Padre e hijo Tuareg se sientan delante de su casa de caña, África del Norte, Tamanrasset, Argelia. (Eric Lafforgue/Art in All of Us/Corbis/Getty Images)

Cómo el pasado y el presente del continente europeo y el vasto desierto africano están estrechamente interconectados.

Facing the Sea of Sand

Barry Cunliffe

Oxford University Press, 2023

El norte de África está dominado por el desierto del Sáhara, que se extiende por todo el continente desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo. Desde aproximadamente el año 9000 a. C., la región comenzó a disfrutar de un período cálido y húmedo que permitió que la vegetación floreciera y los animales salvajes se instalaran en la zona. Pronto les siguieron los humanos, cuya economía se basaba en el pastoreo, pero cuando las condiciones volvieron a endurecerse, alrededor del año 3000 a. C., el desierto reclamó lo que era suyo. Es difícil imaginar el Mega Chad, ahora reducido al actual lago Chad, con unas dimensiones de 1.000 por 6.000 kilómetros, “cuyo tamaño se debía al volumen de agua que fluía hacia él... aproximadamente del tamaño del Mar Caspio”. Desde entonces las fluctuaciones del clima han seguido afectando la vida de las personas que viven en los márgenes del desierto. Las comunidades radicadas en la costa del norte de África y el valle del Nilo han estado bajo la influencia de los Estados que dominan Oriente Medio y el Mediterráneo, mientras que las que viven en el Sahel, al sur del desierto, han desarrollado sus propias culturas características.

Los medios de comunicación occidentales se centran hoy en el cinturón sahariano de África por tres razones: en primer lugar, por el creciente número de conflictos violentos que han asolado la región desde Somalia hasta Sudán y Malí en los últimos años. A continuación, porque el cambio climático está generando una gran avalancha de refugiados dentro de la propia África y hacia el exterior, en dirección a la Unión Europea. En tercer lugar, porque la crisis medioambiental también parece estar causando estragos en la geopolítica por todo el mundo, pero especialmente entre África, Oriente Medio y Europa.

En ese sentido, el Sáhara y su historia deberían ser de mayor interés para el público europeo porque es cada vez más evidente que el destino de este vasto desierto y el de Europa están mucho más interconectados de lo que mucha gente cree. Y, además, esto no es nuevo, sino que se remonta a siglos atrás, o incluso más, como bien ilustra este libro.

El aumento de los vínculos entre los dos mundos hace millones de años sugieren que África desempeñó un papel crucial en el desarrollo del Viejo Mundo antes de verse inmersa en la historia del Nuevo Mundo. Abriéndose paso en esta relación poco conocida y siempre cambiante entre el norte y el sur de este gran desierto, el autor evoca una crónica de interacciones humanas basada en lo que él llama “los detritos de la existencia humana”. De hecho, Barry Cunliffe es, ante todo, un destacado arqueólogo y la ...