Guerras, conflictos, sequía o falta de alimentos provocan que millones de personas necesiten ayuda humanitaria inmediata. Éstas son algunas de las mayores crisis que han surgido o se han agravado recientemente.

Personas caminan entre los escombros de los edificios destruidos tras un bombardeo en el barrio de al-Kalasa, en Alepo, Siria. (Ameer Alhalbi/AFP/Getty Images)
Personas caminan entre los escombros de los edificios destruidos tras un bombardeo en el barrio de al-Kalasa, en Alepo, Siria. (Ameer Alhalbi/AFP/Getty Images)

Siria y su onda expansiva regional

El quinto año de la guerra en Siria se salda ya con un balance humanitario catastrófico: más de 13 millones de personas necesitadas de comida, asistencia médica y techo; el 70% de la población privada de acceso a agua potable; un sistema sanitario devastado, tres millones de niños malnutridos y un número aún mayor de refugiados.

Según los cálculos de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), se han comprometido unos 8.000 millones de dólares de ayuda extranjera a Siria, de los cuales se han recibido alrededor de la mitad. La Unión Europea (incluyendo los gobiernos nacionales y la Comisión) ha sido la más generosa en sus contribuciones, destinadas tanto al país como a los inmensos campos de refugiados de Líbano, Turquía o Jordania. El reciente acuerdo para la devolución de los refugiados a suelo turco incide en la ayuda financiera, pero la voluntad de acoger a estas personas en territorio europeo sigue siendo débil y asimétrica, al tiempo que los criterios de concesión de asilo son dispares.

La dimensión de la tragedia siria es tal que la respuesta internacional resulta insuficiente. A su vez, la ayuda tendrá un alcance limitado en la medida en que no se empiece a resolver un conflicto que enfrenta a la oficialidad contra un conglomerado opositor que incluye a simples disidentes y a grupos terroristas, con el trasfondo de la animadversión entre distintas ramas religiosas.

La frágil tregua forjada en febrero sólo ha logrado atenuar la violencia, pero sigue vigente, y a principios de mayo se hizo extensiva a la desolada ciudad de Alepo. Si no cesan las hostilidades, otras 400.000 personas podrían huir a la frontera turca, mientras que el conflicto seguirá reverberando en países limítrofes como Irak, donde la guerra siria y los desgarros internos han hecho que once millones de personas necesiten ayuda humanitaria.

 

República Centroafricana

 El país lleva sumido en el abismo desde 2013, cuando los rebeldes musulmanes Seleka tomaron el control y perpetraron matanzas que fueron pronto vengadas por sus enemigos cristianos, los grupos llamados antibalaka.

La catástrofe humanitaria desatada ha llevado a aproximadamente una quinta parte de los 4,6 millones de habitantes del país a abandonar sus hogares (la República Centroafricana alberga a casi 500.000 refugiados internos y otros tantos se han asentado en países limítrofes), y a que un total de más de dos millones de personas necesiten asistencia humanitaria.

Se supone que el país debería recibir unos 600 millones de dólares de ayuda extranjera para hacer frente a sus necesidades más acuciantes, pero por el momento se ha satisfecho la mitad de tal cantidad. Además, los indispensables fondos internacionales no pueden remplazar a la aún más necesaria resolución política del conflicto, para la que existen algunos elementos de optimismo frente a una inmensidad de dificultades.

El optimismo se deriva de la nueva Administración del presidente Faustin Touadéra, elegido democráticamente en marzo en unos comicios relativamente creíbles y exentos de violencia, y llamado a intentar reconstruir el país. Para lograrlo, tendrá que conseguir fondos, atajar la corrupción y fortalecer las instituciones, pero también negociar una paz que incluya a ciertos elementos de los grupos rebeldes –hasta ahora, el presidente Touadéra se ha negado a esto último–. La retirada este año de las tropas francesas desplegadas en 2013 complicará aún más la reconstrucción.

 

Haway Mohamed camina con su hijo de 4 años, Noor, en Etiopía. (Roberto Schmidt/AFP/Getty Images)
Haway Mohamed camina con su hijo de 4 años, Noor, en Etiopía. (Roberto Schmidt/AFP/Getty Images)

Sequía en el Cuerno de África: Etiopía y Somaliland

Si entre 2011 y 2012 murieron de hambre unas 260.000 personas en el sur de Somalia, la amenaza se cierne ahora sobre Etiopía y el territorio semiautónomo de Somaliland, debido a una terrible sequía provocada en parte por el fenómeno climático de El Niño.

