Una obra que reflexiona sobre el poder. ¿Cómo se ejerce? ¿Cómo transforma? ¿A qué huele?

Las leyes del castillo. Notas sobre el poder

Carles Casajuana

Península, 2014

El castillo es el de Kafka: el diplomático de profesión Carles Casajuana recurre a la literatura en su ensayo de captar, aprehender y describir el poder en el libro Las leyes del castillo, galardonado con el Premio Godó de Ensayo Periodístico. Recurre a lo leído –de Montaigne a Nietzsche, de Orwell a Galbraith– para ilustrar lo que nos quiere explicar sobre el poder; pero sobre todo para aproximarse a él, situarse y situar al lector ante él. Pues nos transmite una visión, y una vivencia. Y para contarnos lo pensado y lo vivido del poder nos sitúa en el lugar, en el castillo desde el que se ejerce, y nos invita desde él a desentrañar las leyes que rigen su funcionamiento. En el lugar y en el tiempo: como todo en la vida y la vida misma, temporal es la estancia en el castillo, la permanencia en el poder; y el viaje a través de sus páginas constituye al mismo tiempo un viaje a través del poder en el tiempo, del tiempo y los tiempos del poder.

©Fotolia
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Nos dice Casajuana en un capítulo titulado, significativamente, “Humo”: “Tendemos a pensar en el poder como una cosa concreta, definida, de contornos bien dibujados. No lo es. Es vago, etéreo. No se puede coger. No se puede trasladar de unas manos a otras si no es tomando unas precauciones especiales. No se puede conservar en un cajón como un montón de fichas de colores, ni dejarlo en un lugar apartado con la esperanza de volverlo a encontrar en las mismas condiciones. Se evapora. Se filtra. Se va. No es estático: circula, fluye. Para conservarlo, hay que saberlo almacenar, pero ello no asegura que llegado el momento se pueda utilizar. Es engañoso…”

¿Cómo aprehenderlo, retratarlo y escribirlo? El humano no es solo un ser que ejerce el poder y lo persigue; sino que piensa, reflexiona sobre él. Intenta teorizarlo y explicarlo, hace de él objeto y preocupación central del saber que intenta estructurar en las ciencias humanas y sociales; de la Ciencia Política, la Filosofía, el Derecho, la Psicología, la Historia, las Relaciones Internacionales… A través de cada una de estas disciplinas, capta parte de su esencia, lo conoce un poco mejor; pero no del todo. Quien ha estado en el poder, lo ha tenido o lo ha visto de cerca, sabe que cada una ayuda a conocerlo y ejercerlo mejor; mas sabe, se da cuenta también de que el poder es humo, tiene algo que resulta imposible captar del todo con la razón, con lo previsible o lo conocido. Pues el poder es único, y es, como nos señala en otro capítulo, huérfano. Lo tiene precisamente aquel a quien llaman todos, pero a su vez no tiene a quién llamar: tiene que decidir; y lo hace en soledad, pisando terreno desconocido, sintiendo vértigo y mal de altura.

Tal vez por ello, como para captar todo aquello que no puede aprehender del todo con la razón, ha recurrido también a la literatura, al relato, a la metáfora y al mito. Captar, por ejemplo, el olor del poder: “Por eso, el poder, de cerca, huele a sudor, a esfuerzo no reconocido, a fatiga de largas jornadas no siempre productivas. Un gracioso escribió una vez que no entendía de ballet, que lo único que sabía era que, en el intermedio, las bailarinas apestaban como caballos. El poder, en el intermedio, huele a nervios, a músculos contraídos…” Tal vez porque se encuentra, como el personaje de Bearn, en esa segunda mitad de la vida para reflexionar, Casajuana escribe sobre lo pensado y vivido del poder político en esas Notas sobre el poder con que subtitula su obra. Recurre, como en un diccionario, a estructurarla en capítulos que desentrañan algunas de las palabras, calificativo o metáfora, con que describiría el poder y su funcionamiento. Palabras como las ya referidas de “humo”, “huérfanos” o “mal de altura”; o también, entre otras, “vanidad”, “contingencia”, “juego de azar”, “espectáculo”, “la ilusión del poder”, “agua”, “mediocridad”, “voluntarismo”, “verbo”, “el elefante de Orwell”, “corrupción”… Lo que el lector encontrará tras cada una de estos términos no dejará de revelarle una de las facetas del poder. Si las agita y las deja reposar, se dará cuenta de que entre todas, como en un caleidoscopio, dibujan el rostro del poder.

Un caleidoscopio, y al tiempo un viaje por el poder en el tiempo que va desde que se llega al castillo con la ambición de cambiarlo todo y se van descubriendo sus leyes, hasta que se abandona transformado por él. Y por el político en el tiempo, que Casajuana compara con el agua del río; desde el riachuelo de montaña de aguas no contaminadas, con el empuje brioso de las ideas con las que quiere transformar el mundo, al de curso avanzado, más ancho y profundo, en que el brío de las aguas y las ideas es atemperado por la realidad y los intereses, al que se acerca a la desembocadura el agua mezclada con el fango… Tiempo, el de Casajuana, del diplomático que ha contemplado y asistido al ejercicio del poder desde su centro, donde se toman las decisiones y se hacen las políticas.

Puede haber otras combinaciones, otras imágenes en el caleidoscopio. Ninguno es el retrato definitivo del poder; y en cierta manera en ello radica su esencia. Mas cada vez que conseguimos componer su rostro en el caleidoscopio lo conocemos mejor. Intentar aprehenderlo, componer, para uno mismo y para el otro, la imagen del poder en el caleidoscopio. Casajuana la ha compuesto para él en Las leyes del castillo. Con su lectura ayudará a quien quiera componerla para sí.