Vladímir Putin, sobre la necesidad de reconstruir el Ejército ruso.

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En un mundo agitado, siempre existe la tentación de resolver los problemas de cada uno a expensas de otro, mediante las presiones y la fuerza.

No es extraño que algunas voces pidan que los recursos de importancia mundial dejen de ser materia de soberanía exclusiva de un solo país. Pero Rusia no puede dejar que le suceda eso, ni siquiera de forma hipotética.

En otras palabras, no podemos permitirnos dar ninguna muestra de debilidad que represente una tentación para otros. Nunca renunciaremos, bajo ninguna circunstancia, a nuestra capacidad estratégica de disuasión. Todo lo contrario: vamos a reforzarla.

No podremos fortalecer nuestra posición estratégica ni desarrollar nuestra economía y nuestras instituciones democráticas si no somos capaces de proteger Rusia.

Vemos cómo estallan sin cesar nuevas guerras regionales y locales. Vemos nuevas zonas de inestabilidad y caos deliberadamente organizado. Vemos intentos de provocar conflictos  junto a las propias fronteras de Rusia y sus aliados. Se degradan y se erosionan los principios fundamentales del derecho internacional, sobre todo en lo relativo a la seguridad internacional.

En tales circunstancias, Rusia no puede depender solo de los métodos diplomáticos y económicos para resolver conflictos. Nuestro país se enfrenta a la tarea de desarrollar suficientemente su potencial militar como parte de una estrategia de disuasión. Es una condición indispensable para que Rusia se sienta segura y nuestros socios presten atención a nuestros argumentos.

Hemos adoptado programas sin precedentes, que estamos ahora llevando a la práctica, para desarrollar nuestras Fuerzas Armadas y modernizar el sector ruso de la defensa. Asignaremos alrededor de 23 billones de rublos para estos fines durante el próximo decenio. Sin embargo, no se trata de una militarización del presupuesto ruso.

Nuestro objetivo debe ser construir un Ejército totalmente profesional. Los soldados deben disponer de todo un paquete de prestaciones sociales que sean proporcionales a su inmensa responsabilidad social.

Es evidente que ha habido muchas discusiones sobre el volumen y el calendario de esta financiación a gran escala. No podemos seguir aplazando el objetivo de crear unas Fuerzas Armadas modernas y reforzar a fondo nuestro potencial defensivo.

De hecho, nuestros centros y empresas de defensa ya han perdido varios ciclos de modernización en los últimos 30 años. Pese a ello, hemos dado grandes pasos en la reforma del Ejército. Se han constituido fuerzas de intervención inmediata, formadas por soldados contratados, en todas las áreas estratégicas. Se han creado unidades autosuficientes. En 2008, una unidad de este tipo llevó a cabo la operación de paz en Georgia y defendió a los pueblos de Osetia del Sur y Abjasia.

Nuestra Marina ha reanudado su presencia en zonas estratégicas de los océanos de todo el mundo, empezando por el Mediterráneo.
¿Qué nos deparará el futuro? No parece muy probable una guerra entre potencias nucleares, porque significaría el final de la civilización. Nadie se va a atrever a lanzar una agresión a gran escala contra nosotros.

Las armas convencionales de alta precisión y largo alcance serán cada vez más habituales. Un factor importante, e incluso decisivo, para determinar el carácter de un conflicto armado, será la capacidad militar de un país para contrarrestar amenazas desde el espacio o utilizando las tecnologías de la información, sobre todo en el ciberespacio.

También debemos emprender firmes medidas para reforzar nuestras defensas aeroespaciales. Los programas de defensa antimisiles de Estados Unidos y la OTAN están obligándonos a actuar. Para garantizar un equilibrio mundial de fuerzas es necesario o que construyamos nuestro propio escudo antimisiles –un empeño costoso y, hasta ahora, más bien ineficaz–, o que logremos ser capaces de  superar cualquier sistema de defensa antimisiles y proteger nuestro poder de represalia, algo mucho más útil. La respuesta militar y técnica de Rusia al sistema global de defensas antimisiles de Estados Unidos, con su sección europea, será eficaz y asimétrica.

Asimismo, las actividades que han iniciado las principales potencias militares del planeta en torno al Ártico están obligando a Rusia a asegurar sus intereses en la región.

Algunos dicen que reconstruir nuestro complejo militar-industrial va a suponer una pesada carga para nuestra economía, la misma carga que llevó a la Unión Soviética a la bancarrota. No me cabe duda de que esa es una teoría absurda.

La URSS cayó debido a la represión de las fuerzas naturales del mercado en la economía y el desprecio histórico por los intereses del pueblo. No podemos repetir los errores del pasado.

Los inmensos recursos invertidos en modernizar nuestro complejo militar-industrial y reequipar el Ejército deben contribuir a alimentar los motores de la modernización de nuestra economía y crear un crecimiento real y una situación en la que el gasto público financie nuevos puestos de trabajo, sostenga la demanda del mercado y facilite la investigación científica.

Nos mostraremos decididos a la hora de eliminar la corrupción en el sector de la defensa y las fuerzas armadas y garantizaremos que el castigo para quienes infringen la ley sea inevitable. La corrupción en el sector de la seguridad nacional es, en definitiva, una traición.

Debemos utilizar los últimos avances en el arte de la guerra. Quedarse atrás significa volverse vulnerables. Significa poner a nuestro país y las vidas de nuestros soldados y oficiales en peligro.

El objetivo es fortalecer nuestra economía nacional, no debilitarla, y crear un Ejército y una industria militar que garanticen la soberanía de Rusia, el respeto de nuestros socios y una paz duradera.

 

Una versión más larga de este artículo ha aparecido en el periódico ruso Rossiiskaya Gazeta.

 

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