• Sen, nº 13, febrero 2005,
    Rotterdam (Países Bajos)

 

Cuando Senay Ozdemir emigró de Turquía a los Países
Bajos en 1976, se adaptó a su país de adopción con relativa
facilidad. Haberse criado en una familia turca liberal hizo que la transición
fuera suave, mucho más que las luchas por las que pasan muchas jóvenes
musulmanas a las que les resulta difícil conciliar los valores occidentales
con los de los lugares que dejan atrás. Décadas más tarde,
convertida en una famosa presentadora de televisión, Ozdemir quiso hacer
algo para ayudar a otras inmigrantes musulmanas a dar el salto cultural. Así que
montó una página web en la que podían hacer las preguntas
que no se atrevían a formular a sus conservadores padres. "Como
conozco los matices de la cultura, puedo darles buenas respuestas", afirma.

El dilema del inmigrante, el de estar atrapado entre dos civilizaciones, se
está haciendo especialmente peliagudo en los últimos años
para los musulmanes que llegan a Occidente. Holanda se convirtió inesperadamente
en uno de los escenarios principales de este problema con el apuñalamiento
en noviembre pasado del cineasta Theo van Gogh por un holandés de primera
generación de origen marroquí. El presunto asesino, que actuaba
en nombre de un grupo que se sospecha mantiene vínculos con Al Qaeda,
estaba furioso por la colaboración entre el realizador y la parlamentaria
Ayaan Hirsi Alí, de origen somalí, en un corto que denunciaba
la situación de las mujeres en el islam.

El hecho desató un profundo examen de conciencia en los superliberales
Países Bajos, donde reside ahora el segundo mayor porcentaje de población
islámica de Europa. Desde la primera oleada de trabajadores de origen
turco y marroquí en los años 60 y 70, el Gobierno ha intentado
dar cabida a su creciente población musulmana a través de iniciativas
como la creación de clubes islámicos "para hombres".
Ahora muchos creen que estas medidas tuvieron la consecuencia indeseada de
aislar a las comunidades inmigrantes y dificultar la integración, convirtiendo
el país en un caldo de cultivo para el islamismo radical.

Toque femenino: Sen ayuda a las mujeres musulmanas, como éstas del barrio de Spangen, en Rotterdam, a adaptarse al estilo de vida occidental.
Toque femenino: Sen
ayuda a las mujeres musulmanas, como éstas del barrio de Spangen,
en Rotterdam, a adaptarse al estilo de vida occidental.

En este clima tenso, Ozdemir se ha hecho con un hueco único. Después
de convertirse, en 1993, en la primera presentadora turca de informativos de
Europa, fue adoptada como modelo por miles de musulmanas holandesas. Como la
página web que fundó en 2003 empezó a atraer muchas visitas,
un año más tarde lanzó una revista de moda para "mujeres
mediterráneas", una definición que elimina el estigma asociado
al islam o a la inmigración. Con un título que se deriva en parte
del nombre de la periodista, Sen (una palabra que significa "tú" en
turco), se dirige a mujeres que, como Ozdemir, tienen que enfrentarse a diario
con las costumbres en conflicto de dos culturas muy diferentes. Sus noticias
de moda y belleza y los perfiles se asemejan a los de una revista femenina
habitual, aunque con chicas de pelo oscuro.

Pero entre las recetas y los reportajes hay artículos sobre las entidades
bancarias británicas que observan la sharia (ley islámica); perfiles
de mujeres que han subvertido la división cultural y religiosa, como
una holandesa que se convirtió al islam radical, o una musulmana holandesa-marroquí que
salió del armario y se declaró lesbiana; y, por supuesto, una
columna de consejos sobre maridos que insisten en casarse con vírgenes
o padres que prohíben a sus hijos salir con personas de otra religión.

Esta mezcla de lo personal y lo político está bien representada
en el número de febrero de 2005, cuyo tema es "lujuria y cuerpo".
Nedjma, la autora norteafricana de La almendra (Ed. Maeva, Madrid, 2005), una
novela erótica traducida a 15 idiomas, declara: "El mundo tradicional
no va conmigo, pero donde quiera que viva, en Nueva York, Londres o París,
siempre seré magrebí". Espera que su libro "muestre
que no todas las mujeres árabes van con velo (…) y que escandalice
a los hombres árabes con una historia sobre la sexualidad femenina".

En otro artículo, titulado También nosotros tenemos miedo, jóvenes
musulmanes, tanto hombres como mujeres, describen la alienación y la
persecución que experimentan hoy en los Países Bajos. Una joven
llamada Hiriya cuenta por qué algunas mujeres han empezado a llevar
pañuelo, y algunos hombres, a dejarse barba: "Es una reacción
ante los acontecimientos", dice. "Si vas a mirarme como si fuera
una extremista, entonces tendré el aspecto de una de ellas", explica.

Los fans de Sen no son sólo sus suscriptores: el diario holandés
Volkskrant la eligió como mejor revista nacida en 2004, y varias escritoras
feministas también la han elogiado. Aunque hasta cierto punto predica
a los conversos (no es probable que la lean las muchachas musulmanas conservadoras),
el aliento que encuentran en ella las occidentalizadas sólo puede redundar
en una mayor confianza en sí mismas. Al crear un lugar donde no resulta
peligroso que la juventud musulmana "sea occidental", Ozdemir podría
haber conseguido más que cualquier bienintencionado programa gubernamental.