La crisis humanitaria desencadenada por la ausencia de lluvias en Etiopía ha elevado los compromisos de ayuda al país a los 1.400 millones de dólares, con el fin de atender a alrededor de diez millones de personas amenazadas por la sed y la desnutrición. Las expectativas para este año son sombrías, pues se estima que casi medio millón de niños padecerán desnutrición severa y que unos dos millones de etíopes se verán privados de agua potable segura.

La Administración nacional ha demostrado más iniciativa y capacidad que la de otros países, al haber puesto en marcha un programa de asistencia para proporcionar alimentos a más de quince millones de personas. Sin embargo, el empeño del Gobierno por aparentar dominio de la situación y liberar al país de la reputación derivada de la terrible hambruna que padeció en 1984, podría agravar las consecuencias de la actual sequía, al haber retrasado la llegada de la indispensable ayuda internacional.

La crisis humanitaria en Etiopía, país considerado como un bastión de relativa estabilidad en el Cuerno de África, podría empeorar la situación de vecinos como Somalia, donde El Niño ha causado una sequía similar, exacerbando los problemas de malnutrición, enfermedades y desplazamientos humanos a los que lleva enfrentándose este país durante largos decenios en conflicto.

La sequía somalí se centra en Somaliland, donde, según algunos testimonios, se han dado casos de hienas hambrientas que atacan a mujeres. A su vez, el hecho de que Somaliland sea un territorio autoproclamado independiente hace que la mayor parte de los países no lo reconozcan, lo que dificulta la llegada de ayuda internacional y le hace dependiente de las remesas.

En conjunto, las necesidades humanitarias que arrastra Somalia después de tantos años de conflicto, unido a la actual sequía en Somaliland, evidencian la magnitud de la catástrofe humanitaria que vive el país: más de tres millones de personas necesitan ayuda médica y 2,8 millones carecen de acceso a agua potable. Por si fuera poco, Somalia alberga a una creciente comunidad de refugiados yemeníes que huyen de la guerra, lo que agrava la crisis de un país para el que se han comprometido 850 millones de dólares en ayuda humanitaria –habiendo recibido algo menos de un 40%.

 

Sudán del Sur

El país de más reciente creación, nacido en 2011, se ha visto inmerso desde 2013 en un conflicto de poder entre distintos clanes étnico-políticos que lo han llevado a la guerra civil. La catástrofe humanitaria no se ha hecho esperar y hoy son más de dos millones las personas que han abandonado sus hogares huyendo de la violencia –la mayor parte de estos desplazados internos se encuentran dentro del país, y el resto han entrado en Estados limítrofes como Etiopía, Kenia, Sudán o Uganda.

El contenido de un acuerdo de paz firmado en agosto de 2015 no se ha llevado a la práctica, y hoy son millones las personas que necesitan comida, agua, asistencia médica o protección frente a la violencia. La escasez de alimentos es especialmente acuciante, ya que afecta a cuatro millones de personas (el 34% de la población), un 80% más que antes de comenzar el conflicto.

En la medida en que la guerra entre los clanes pervive, las perspectivas de mitigación de la emergencia humanitaria son escasas. De los 1.600 millones de dólares en ayuda prometidos al país, se ha satisfecho alrededor del 60%, pero los escasos avances de Sudán del Sur han frustrado a los donantes, de forma que cada vez es más difícil reunir el dinero necesario para continuar con los planes de emergencia desplegados sobre el terreno.

La situación humanitaria no podrá aliviarse sin una solución al conflicto, que pasa en principio por cumplir con lo acordado por las facciones enfrentadas el pasado mes de agosto. Hasta que eso no ocurra, las necesidades seguirán aumentando y los compromisos de los donantes seguirán encallados ante la ausencia de mejorías.

 

Un grupo de voluntarios reparte comida en Saná, Yemen. (Mohammed Huwais/AFP/Getty Images)
Un grupo de voluntarios reparte comida en Saná, Yemen. (Mohammed Huwais/AFP/Getty Images)

Yemen

Considerado como el país árabe más pobre, Yemen ha descendido aún más en el abismo desde que estalló la guerra civil en 2015. La contienda, que enfrenta a la Administración con los rebeldes hutíes, es también un conflicto religioso entre estos últimos (de credo chií) y la mayoría suní, con el patrocinio de Irán como soporte de los sublevados y de Arabia Saudí como respaldo de la oficialidad.

