India es considerada actualmente una potencia emergente. Su crecimiento desde 2003 ha sido rápido y sostenido, tanto que, según prevé Goldman Sachs, superará en 2025 a Japón, hoy la tercera economía del mundo. También es una de las mayores democracias y es el segundo país más poblado del planeta donde conviven multitud de religiones y lenguas. A pesar de estas variables, si algo lo caracteriza, son las ambigüedades. La división en comunidades, conocidas como castas –legalmente abolidas pero que perviven en todo el país-, hace que las desigualdades se perpetúen. India es un Estado muy polarizado, con un bajo índice de desarrollo humano y una alta desigualdad de género, donde, a pesar de la legislación implantada en los últimos años para erradicar este problema, su cultura patriarcal hace que dichas medidas sean insuficientes.