Nueva identidad en Holanda.
Abigail Esman

Sen, nº 13, febrero 2005,
Rotterdam (Países Bajos)

Cuando Senay Ozdemir emigró de Turquía a los Países
Bajos en 1976, se adaptó a su país de adopción con relativa
facilidad. Haberse criado en una familia turca liberal hizo que la transición
fuera suave, mucho más que las luchas por las que pasan muchas jóvenes
musulmanas a las que les resulta difícil conciliar los valores occidentales
con los de los lugares que dejan atrás. Décadas más tarde,
convertida en una famosa presentadora de televisión, Ozdemir quiso hacer
algo para ayudar a otras inmigrantes musulmanas a dar el salto cultural. Así que
montó una página web en la que podían hacer las preguntas
que no se atrevían a formular a sus conservadores padres. "Como
conozco los matices de la cultura, puedo darles buenas respuestas", afirma.

El dilema del inmigrante, el de estar atrapado entre dos civilizaciones, se
está haciendo especialmente peliagudo en los últimos años
para los musulmanes que llegan a Occidente. Holanda se convirtió inesperadamente
en uno de los escenarios principales de este problema con el apuñalamiento
en noviembre pasado del cineasta Theo van Gogh por un holandés de primera
generación de origen marroquí. El presunto asesino, que actuaba
en nombre de un grupo que se sospecha mantiene vínculos con Al Qaeda,
estaba furioso por la colaboración entre el realizador y la parlamentaria
Ayaan Hirsi Alí, de origen somalí, en un corto que denunciaba
la situación de las mujeres en el islam.

El hecho desató un profundo examen de conciencia en los superliberales
Países Bajos, donde reside ahora el segundo mayor porcentaje de población
islámica de Europa. Desde la primera oleada de trabajadores de origen
turco y marroquí en los años 60 y 70, el Gobierno ha intentado
dar cabida a su creciente población musulmana a través de iniciativas
como la creación de clubes islámicos "para hombres".
Ahora muchos creen que estas medidas tuvieron la consecuencia indeseada de
aislar a las comunidades inmigrantes y dificultar la integración, convirtiendo
el país en un caldo de cultivo para el islamismo radical.

Toque femenino: Sen ayuda a las mujeres musulmanas, como éstas del barrio de Spangen, en Rotterdam, a adaptarse al estilo de vida occidental.
Toque femenino: Sen
ayuda a las mujeres musulmanas, como éstas del barrio de Spangen,
en Rotterdam, a adaptarse al estilo de vida occidental.

En este clima tenso, Ozdemir se ha hecho con un hueco único. Después
de convertirse, en 1993, en la primera presentadora turca de informativos de
Europa, fue adoptada como modelo por miles de musulmanas holandesas. Como la
página web que fundó en 2003 empezó a atraer muchas visitas,
un año más tarde lanzó una revista de moda para "mujeres
mediterráneas", una definición que elimina el estigma asociado
al islam o a la inmigración. Con un título que se deriva en parte
del nombre de la periodista, Sen (una palabra que significa "tú" en
turco), se dirige a mujeres que, como Ozdemir, tienen que enfrentarse a diario
con las costumbres en conflicto de dos culturas muy diferentes. Sus noticias
de moda y belleza y los perfiles se asemejan a los de una revista femenina
habitual, aunque con chicas de pelo oscuro.

Pero entre las recetas y los reportajes hay artículos sobre las entidades
bancarias británicas que observan la sharia (ley islámica); perfiles
de mujeres que han subvertido la división cultural y religiosa, como
una holandesa que se convirtió al islam radical, o una musulmana holandesa-marroquí que
salió del armario y se declaró lesbiana; y, por supuesto, una
columna de consejos sobre maridos que insisten en casarse con vírgenes
o padres que prohíben a sus hijos salir con personas de otra religión.

Esta mezcla de lo personal y lo político está bien representada
en el número de febrero de 2005, cuyo tema es "lujuria y cuerpo".
Nedjma, la autora norteafricana de La almendra (Ed. Maeva, Madrid, 2005), una
novela erótica traducida a 15 idiomas, declara: "El mundo tradicional
no va conmigo, pero donde quiera que viva, en Nueva York, Londres o París,
siempre seré magrebí". Espera que su libro "muestre
que no todas las mujeres árabes van con velo (…) y que escandalice
a los hombres árabes con una historia sobre la sexualidad femenina".

En otro artículo, titulado También nosotros tenemos miedo, jóvenes
musulmanes, tanto hombres como mujeres, describen la alienación y la
persecución que experimentan hoy en los Países Bajos. Una joven
llamada Hiriya cuenta por qué algunas mujeres han empezado a llevar
pañuelo, y algunos hombres, a dejarse barba: "Es una reacción
ante los acontecimientos", dice. "Si vas a mirarme como si fuera
una extremista, entonces tendré el aspecto de una de ellas", explica.

Los fans de Sen no son sólo sus suscriptores: el diario holandés
Volkskrant la eligió como mejor revista nacida en 2004, y varias escritoras
feministas también la han elogiado. Aunque hasta cierto punto predica
a los conversos (no es probable que la lean las muchachas musulmanas conservadoras),
el aliento que encuentran en ella las occidentalizadas sólo puede redundar
en una mayor confianza en sí mismas. Al crear un lugar donde no resulta
peligroso que la juventud musulmana "sea occidental", Ozdemir podría
haber conseguido más que cualquier bienintencionado programa gubernamental.


Abigail Esman es periodista en Amsterdam
y autora de un libro de próxima aparición sobre Ayaan Hirsi Alí.