Los estragos humanitarios del conflicto son bien visibles: casi la mitad de los 25 millones de yemeníes está en riesgo de pasar hambre y un millón de niños sufren ya malnutrición severa. Según Oxfam, el 63% de los hogares depende de préstamos para comprar comida. Del mismo modo que muchos yemeníes han huido de la guerra y se han asentado temporalmente en Somalia, agravando así la situación humanitaria en el país africano, Yemen cuenta con una población de más de 240.000 refugiados del Cuerno de África, muy necesitados de ayuda.

La intervención de Arabia Saudí en el conflicto, en defensa del Gobierno yemení frente a los rebeldes, ha contado con millonarias provisiones de armas por parte de países como Estados Unidos o Gran Bretaña; un negocio lucrativo que choca con las cifras de ayuda humanitaria satisfechas hasta el momento: de los 1.600 millones de dólares que se han prometido, aún no se ha llegado a la mitad. Y, mientras se espera, 19 millones de yemeníes carecen de agua potable segura, 14 millones no están recibiendo asistencia médica y casi dos millones de niños no pueden ir a la escuela.

Las negociaciones de paz auspiciadas por Naciones Unidas dieron lugar a un acuerdo esperanzador en el mes de abril. Desde ese momento se ha observado un cierto cese de las hostilidades que, a pesar de escaramuzas puntuales, sigue en vigor. Cualquier atisbo de paz hará tanto o más por aliviar la crisis humanitaria que los miles de millones de dólares prometidos que aún no se han recibido.

 

Un niña acarrea dos barriles de agua que ha ido a recoger al río Los Laureles en Tegucigalpa debido a la sequía que sufre Honduras por El Niño. (Orlando Sierra/AFP/Getty Images)
Un niña acarrea dos barriles de agua que ha ido a recoger al río Los Laureles en Tegucigalpa debido a la sequía que sufre Honduras por El Niño. (Orlando Sierra/AFP/Getty Images)

El Niño: estragos en América Central y Haití

Más de dos millones de personas, sobre todo campesinos, se han visto gravemente afectadas por la sequía que asola los países centroamericanos, agravada por la acción de El Niño.

En el caso de Guatemala, la nueva sequía producida por este fenómeno meteorológico se suma a la que ya venía cargando en los últimos tiempos, y hoy afecta a 1,5 millones de personas. A su vez, la ausencia de lluvias ha perjudicado las cosechas y llevado al 5% de los niños al borde de la malnutrición. Casi la mitad de los 24 millones de dólares comprometidos al país para hacer frente a esta crisis humanitaria se han satisfecho.

En Honduras, la sequía afecta a 1,3 millones de personas (sobre una población de ocho millones), de las cuales unas 250.000 necesitan asistencia alimentaria urgente. El país ha recibido unos 7 millones de dólares en ayuda humanitaria, algo más de la mitad de lo solicitado.

Los efectos de El Niño también se han dejado sentir en el país más pobre del hemisferio occidental, Haití, donde la sequía se une a las cicatrices aún abiertas por el devastador terremoto de 2010. Más de tres millones de personas sufren malnutrición y cientos de miles ven dificultado su acceso a agua potable, viviendas seguras y asistencia médica en un territorio en el que aún coletean los efectos de la epidemia de cólera registrada en noviembre de 2010.

La situación política haitiana no ayuda, con un vacío de poder derivado de la incapacidad para celebrar la segunda ronda de elecciones presidenciales, pospuestas una y otra vez. Haití continúa así bajo un Gobierno provisional inmerso en intrigas políticas y desinteresado en restañar la crisis humanitaria de un país en el que tres cuartas partes de la población viven con menos de dos dólares al día y al que la pobreza, las tragedias y la ineficiencia política atacan por todos sus flancos. Por si fuera poco, la corrupción e interinidad sostenida del Ejecutivo obstruyen la recepción de ayuda humanitaria (sólo la cuarta parte de los 25 millones de dólares prometidos por los donantes ha llegado a Haití).