Su adaptabilidad ha convertido a este pequeño país de la Península Arábiga en un interlocutor necesario en la geopolítica actual.

 

 

Chris Jackson/Getty Images

 

Cuando el jeque Hamad de Qatar anunció el año pasado que iba a abdicar en favor de su hijo Tamim, muchos confiaron en que el emirato hubiera comprendido que su intervencionismo imperioso era un error y retirase su apoyo a los movimientos islamistas de la región, incluidos los Hermanos Musulmanes de Egipto. Sin embargo, ha pasado casi un año y no se observa ningún cambio. Tamim continúa aplicando la misma política exterior que su padre, una estrategia que pretende ejercer en todo el mundo árabe una influencia independiente de Arabia Saudí y utilizar una red de grupos islamistas en cuyo centro están los Hermanos egipcios.

Los analistas se equivocaron. Doha sigue siendo un oasis de islamismo en el Golfo y el mundo árabe; un lugar en el que los partidos islamistas pueden reunirse periódicamente e influir en el discurso público a través del brazo mediático panarabista de Qatar, Al Jazeera.

Para comprender los motivos, debemos remontarnos al golpe que realizó en 1995 el padre de Tamim, Hamad, contra el viejo emir. En aquella época, Qatar era poco más que un Estado vasallo de los saudíes que se mecía en los brazos del colonialismo británico. Pero el jeque Hamad y el entonces ministro de Exteriores Hamad ben Jassim vieron las posibilidades que podían ofrecer las vastas reservas de gas natural y la tecnología de licuefacción del país.

Iniciaron una serie de medidas dirigidas a lograr que Qatar fuera importante para el mayor número posible de potencias regionales e internacionales: invitaron a Estados Unidos a hacer pleno uso de la base aérea de Al Udeid; permitieron que los israelíes abrieran una oficina comercial; ofrecieron a varios personajes árabes y musulmanes, opositores en sus respectivos países, margen para actuar en Doha; intentaron llevar a cabo una ambiciosa expansión en los medios de comunicación a través de Al Jazeera y la Qatar Foundation. El objetivo: garantizar la seguridad y proyectar poder blando en una región llena de potencias enfrentadas como Arabia Saudí, Irán e Irak.

El régimen de 1995 elaboró una imagen de Qatar como motor de un nuevo renacimiento árabe. Imagen que se reflejó en los medios, la educación, las artes, la economía e incluso la política y presentó al Emir como una especie de Harún al Rashid de nuestros días. El increíble desarrollo urbanístico de Doha es tal que no es absurdo pensar que, en un futuro próximo, los turistas culturales puedan visitar la ciudad solo para ver la arquitectura de autores como Zaha Hadid, I. M. Pei y Norman Foster, así como las espectaculares obras de artistas como Damien Hirst.

Un elemento fundamental del pensamiento de Qatar era que los movimientos englobados bajo el nombre de islam político, con organizaciones como los Hermanos Musulmanes, Ennahda en Túnez, Hamás, Al-Islah en Yemen o el PJD -Partido de la Justicia y el Desarrollo- en Marruecos entre otros, representaban el centro en la política árabe. Esta teoría, que situaba a los laicos en un lado y a los yihadistas, Al Qaeda, el wahhabismo y otras ramas del salafismo en el otro, atrajo y convenció a Estados Unidos, que, a partir de 2005, empezó a cambiar de actitud sobre los Hermanos y a considerarlos interlocutores válidos.

Pero un factor crucial para los nuevos líderes fueron los estrechos vínculos de los influyentes eruditos wahhabíes con sus homólogos saudíes. Doha no podía mantenerse independiente de Riad si tenía unos clérigos que seguían siempre los consejos saudíes ni una serie de grandes jeques que habían nacido en Arabia Saudí. En los años 60 se habían establecido en Qatar los líderes de los Hermanos Musulmanes, incluido su clérigo principal, el jeque Yusef al Qardaui. En 1995, el régimen decidió aprovechar esa presencia para construir una identidad islámica propia y, al mismo tiempo, asegurarse de que el grupo neutralizara a sus miembros Qataríes nativos: en 1999, la sección de los Hermanos en Doha se disolvió.

