Malaria: todo indica que será la próxima víctima de la guerra contra el terror.
Malaria: todo indica que será la próxima víctima de la guerra contra el terror.

 

Después del 11-S, el gasto en defensa contra ataques biológicos recibió un espaldarazo. Entre 2001 y 2006, el presupuesto para investigación médica en biodefensa y desarrollo del Instituto de Salud estadounidense ha pasado de 50 millones de dólares (unos 39 millones de euros) a 1.800 millones de dólares. Cinco años más tarde, podría haber algunos beneficiarios improbables de tanta generosidad: los pobres del mundo en vías de desarrollo.

El dinero extra invertido contra el bioterror podría generar una revolución en la salud global en beneficio de los ciudadanos más vulnerables del planeta. Nuevas vacunas, medicinas y técnicas diseñadas para luchar contra las enfermedades diseminadas por los terroristas también podrían combatir otros brotes. Tara O’Toole, directora del Centro para la Bioseguridad del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh (EE UU) y antigua vicesecretaria para la Energía, sostiene que "si hacemos lo necesario en biodefensa… podríamos eliminar las pandemias letales en todo el mundo en una generación".

Las vacunas no son rentables, por lo que las compañías farmacéuticas tienen, a menudo, poco interés en desarrollarlas. Pero el miedo a un ataque biológico ha llevado
a Washington a financiar nuevas vacunas contra el Ébola, el virus de Marburg y la fiebre de Lassa. Este dinero también fomentará el desarrollo de antídotos contra la fiebre del dengue y el cólera. Los científicos se muestran ilusionados sobre las oportunidades que ofrecen los grandes presupuestos militares. Steven Block, un investigador de la Universidad de Stanford (EE UU) y ex asesor de la Casa Blanca en materia de seguridad nacional, dice que "literalmente, los militares tienen miles de millones de dólares quemándose en sus bolsillos para gastarlos en la cosa biomédica". Confía en que esos beneficios serán compartidos con el público en general: "No tengo la impresión de que sea el típico asunto que el Ejército desarrollaría para mantenerlo después en secreto". Aún así, O’Toole teme que la investigación se realize como "una fortaleza América, con un enfoque limitado a las armas de contraataque", lo que limitaría el beneficio para la salud pública. Además, cuesta más de mil millones de dólares sacar una nueva vacuna al mercado. Eso significa que el grado de éxito "se reduce a si gastan o no el dinero de forma sabia".

Malaria: todo indica que será la próxima víctima de la guerra contra el terror.
Malaria: todo indica que será la próxima víctima de la guerra contra el terror.

 

Después del 11-S, el gasto en defensa contra ataques biológicos recibió un espaldarazo. Entre 2001 y 2006, el presupuesto para investigación médica en biodefensa y desarrollo del Instituto de Salud estadounidense ha pasado de 50 millones de dólares (unos 39 millones de euros) a 1.800 millones de dólares. Cinco años más tarde, podría haber algunos beneficiarios improbables de tanta generosidad: los pobres del mundo en vías de desarrollo.

El dinero extra invertido contra el bioterror podría generar una revolución en la salud global en beneficio de los ciudadanos más vulnerables del planeta. Nuevas vacunas, medicinas y técnicas diseñadas para luchar contra las enfermedades diseminadas por los terroristas también podrían combatir otros brotes. Tara O’Toole, directora del Centro para la Bioseguridad del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh (EE UU) y antigua vicesecretaria para la Energía, sostiene que "si hacemos lo necesario en biodefensa… podríamos eliminar las pandemias letales en todo el mundo en una generación".

Las vacunas no son rentables, por lo que las compañías farmacéuticas tienen, a menudo, poco interés en desarrollarlas. Pero el miedo a un ataque biológico ha llevado
a Washington a financiar nuevas vacunas contra el Ébola, el virus de Marburg y la fiebre de Lassa. Este dinero también fomentará el desarrollo de antídotos contra la fiebre del dengue y el cólera. Los científicos se muestran ilusionados sobre las oportunidades que ofrecen los grandes presupuestos militares. Steven Block, un investigador de la Universidad de Stanford (EE UU) y ex asesor de la Casa Blanca en materia de seguridad nacional, dice que "literalmente, los militares tienen miles de millones de dólares quemándose en sus bolsillos para gastarlos en la cosa biomédica". Confía en que esos beneficios serán compartidos con el público en general: "No tengo la impresión de que sea el típico asunto que el Ejército desarrollaría para mantenerlo después en secreto". Aún así, O’Toole teme que la investigación se realize como "una fortaleza América, con un enfoque limitado a las armas de contraataque", lo que limitaría el beneficio para la salud pública. Además, cuesta más de mil millones de dólares sacar una nueva vacuna al mercado. Eso significa que el grado de éxito "se reduce a si gastan o no el dinero de forma sabia".