa y Sheikh Jarrah. Israel no se retiró y, a partir del 10 de mayo y durante 11 días, los miembros de la organización en ...
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