Gracias a la influencia moderadora de los Hermanos, con clérigos como Qaradawi, las autoridades Qataríes pudieron preparar a su conservadora sociedad para los cambios que tenían previstos. La esposa del jeque Hamad, la jequesa Moza, que no llevaba velo, asumió un papel muy público; se permitió conducir a las mujeres; y en 2003, la Escuela universitaria de Estudios islámicos y de la sharía en Qatar nombró a su primera mujer decana. Durante todo este tiempo, Qatar ha tratado de encontrar el equilibrio entre los salafistas y los Hermanos en la sociedad: mientras que los ministerios de justicia y legado religioso han permanecido bajo el control salafista, los medios de comunicación y la cultura son responsabilidad de los Hermanos. Hasta el punto de que no solo Qaradawi aparece con frecuencia en Al Jazeera, sino que sus sermones de los viernes se retransmiten en la televisión estatal Qatarí.

Las relaciones de Qatar con sus vecinos del Golfo son tensas, debido a su apoyo al movimiento islamista, que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos consideran una amenaza para sus cerrados sistemas políticos. Esa hostilidad fue una de las razones que empujaron a Hamad a traspasar el poder a su hijo, para dar nuevo aliento al régimen de 1995 y evitar la posibilidad de que sus rivales del Golfo intentaran provocar un golpe familiar.

Pero el apoyo a los islamistas, seguramente, va a continuar. Qatar sostendrá que, en Siria, los Hermanos Musulmanes son la única fuerza islamista moderada con la que Occidente puede y debe tratar; permitirá que Al Jazeera siga informando sobre las protestas de los opositores en Egipto, porque cree que no puede haber estabilidad sin reconciliación con los Hermanos; y seguirá presentándose como la potencia árabe con acceso directo a Hamás (Jaled Meshaal, uno de sus lídere políticos, reside en Doha), Ennahda, el PJD marroquí y los islamistas argelinos y de Yemen.

Lo que sí ha hecho Qatar es suavizar el tono de sus intervenciones diplomáticas, militares e inversoras en el extranjero. Los dirigentes reorganizarán la política interior para asumir las preocupaciones de los ciudadanos de a pie a propósito del rápido desarrollo que están suponiendo los preparativos para el Mundial de fútbol de 2022. Solo reducirá en parte el espectáculo que han constituido la política exterior y las campañas inversoras en el extranjero desde 1995.

Pero el caso del poeta Mohammed Ibn al Dheeb al Ajami, encarcelado por insultar a la familia gobernante, demuestra que en Qatar existe insatisfacción popular y que al gobierno le preocupa. Un grupo de intelectuales Qataríes, aunque de escasa influencia en la sociedad, publicó en 2012 un libro titulado The People Want Reform in Qatar Too. Esta obra enumeraba una serie de quejas sobre los fines a los que se dedica el dinero obtenido de los recursos energéticos, el gasto descontrolado de la Qatar Foundation y Qatar Airways, el desequilibrio demográfico (300.000 Qataríes en una población total de dos millones), el estado de la educación, los medios de comunicación estatales, el medio ambiente y la reforma constitucional y judicial. Pero no sin cierta ironía, las elecciones prometidas para formar un consejo asesor en 2013 no llegaron a celebrarse porque la situación creada por la Primavera Árabe podría haber elevado las expectativas y atraído interés y comentarios críticos indeseados.

Hay algunos supuestos en los que Qatar podría cambiar su actitud frente a los Hermanos Musulmanes y sus imitadores: si Estados Unidos acepta sin reservas el régimen salido del golpe en Egipto después de que se celebren elecciones parlamentarias y presidenciales y si Erdogan y el AKP caen derrotados en las urnas.

Si algo se le da bien a Qatar es ser oportunista y adaptable: se puede ver ya cómo está cambiando el Gobierno qatarí respecto a Siria, con su oferta de diálogo a Hezbolá y el Asad, así como la rapidez con que apoyó en noviembre los progresos en la relación entre Estados Unidos y Irán y tendió la mano a Teherán. Sin embargo, no existen motivos de peso que obliguen a Doha a pedir perdón a sus vecinos y entrar en razón.

Artículos relacionados