El artículo de Vijay Vaitheeswaran ‘Petróleo’ (FP edición española diciembre/enero, 2008) es muy problemático. La afirmación: “En la actualidad, se conocen en la Tierra más reservas de petróleo que hace tres décadas” revela lo poco que sabe el autor sobre el debate en torno a los depósitos de oro negro. Acepta los datos estadísticos (como los del Informe de BP sobre energía mundial) sin ponerlos en cuestión.

En realidad, la mayor parte del crudo se encontró en los 60 y el ritmo de descubrimientos se ha reducido desde entonces. No hay forma de cubrir el consumo actual (30.000 millones de barriles al año) con nuevos hallazgos. La tecnología puede lograr que se extraiga más petróleo en una fase más temprana de la producción, pero puede que presenciemos el mismo patrón de declive que se está observando en el yacimiento Cantarell, en México. El problema para EE UU en el futuro es que habrá un incremento de siete millones de barriles al día en el consumo y la importación durante los próximos veinticinco años, mientras la producción será menor que la actual. ¿De dónde vendrá el crudo que falte?

  • Kjell Aleklett
    Profesor de Física de la Universidad de Uppsala y presidente de la Asociación para el Estudio del Pico en la Producción de Petróleo y Gas de Uppsala, Suecia

 

En términos de reservas, no es cierto que las arenas bituminosas de Canadá tengan más contenido energético que todo el petróleo de Arabia Saudí. El Consejo de Energía e Instalaciones de Alberta calculó en 2006 que las reservas de arenas bituminosas alcanzan los 174.500 millones de barriles, mientras que el reino saudí posee 264.300 millones de barriles. Y aunque Alberta puede llegar a tener 315.000 millones de barriles en total, la comparación es como hacer la cuenta de la lechera. Hay más pizarra bituminosa en Wyoming y Colorado (EE UU) que en las arenas bituminosas de Canadá, pero en ambos casos los productores obtienen sólo entre el 5% y el 10% de líquido a partir de la masa sólida.

Igual de simplista es la fe del autor en la revolución verde de China, que fomenta “alternativas a los hidrocarburos” (…). Entre 2000 y 2006, el consumo de petróleo del gigante asiático aumentó un 56%; el de energía en general, un 75%, y las emisiones de dióxido sulfúrico, un 30%. Ese país ha superado a Estados Unidos como el mayor emisor de gases de efecto invernadero.

  • Václav Smil
    Catedrático, Facultad de Medio Ambiente, Universidad de Manitoba,Winnipeg, Canadá

 

La afirmación de Vaitheeswaran de que la política energética de Rusia no debe preocupar a Europa no sirve de consuelo. No se corresponde con la experiencia de Centroeuropa durante los últimos diecisiete años. Moscú intentó frenar la independencia de los Estados bálticos cortándoles el suministro energético en 1990. Lo mismo hizo en 1992 con Letonia y Estonia para que permitieran a las Fuerzas Armadas rusas quedarse en su territorio. Rusia propuso a Ucrania normalizar el suministro de energía (que había reducido entre 1993 y 1994) a cambio de un incremento en la propiedad de la flota [soviética] del mar Negro [que se habían repartido al 50%]. Y a Letonia le cerró el grifo del oleoducto de Druzhba cuando impidió que Moscú comprara el puerto de Ventspils en 2002. Lituania también sufrió recortes en 2006 (…). La preocupación del Viejo Continente está justificada, y la amenaza irá en aumento.

  • Keith Smith
    Director del Programa de Energía y Seguridad Nacional, Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales, Washington, EE UU

 

Vijay Vaitheeswaran responde:

Las tres cartas que critican mi artículo caen en la misma trampa que capturó a los pensadores del fracasado Club de Roma, los que vaticinaron la bomba demográfica y otros ecopesimistas en los 70. Creyeron que (…) las curvas de demanda continuarían creciendo al mismo ritmo del momento en el que lanzaron sus teorías, e ignoraron la dinámica entre el precio de mercado y la innovación tecnológica futura.

Kjell Aleklett sostiene que el pico del petróleo ha llegado basándose en que los descubrimientos son cada vez menos frecuentes desde los 60. Pero hoy hay más recursos disponibles bajo nuestros pies de lo que ningún petropesimista previó hace tres décadas, gracias a grandes avances tecnológicos (…) que explican por qué la cantidad de recursos recuperables aún está expandiéndose. Globalmente, la industria recupera sólo un tercio del petróleo que se conoce en un determinado depósito, lo que deja mucho espacio para posibles mejoras. Grandes áreas de Irak, Arabia Saudí y Siberia no han sido exploradas con el equipo más moderno. Nuevas tecnologías, como el análisis sísmico cuatridimensional y la “detección directa” electromagnética, están elevando esa tasa de recuperación. Incluso un incremento de un porcentaje mínimo podría poner más petróleo en el mercado que otro descubrimiento de la magnitud de los del mar Caspio y del Norte.

El argumento de Václav Smil es incoherente. En mi artículo, yo decía que las reservas de hidrocarburos no convencionales, como las arenas bituminosas de Canadá, muestran lo desacertado de la tesis del agotamiento (…). Smil refuerza mi tesis cuando afirma que las reservas de Alberta (Canadá) podrían ser aún mayores que las que yo calculaba (…). Más consideración merece su comentario sobre la utilidad de dichas arenas bituminosas, porque éstas aún no se han convertido en una fuente importante de gasolina. Es verdad, pero esto se debe a que el precio del petróleo no justificaba, durante las pasadas tres décadas, la inversión sostenida en combustibles alternativos (…).Me reafirmo en mi apuesta: China se convertirá en un líder mundial en alguna de las tecnologías avanzadas de automoción que describo en mi nuevo libro, Zoom. Es de locos pensar de otro modo teniendo en cuenta la evolución del mercado del automóvil y la energía de gigantes en desarrollo como China y Brasil.

Keith Smith ni siquiera intenta desmontar mi argumento principal. A Rusia no le interesa mantener un embargo contra sus mayores clientes en Europa Occidental. Todo el mundo está de acuerdo en que Moscú utiliza su control sobre los oleoductos para amenazar a sus vecinos más pequeños, antiguos satélites de la URSS. Pero Smith no ofrece ninguna prueba que refute mi afirmación central: este ruido de sables no conducirá a un embargo permanente de la Unión Europea, y que Bruselas debería poner en entredicho las bravatas de Rusia. (…) Los productores que retienen el suministro a sus principales clientes acaban resintiéndose más que sus compradores, sobre todo porque se arriesgan a matar a su gallina de los huevos de oro.